jueves, 23 de febrero de 2012

Entre Adopción y Revolución

Salvador Muñoz
Los Políticos 

A Elektra Primera, mi candidata favorita...
Es muy común que reciba un regaño casero porque no hice la cama al ser el último en levantarme... quizás otra llamada de atención porque no puse papel sanitario al haber sido el último al pasar a... al pasar a... bueno... ¡ya se imagina a qué pasé! El jalón de orejas es común cuando no llevo mi ropa sucia al cesto que la acumula... y mi indignación estalla cuando la mujer no dice nada, absolutamente nada cuando hago la cama, pongo papel y llevo la ropa sucia a su lugar... es lo que se dice ¡ni un pinche “Gracias”!
Creo que me estoy politizando...
¿Por qué?

II
Me cuenta Erwin que en sus años rebeldes, su padre alguna vez le contó un ejemplo sobre su comportamiento:
“Si vas en la calle y arrojas un ladrillo sobre una vitrina, de inmediato saldrá el dueño del local, el encargado del negocio, quizás dos comerciantes vecinos, así como la policía y hasta un ciudadano que traten de detenerte y hacerte pagar por lo que has hecho... sin embargo, si pasas por esa vitrina y no haces nada, nadie te dirá nada... porque haces lo correcto”.
¿Y qué tiene que ver esto con la política?
Pues casi todo.
III
Es respetable el trabajo de nuestros amigos de prensa de cualquier autoridad, sea municipal, estatal, federal y hasta legislativa, donde a cada rato sacan en sus “textículos” (con equis... con equis) loas y alabanzas traducidas en muchos “Gracias, señor Presidente, Gobernador, Diputado, alcaldesa... por esta obra”.
Si bien, la educación no quita lo valiente, hay que dejar en claro que cada calle pavimentada, un puente, una casa, una despensa, una lámina, una beca, o lo que usted quiera, no salen del bolsillo del Presidente, ni del Gobernador, ni del Diputado, ni de la alcaldesa... salen de usted que paga impuestos en Hacienda o si no, de los impuestos que le cobran por derecho de piso cualquier autoridad... es decir, nuestro dinero se refleja en el trabajo de nuestros gobernantes y si usted tiene una calle sin pavimentar, si no pasa la basura por su calle, incluso, si vive en un asentamiento irregular, es porque nuestros representantes están haciendo mal su trabajo.
IV
Veo una nota donde se pretende que los ciudadanos “Adopten un Parque”. Es una idea del ayuntamiento local de la ciudad capital. Es buena la idea, lo acepto. Sólo que hay un pequeño detalle. Para que los ciudadanos adopten un parque, una calle, un campo, una unidad deportiva o lo que sea, primero tendrían que cortar el cordón umbilical que une a un pueblo más acostumbrado al paternalismo del Gobierno (en cualquiera de sus expresiones) que a resolver sus problemas.
Cuando leo esa nota, de inmediato me dije a mí mismo: ¿Y por qué habría de adoptarlo si pagué Limpia Pública, pago mis impuestos, me sangran ISR y pago mi predial para que el Ayuntamiento mínimo, si no pasa todos los días por la basura en mi calle, al menos limpie el parque?
Y reacciono: ¡Ese pinche cordón umbilical!
Me gusta mi parque, es más, lo amo. Disfruto su sombra, su fresco, incluso hasta el viejo tronco amenazante que podría caer en un ventarrón. Veo “las llantas de Ely” (así las bauticé hace como dos semanas o más que por allí aparecieron)... me quejo pero dejo las llantas en donde las dejaron botadas, en medio del parque... creo que puedo moverlas al contenedor.
Podría empezar así ese proceso de adopción.
V
Llega el hombre encabronado a su casa. Le dice a la mujer: “¡Estoy harto! me explotan en la empresa. ¡Todo lo hago yo! ¡Quieren que resuelva cualquier problema! Encima, ¡me pagan una mierda de sueldo! ¡No aguanto más! ¡Voy a iniciar una revolución!”
Y la mujer, cargando al hijo, acabando de acostar al otro, habiendo ayudado a hacer las tareas escolares, con la cena lista para el marido, la vista cansada y el semblante gris, le responde:
“¡Perfecto! puedes iniciar por tu casa...”
El cambio inicia por allí. ¿Podemos intentarlo?

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