martes, 11 de octubre de 2011

Otra versión de las Torres Gemelas


Ángel Lara Platas

Aún recordamos con cierta pesadumbre la imagen de las torres gemelas de New York, vivo ejemplo de la tecnología en el desafío a la gravedad, ceder ante el impacto de sendos aviones tripulados por terroristas de convicciones auto flagelantes, decididos a ofrendar su vida por causas reivindicativas de orden religioso, como fue el caso.
La versión oficial del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, la misma que conoció y aceptó todo el mundo, fue centrada en el impacto y la ignición del combustible contenido en los tanques de las naves. Se afirmó que las columnas de acero de la estructura de los edificios de 110 niveles cada uno, fueron doblegadas por el intenso fuego que terminó en la caída de ambas torres casi al mismo tiempo. Eso se podía leer en los boletines oficiales.
Pero hay algunas cosillas que analizadas de manera acuciosa, modifican la versión oficial.
Empecemos por lo primero.
El proyecto nace al inicio de la década de los sesentas, para ubicarlas como Centro de Comercio Mundial. Además, su construcción sería la más alta del mundo en esa época. El diseño se lo encargaron al prestigiado ingeniero Minoru Yamasaki.
El primer desafío fue que las construcciones resistieran el impacto de un avión Boeing 707, con los tanques llenos de combustible, máxima ocupación de viajantes, y a una velocidad virtualmente la más alta posible para un avión de pasajeros; toda vez la experiencia de 1945 cuando un avión militar por neblina chocó contra el Empire State.
De acuerdo a los cálculos de los expertos en estas cuestiones, las torres gemelas resistirían no tan solo el impacto de un avión con las características descritas, si no dos y a la vez en distintos niveles.
Obviamente que también se calculó la explosión considerando una mayor a la real.
Las columnas fueron revestidas con una mezcla altamente resistente al calor que pudiera provocar el combustible de más alta ignición conocido en aquel tiempo.
El exterior de las construcciones como parte del diseño, estaban revestidas por una especie de malla metálica que jugaría un importante papel ante el eventual impacto: en parte sería absorbido.
Aturdidos por la noticia, los norteamericanos si creyeron en las versiones oficiales del intenso fuego y el espectacular impacto.
Estaban tan desorientados que no se dieron oportunidad de reflexionar que en el mundo, en la historia reciente, ningún edificio con estructura de acero ha sido derrumbado por el fuego, por intenso que sea este. Menos aún reflexionar en los altos márgenes de resistencia y seguridad de las Torres Gemelas de N.Y.
Tampoco repararon en lo que significaban las intensas nubes de humo que salían de los edificios, y que se explica de la siguiente manera: cuando el fuego es intenso y ha alcanzado su máxima expresión de calor, el humo es escaso. Cuando hay mucho humo quiere decir que el fuego no es intenso, tal como se observa en las gráficas del desastre.
Otro detalle. De acuerdo al video de un aficionado, metros antes que la nariz del avión tocara la segunda torre, se observa una explosión que sale del interior del edificio. Ninguna razón había para que así fuera.
El combustible de abasto para aviones con motores a reacción, es queroseno. Pero este combustible ante un impacto como los sucedidos se quema rápido. Tanto que la mayor parte del mismo se pudo haberse quemado en la explosión por el impacto, y el resto en los siguientes 10 minutos. No durante casi una hora como ocurrió.
El acero cuando se calienta a muy altas temperaturas sufre distorsión. En esta hipótesis, los edificios antes de derrumbarse se hubiesen inclinado paulatinamente hacia alguno de sus lados, con visible deterioro.
Las torres Gemelas se derrumbaron en 10 segundos pero con los efectos de una implosión, como las programadas para destruir edificios viejos sin tocar los de junto.
Los medios informaron del secuestro de cuatro aviones y desviados de su ruta. El tercero de ellos supuestamente se estrelló en el Pentágono. Pero en las fotografías que circulan en internet, que en su momento se ocultaron para no ser decomisadas por los cuerpos de seguridad, muestran solo un hueco de 5 por 4 metros en la pared, pero sin la huella provocada por las alas y los motores.
En el exterior no se encontró ningún pedazo del fuselaje como ocurre en los accidentes. Pero dentro del edificio tampoco había partes de la supuesta nave. Como tragado por las paredes.
Los radares registraron un “vehículo” pequeño y veloz en dirección del Pentágono. No un avión.
En los aeropuertos militares de los EEUU, hay aviones que pueden despegar en cualquier instante para derribar, si fuese necesario, cualquier nave que intencionalmente salga de su ruta. Ni por enterados a pesar de reportes de los controladores aéreos.
Cuando Bush recibe la noticia en una reunión pública, no le provoca el menor asombro. La expresión de su rostro no sufrió la menor alteración y continuó como si nada en la reunión.
(Agradezco la colaboración de la LCPyAP Faride R. Haddad)

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