domingo, 11 de diciembre de 2011

Donde hay putas no hay hambre: El Pana


Fernando Hernández Fernández
El Heraldo de Xalapa

La piel curtida en delgado rostro no concuerda con la viveza que existe en los ojos de Rodolfo Rodríguez. La chispa del Pana se ve como la de un hombre joven, hambriento de triunfos y, aunque sabe que le queda poco tiempo, con la intención de hacer las cosas bien y diferente, como en los más de 40 años que lleva en su trayecto taurino.
Un hombre al que le ha costado sangre, sudor y lágrimas llegar a ser un ídolo popular en la fiesta brava. Recordó que, entre otras cosas, se topó con una vieja guardia, cuando era joven, que bloqueaba a los prospectos a ser grandes matadores.
“Los que estaban querían permanecer todo el tiempo, inclusive se perdieron camadas importantes de toreros que pudieron figurar y no los dejaron pasar, a nadie dejaban pasar, los Martínez, los Cavazos, los Rivera, los Ramos, los Lomelí; hacían sus carteles con toreros que no le fueran molestos, como nosotros”, señaló.


Si en esa época tuvo trabajo fue porque a él y otros diestros les daban corridas destartaladas, como las llamó, que no eran de interés del público, “incluso ferias donde contrataban a esas figuras y nosotros no teníamos cabida, había una mafia en la fiesta de los toros”.
De los que consideró que no llegaron por esos bloqueos nombró a Miguel Villanueva, Rafael Ortega, Miguel Zepeda El Greco, El Pana, “cuando se fueron ellos es cuando resurgió El Pana, mis demás compañeros se aburrieron y se fueron quitando poco a poco”.
La resistencia del Brujo de Apizaco es notable, a sus 60 años, el más longevo en activo, que ha vivido tragos amargos de 1968 a la fecha, lapso que lleva en este mundo de la tauromaquia, uno de esos fue “cuando fracasamos en la Plaza México en el 2001, un año antes hubo una feria de primavera donde dejé un buen ambiente, la afición estaba esperando al Pana, pero tuvimos un tropiezo muy grande, hasta que resucitó El Pana en enero del 2007, esos seis años toreaba cinco o seis corridas al año”.
Es en esta época, como adulto mayor, que el matador tiene tanto reconocimiento, para bien o para mal, “a merced del campanazo del siete de enero, lo que no logramos en 28 años, ahora en estos cuatro años lo hemos hecho gracias a Dios, en todos los aspectos, porque nos puso en las puertas de Madrid, acabo de regresar de Quito, Ecuador donde tuve un éxito, corté dos orejas y salí en hombros por las calles de Quito”.
Sin embargo, no olvida las más de 20 cornadas que ha recibido, no lleva la cuenta exacta, más aparte dos fracturas de clavícula, “pero he tenido dos cornadas muy fuertes, recién comenzaba de novillero, en 1972, en el Lienzo Charro de Tlaxcala, habíamos luchado mucho para que nos colocara y me pusieron un solo toro, pero ése me partió la femoral”, y el diestro estuvo a punto de perder la pierna, que milagrosamente salvó, “y aquí estoy, vivito y coleando, y lo peor, dando qué decir (risas)”.

UN POCO DE HISTORIA
Orgulloso porque la vida también le ha hecho justicia, incluso con una plaza que lleva su nombre en Apizaco, “me siento como mamá gallina, porque la otra vez llegué y vi entrenando a 17 toreros, cada vez más está germinando la afición de los toros en mi pueblo, que a final de cuentas engrosará las filas de matadores que tanta falta hace”.
Procedente de una tierra brava, de origen y tradición taurina, de una entidad con cuatro plazas significativas, pero Apizaco siendo la cantera de diestros.
Cuando comenzó su oficio de panadero encontró el amor por la lidia, cuando su maestro Agustín Flores tenía una cuadrilla juvenil, el matador tenía alrededor de 16 años y con una vida muy activa en lo laboral; fue vendedor de hules, cargador, gelatinero, panteonero y ya más grande fue lavador de trastes.
Recordó que en su etapa de panadero sus peores enemigos eran los perros, cuando iba en su bicicleta Windsor inglesa cargada de pan hasta en los manubrios, “yo indefenso te atacaban los pinches perros y tenías que bajarte, descolgarte el canasto para espantarlos, pero para ser torero hay que ser listo, pensé en cómo ganarme a esos cabrones, entonces de contrabando echaba unas piezas de pan y cuando me atacaban los pinches perros les aventaba esos panes y se peleaban por ellos; luego, me esperaban a puerta gayola por las piezas”.
El 10 de agosto de 1968 comienza El Pana su leyenda, “nunca pensé en llegar a tal magnitud, alcanzar a ser figura del toreo y fue gracias a nuestra perseverancia en la más difícil de las profesiones, pero la más bonita, ser torero es como sacarse el premio gordo, pero lo cobras cada tarde cuando estás frente a un toro”.
Rodríguez coincidió que llegó tarde a la fiesta, incluso le hubiera gustado nacer unos 20 años antes para que le tocara trabajara en la época dorada de la tauromaquia.

SU VIDA TURBULENTA
Al Pana no le da orgullo recordar partes oscuras de su pasado, pero están ahí y son imborrables, incluso comparables, como él mismo coincidió, con los casos de Rubén El Púas Olivares, El Toluco López, “ha sido vida ídolos y El Pana es un ídolo popular, El Púas tuvo un despegue sensacional de jovencito, pero cuando se consagró comenzó lo de la milonga; lo del Pana se ha logrado, pese a los imponderables que existen en los toros, con base en el tiempo, lo que permanece es lo que trasciende; ha habido toreros que han tenido un despegue meteórico, pero no se han mantenido y han desaparecido; El Pana no, porque es un fuera de serie”.
Aunque durante su vida estuvo internado en una veintena de anexos por su problema de alcoholismo, “en Tijuana, en Cuernavaca, Tlaxcala, son más anexos que cornadas las que tengo, creo que he podido con la mayoría de toros que me han tocado en el ruedo, pero con los que nunca pude fue con los Domecq, las veces que me puse al tú por tú recibí unas cornadas terribles, ya cuando despertaba estaba en un anexo”.
El Pana dijo que no es una cosa que le guste recordar, pero que sí se debe de decir para generar consciencia, “nadie le ha ganado al toro del alcohol, es parte de la historia del torero, los boxeadores, al igual que los toreros, que venimos de un estrato social muy bajo cuando llegamos a tener todo a manos llenas, acostumbrados al hambre, nos indigestamos, muchas veces no lo digerimos y lo vomitamos, eso ha pasado con El Púas, El Callao, El Toluco, El Pana”.
Y para colmo, “putas a discreción, sueldos de corridas en lupanares y casas de citas se quedaban, porque donde hay putas no hay hambre”.

LAS NUEVAS GENERACIONES
Consideró que los hombres que vienen pujando fuerte como nueva generación es Arturo Saldívar, que consiguió cuatro orejas y un rabo en la Plaza México, “y hay que tenerle un poco de paciencia a Víctor Mora, que es buen torero y ojalá le den las oportunidades que merece, para que cuaje, a lo mejor no llega como figura, pero sí como buen torero y podrá vestir bien los carteles”.
Y es que para el de Apizaco, “ser puntero y novillero es difícil, ser matador consolidado y mantenerte es muy difícil, ahora que el que llega a figura del toreo es garbanzo de a libra, y qué bueno porque ha habido más presidente de la República que figuras del toreo”.

EL ADIÓS
A pesar de que en enero del 2007 estaba asqueado de los toros y pensaba en el retiro, eso marcó su resurrección y hoy no piensa en decir adiós a los ruedos.

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