lunes, 7 de noviembre de 2011

¡A barrer!

Salvador Muñoz
Los Políticos

Todos los días, don Agustín salía a barrer el frente de su casa y la jardinera así como la hojarasca que se juntaba en el arroyo de la calle. Recogía toda la basura que encontraba y dejaba impecable su frente. No importaba que lloviera, relampagueara, granizara o hiciera un infernal calor... don Agustín siempre salía a barrer.
Un viernes, a su casa, llegó un amigo al que hacía muchos años no veía. Lo instaló en una recámara, platicaron largo y tendido durante la tarde y después de un sabroso café, se retiraron a sus aposentos.
A la mañana siguiente, el amigo, llamado Juvencio, despertó y saltó de la cama. Se vistió con una bata y buscó a don Agustín. Tras recorrer la casa y no encontrarlo, se dirigió a un ruido incesante, sistemático, acompasante, rítmico que se oía afuera de la casa... era el barrido de don Agustín. Cuando lo vio limpiando el frente, Juvencio se indignó: “¿Por qué haces eso? La limpieza la debe de hacer el Ayuntamiento, no tú... deja eso, vamos a desayunar”.
Don Agustín no comprendió la molestia de Juvencio pero dejó la escoba y compartió pan y sal así como una buena plática.
El domingo, don Agustín ya no salió a barrer... “de eso se encarga el Ayuntamiento”, se dijo. Para el lunes, cuando salió a despedir a Juvencio, era increíble el cúmulo de basura, entre hojarasca, botes, plásticos y demás desechos propios de la falta de limpieza...
Don Agustín entonces se dio cuenta de una cosa: Juvencio se había ido... la basura, no.
II
Así como Juvencio, muchas veces somos los veracruzanos. Esperamos que todo lo hagan nuestras autoridades. Peor aún: como don Agustín, que confió ciegamente en las palabras de un hombre que sólo va de paso por su hogar y, ciertamente, quizás tenga un gran cúmulo de razón, visto por supuesto desde la lógica y las leyes... aunque en nuestro entorno, ni lógica ni leyes tienen cabida en nuestra realidad. Digo, porque si así fuera, no hubiera mendigos, no hubiera señoras hurgando la basura con el niño a la espalda entre moscas, ratas y malos olores, tampoco habría infantes pidiendo limosna... no habría desempleados... malos sueldos... homicidios... robos... etcétera... sí... la lógica y las leyes pocas veces tienen cabida en nuestra realidad.
III
Por eso me sorprende que haya gente que dé por buenos los criterios de personas, o más bien personajes, respecto a lo que ocurre en nuestro estado. Podemos estar de acuerdo con sus comentarios o no, pero lo que sí no podemos asentar es que con ellos, se pretenda que olvidemos nuestra realidad, nuestra vida cotidiana, el entorno en el que vivimos.
Vamos... yo puedo hablar de inseguridad... mi hija puede hablar de inseguridad... mi hijo igual... nuestra casa, lo mismo. Candados, cadenas, lámparas, cerrojos, más cerrojos, todo un dispositivo de seguridad habla de la inseguridad que no conocen ni viven Gabriel Guerra, Ricardo Rocha o el mismo Baltasar Garzón, de quienes reconozco el gran talento que tiene cada uno en sus respectivas ramas.
Así que no deja de ser triste que haya voces que echen cuetes, hagan fiesta, festejen a Baltasar Garzón, Gabriel Guerra y Ricardo Rocha que “avalan con todo la política de seguridad en Veracruz”.
Más que ellos, que en estos momentos es posible que estén en su casa, su ciudad, su país, los que deberían avalar la política de seguridad de nuestro estado, somos nosotros, cada uno de los veracruzanos que día con día, vivimos, trabajamos, creamos, formamos y hacemos Veracruz...
IV
En Sevilla, España, me encontré con unos árboles hermosos, repletos de naranjas... las avenidas se pintaban de ese color tan singular que sencillamente la ciudad era un bello huerto sacado de mis dibujos de niño, donde cada árbol tenía frutos.
Acostumbrado al huerto del abuelo, se me hizo fácil arrancar la naranja que estaba al alcance mi mano. La limpié de su cáscara y la desgajé... no pude comer ni un gajo... ¡era amargo el fruto!
Después me habrían de explicar los sevillanos que esa naranja era exportada a Estados Unidos donde la hacían mermelada... no era comestible al natural y entendí el porqué nadie las cosechaba para saciar un antojo. Ésa es la naranja de Sevilla...
Pues así es nuestro Veracruz... los visitantes lo habrán de ver hermoso, perfecto, exacto, sin mácula... hasta que prueben sus frutos que de ésos, nosotros sabemos. Ésa es “la naranja de Veracruz” y de ella sólo podemos hablar nosotros porque la conocemos... y han de perdonar, pero la palabra de cualquier veracruzano creo que tiene más validez que la de Garzón, Guerra y Rocha juntos, si a Veracruz se refiere. Lo mismo va para un Loret de Mola, una Denisse Maerker o un Pedro Ferriz de Con...
Pero por favor, tratemos de ser un poco como don Agustín... no esperemos a que vengan a barrer nuestro frente si podemos hacerlo nosotros. Todos sabemos qué basura tenemos y cómo la barremos.

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