lunes, 5 de septiembre de 2011

El Discurso

Juan Antonio Nemi Dib
(Sólo transcriptor)

Historia de Cosas Pequeñas

Se concede el uso de la palabra al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa:

1.- Su explicación.- “La evolución de las organizaciones criminales que hoy vemos en México no es nueva. Se ha dado ya en otras partes del mundo. Quienes han estudiado el fenómeno del crimen organizado, señalan que existen al menos tres fases: En un inicio, las bandas operan como pandillas, prácticamente, y pueden ser controladas por los cuerpos de seguridad. Más tarde, el crimen corrompe al Estado y crea complicidades dentro de éste, lo cual le permite actuar de manera exitosa y expandir su negocio. Finalmente, si el problema no es controlado, el crimen organizado termina apoderándose del Estado o de algunos de sus órganos de coacción, y éstos se ponen al servicio de la delincuencia.

En su fase más extrema, nos dicen, el crimen organizado y el Estado son prácticamente lo mismo. En el caso particular, hay que recordar que desde hace décadas existieron en la frontera Norte bandas, fundamentalmente de contrabandistas, que evolucionaron a narcotraficantes.

Quizá, muy al principio, operaban como pandillas aparentemente inofensivas. Luego, evolucionaron a cárteles, con redes de corrupción dentro de las instituciones del Estado. Surgió primero el Cártel de Matamoros, después el Cártel del Golfo y su brazo armado Los Zetas. Se dio también, un cambio relevante en la operación de estos grupos criminales, ya no sólo buscaban proveer droga al extranjero, sino también, buscaban colocarla en México entre jóvenes mexicanos. Fue un cambio de serias consecuencias. Del mero narcotráfico a Estados Unidos, al narcomenudeo en nuestro país. Y con el inicio del narcomenudeo vino, también, una nueva estrategia de los criminales, su expansión geográfica y su lucha por el control territorial. Por qué. Porque para vender su mercancía buscaron controlar bares, tienditas, giros negros a través del control y dominio de los pueblos y las ciudades donde estos se encontraban, y para ello había que controlar a su vez a las autoridades mediante la cooptación o la intimidación. En la búsqueda de nuevos consumidores y territorios, los cárteles ya no sólo se limitaron a la frontera, sino que se expandieron por todo el país. Para algunos, esta expansión no tendría consecuencias mientras no se tocara a los criminales. Era la lógica de que si no te metes con ellos, no pasa nada.
Ese error permitió a las bandas distribuirse rápidamente en el territorio, enquistarse en las instituciones del Estado e incluso, poner a su servicio estructuras completas de policía y de procuración de justicia en algunos lugares específicos. Y una vez hechos del control de las autoridades de un pueblo o de una ciudad, a los delincuentes ya no les costaba ningún trabajo adicional ampliar sus actividades a otras acciones delictivas como el robo, el secuestro o la extorsión. Hay, además, otros factores que explican el alto número de homicidios, especialmente violentos que observamos. Una vez hechos del control territorial, los delincuentes buscan evitar la presencia de otros grupos criminales en la zona, defender, y lo digo entre comillas, su territorio.
Y nuevamente, la disputa territorial es también lo que explica la violencia en la frontera del Noreste, señaladamente en Tamaulipas, desde el principio de la década pasada, cuando el Cártel, entonces, Golfo-Zetas, comenzó a disputar esa zona contra el Cártel del Pacífico, dando inicio a enfrentamientos y ejecuciones cada vez más violentas. Esta circunstancia se agravó recientemente, concretamente el año pasado, porque en 2010 hubo una ruptura entre el Cártel del Golfo y el de Los Zetas, que han protagonizado entre sí una de las más cruentas disputas que se tenga registro. Esta lucha intestina explica, por ejemplo, en buena parte, el preocupante incremento de los homicidios violentos en 2010 y 2011, incluyendo el asesinato bárbaro de migrantes en San Fernando, a quienes Los Zetas dicen haber confundido con integrantes del grupo rival.
Lo que más nos preocupa es que los criminales se meten con la gente. Se meten con la gente para extorsionar, para secuestrar, para amenazar. Y por eso actuamos, para defender a las familias. Pero debo advertir, sin embargo, que esta sensación generalizada de temor y de debilidad institucional, también ha generado cierta parálisis en algunas autoridades y/o policías del país, provocando que se disparen los delitos del orden común, haya o no presencia del crimen organizado.”
2.- Su defensa. “La única manera de terminar verdaderamente con este cáncer es perseverar en la estrategia. Hay quien dice que la violencia es consecuencia de la acción del Gobierno. No es así. La violencia se da no por la intervención de las Fuerzas Federales, al contrario, las Fuerzas Federales intervienen donde hay violencia y porque hay violencia en un lugar determinado. La acción del Estado así, contra los criminales es una consecuencia y no una causa del problema. La violencia se da por la expansión del crimen organizado. Y en ese marco, la presencia de las Fuerzas Federales no es parte del problema, sino parte de la solución. Y quiero hacer un reconocimiento a la lealtad y al patriotismo de las Fuerzas Armadas en México: al Ejército y a la Marina. Su participación firme y valiente ha sido decisiva en la defensa de México. Igualmente, a los policías Federales, ministeriales y Ministerios Públicos honestos, que arriesgan su vida todos los días por el bien de México.
También, hay quien supone que si el Gobierno Federal no hubiera actuado en contra de estas mafias, no hubiera pasado nada. No hubiera habido violencia ni delitos. Ese es otro error muy común. Por el contrario. Fue, precisamente, el no actuar a tiempo lo que permitió alcanzar el poder que hoy tienen los criminales. Y es absurdo suponer, también, que si el Gobierno se retira de esa lucha, los delincuentes van a dejar de asesinar o de delinquir, o de expandir su ámbito de influencia hasta dominar las estructuras de poder. Al contrario, de no haber hecho nada, en lugar de la utópica tranquilidad que algunos imaginan, el país estaría totalmente dominado por los cárteles. El crimen habría crecido hasta hacer inoperantes las instituciones del Estado y ponerlas a su servicio.
Y algo más importante: No habría quien les hiciera frente a esos grupos, dejando a las familias mexicanas a merced de los criminales. Ceder la plaza, no meterse con ellos, mejor no moverle, seguir con la administración de la ilegalidad y la simulación de la justicia, nos hubiera llevado al envilecimiento de la sociedad, nos hubiera llevado al Gobierno de los criminales. Los cárteles controlarían decisiones y recursos del Estado y de la sociedad. Eso habría significado simple y llanamente, perder al país. Y eso no ocurrirá, no mientras se les siga haciendo frente con firmeza y en lo cual mi Gobierno está y estará plenamente comprometido hasta el último día de mi mandato.”
antonionemi@gmail.com

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