lunes, 10 de octubre de 2011

Una tarde con Sócrates

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

Alberto Manguel, escritor y traductor argentino-canadiense, expresó hace poco que cuando la tecnología es impuesta por razones estrictamente comerciales, con trasnacionales que nos hacen pensar que la tecnología es indispensable para cada momento de nuestra vida, corremos el riesgo de convertirnos en el instrumento de la electrónica, ser utilizados por ella y no utilizarla nosotros. Y quizás tenga razón.
Pero lejos de polemizar sobre el asunto, no hay duda que Steve Jobs –digáse lo que se diga sobre él, sus hallazgos y reinventos- contribuyó para que el mundo avanzara a otro ritmo, tal vez de manera muy acelerada, tanto que a veces da náusea, porque perece que nos perdemos y olvidamos de nosotros mismos y de los demás. En fin, que Jobs nos dejó también unas cuantas frases, como esa que dice que “ser el hombre más rico en el cementerio no me importa a mí... Ir a dormir diciendo que hicimos algo grandioso... eso es lo que me importa”.
O aquella que reza: “Yo valía un millón cuando tenía 23, y más de 10 millones cuando tenía 24, y más de 100 millones cuando tenía 25, y no fue tan importante porque nunca lo hice por el dinero”.
Bien. Y señala que “nosotros solíamos soñar con estas cosas. Ahora podemos construirlas. Es genial”.
Pero la que no tiene madre, es: "Cambiaría toda mi tecnología por una tarde con Sócrates”. Yo haría lo mismo.
Y como seguramente muchos ya conocen el discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford durante la apertura de curso 2005, sólo les comparto unos fragmentos:
“Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón”. Me marcó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la respuesta era “No” durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo. Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante”.
Y Jobs agrega: “Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón”.
Nadie quiere morir, nos dice el de la Manzanita, “ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo”.
Así que lo mejor sería irnos andando, vivir, que la muerte todos los días nos está llamando.

De cinismo y anexas

Hablando de tecnología, Eduardo Galeano, en su texto “Breve historia de la revolución tecnológica”, publicado en el libro Espejos, escribe: “Creced y multiplicaos, dijimos, y las máquinas crecieron y se multiplicaron. Nos habían prometido que trabajarían para nosotros. Ahora nosotros trabajamos para ellas. Multiplican el hambre las máquinas que inventamos para multiplicar la comida. Nos matan las manos que inventamos para defendernos. Nos paralizan los autos que inventamos para movernos. Nos desencuentran las ciudades que inventamos para encontrarnos. Los grandes medios, que inventamos para comunicarnos, no nos escuchan ni nos ven. Somos máquinas de nuestras máquinas. Ellas alegan inocencia. Y tienen razón”.
Ahí se ven.

Hasta la próxima
jarl63@yahoo.com.mx

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