jueves, 1 de septiembre de 2011

El fuego desde el gallinero


Raúl Aguilar

El fuego panamericano llegó a la capital del estado y con ello trajo una gran movilización por parte de Gobierno, sociedad y, por supuesto, los medios de comunicación, que como siempre se rifaron el físico por conseguir la información.
Por ser un evento único y poco común que tiene un valor especial, la encomienda a la hora de fotografiar, escribir o grabar en video dicho evento era mayor. Por ello, a los organizadores del evento se les ocurrió incluir en el recorrido una periquera o jaula para los periodistas gráficos.
Una camioneta que arrastraba un espacio con unas redilas un tanto peculiares para que los hombres de la lente pudieran ir adelante del relevo respectivo, tomando todo lo sucedido.
Parecía mas bien un gallinero, donde todos los colegas viajaron apretados e intentando mantener el equilibrio en cada uno de los enfrenones y arrancones bruscos del conductor que parecía transportista de ganado.
Algunos recargados en la puerta trasera, otros en los tubos o unos simplemente jugando al equilibrista, eran solo algunas de las inolvidables imágenes que dejara el paso de la antorcha panamericana por la “Bella Xalapa”.
El riesgo estaba latente, ya que en cada movimiento del “delicado” chofer, había un gran riesgo de quedar estampado en el pavimento y en los pies de los atletas. Por suerte nadie cayó y el saldo fue de moretones, arrimones y mucha hermandad, no quedaba de otra después de la experiencia.
La experiencia de tener de frente a todos los atletas que portaron la Antorcha Panamericana fue para el recuerdo, e increíble fue la forma en que se tuvo que sobrevivir a equivocaciones de organizadores, calles empedradas, golpes en la cabeza con cámaras de compañeros y una larga pero larga espera para poder pasar a un baño.
Antes de llegar al campo de beisbol de la Unidad Deportiva de la UV, donde se encendió el pebetero, el copiloto del Gallinero gritó: “Agarren sus cositas porque ya se van a bajar”, lo que causó gracia y disgusto de algunos, ya que literalmente parecía una confusión con bovinos o gallinitas enjauladas a punto de ser vendidas.
Así pasó el recorrido del Fuego desde otra perspectiva, donde se valoró aún más la profesión de comunicador.

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