martes, 30 de agosto de 2011

Maruchi, Gilberto y yo

Salvador Muñoz
Los Políticos

La anécdota, creo, la he contado en otras ocasiones.
En Acayucan tenía a mi cargo la sección policiaca. No sólo escribía las notas diarias sino que también me gustaba formar la plana.
En alguna ocasión, la información no fluyó como de costumbre. Debió ser un sábado o domingo, cuando en esos días había calma chicha. En el cierre de edición me percaté que me faltaba casi un octavo de plana para llenar... pero ya no tenía con qué hacerlo. Entonces, se me ocurrió una mala idea.
Digo “mala” porque en serio que me arrepiento de haberlo hecho, y por eso lo cuento: Inventé una nota donde un tipo, en determinada calle de Acayucan, gustaba de exhibir sus genitales a las transeúntes. Mi problema esa noche quedó resuelto.
Al día siguiente, trabajé como si nada, hasta que en la redacción, llegó un señor de apellido Morán, con cámara en mano que, orgulloso, me decía que tenía una foto:
“Aquí traigo al degenerado”, me dijo. ¿A quién se refería? Se metió al cuarto oscuro, reveló y al salir, me mostró la foto de un hombre, más bien un indigente, de ropas raídas, que deambulaba por alguna calle. Por sus harapos, el ojo acucioso del fotógrafo pudo descubrir los genitales del sujeto por lo que no dudó en suponer que ese hombre era ¡el exhibicionista!
No estoy seguro si convencí a Morán de que ese hombre no era el que buscaban pero estoy seguro que la foto ya no se publicó.
De lo que estoy convencido fue que me di cuenta de la enorme responsabilidad que implica ser un reportero. Acepto mi culpa, la cargo, no me redimo y por eso, quizás por eso, cuando puedo, la cuento.
II
Leo que tanto el maestro Gilberto Martínez como Maruchi Bravo aceptan que “twittearon” determinada información, pero en su descargo, comentan que lo hicieron sin dolo, es decir, no pretendían ofender, lastimar, ocasionar problemas, sólo “informar” de un acontecimiento que, según ellos, sucedía.
El asunto es tan similar a la anécdota que conté. La diferencia es el tiempo. Creo. De cierto modo, al igual que Gilberto y Maruchi, puse en alguien la señal de alerta. Afortunadamente, en ambos casos, no hubo nada que lamentar aunque, creo, que tanto en Gilberto, Maruchi y yo, debe haber un sentimiento de pena... no fue con dolo.
III
Quizás el asunto está en las circunstancias.
¿Quién teme a un exhibicionista? Quizás una dama del Cirio Perpetuo ¿Quién teme que algo le pase a sus hijos? Todos.
Además, los canales de información eran distintos. Hoy, la información fluye de manera vertiginosa por medios electrónicos y el periódico, los diarios, se mantienen rezagados, tan rezagados que a veces ni las notas sacan.
No justifico a Gilberto ni a Maruchi. Tampoco al Gobierno. Es cuestión de sólo ponernos en los zapatos de cada quien. Yo, como Gobierno, hubiera actuado como lo han hecho hasta el momento nuestras autoridades. Yo, como ciudadano, ciscado ante tanta balacera, granadazo, operativo y demás entidades en torno a los últimos acontecimientos, quizás hubiera “twitteado” mi alarma ante un rumor que se estaba dando.
IV
Creo que aprendimos todos de este suceso. Nos queda en claro que en Veracruz, no estamos para dar a conocer “noticias” sin corroborar fuentes. Lo peor sería que se corroboraran las fuentes y los hechos y no se dieran a conocer las noticias.
Desconozco si realmente Maruchi y Gilberto infringieron la Ley cuando lo que realmente quisieron (he de pretender creer que así fue) era alertar a la población ante un hecho de inseguridad que no es desconocido para los veracruzanos. Y así como yo pretendo creerlo, espero que nuestras autoridades, entre ellas el Gobernador, lo crean también. La sociedad espera siempre un juez justo antes que un juez de Leyes. El primero es cálido. El otro se vuelve frío.
En pocas palabras, gracia y justicia para Maruchi y Gilberto pero no porque se les exima de un delito, sino porque se cree que son inocentes. Los twitteros, los que tienen nombre y apellido, habrán de reconocer el gesto.

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