miércoles, 8 de febrero de 2012

Veracruz, a su madre, ¡respétenla!

Manuel Ajenjo
El privilegio de Opinar / El Economista

Publico mi primera colaboración del segundo mes del año en el Día de la Candelaria. Ahora me entero de que este día culmina el ciclo de festividades de la Navidad. Propongo a los lectores que tomemos en cuenta este hecho para desde el próximo diciembre convertir el tradicional Maratón Guadalupe-Reyes en el Maratón Guadalupe-Candelaria con 27 días más de fiestas. Espero que esta noble aportación mía al calendario mexicano de la pachanga y la hueva tenga eco hasta volverse institucional y mis biógrafos lo tomen en cuenta.
Según investigué, la de la Candelaria es una festividad que tiene su origen en la costumbre judía, consignada en el Levítico -libro bíblico-, de presentar a los primogénitos en el templo 40 días después de nacidos. Así sucedió con Jesucristo que fue judío. (Aunque hay versiones de que era mexicano porque vivió en casa de sus padres hasta los 33 años, estaba seguro que su madre era virgen y ésta creía que su hijo era Dios).
Durante el proceso de evangelización de la Nueva España, los franciscanos introdujeron la costumbre de montar la representación del nacimiento en el que el Niño Jesús se colocaba en el pesebre el 25 de diciembre y 40 días después se levantaba el montaje. La fecha coincidía con la ceremonia prehispánica del inicio del ciclo agrícola donde se le ofrendaban al dios Tláloc niños vestidos de gala a los que hacían llorar. Su llanto era un augurio de que habría agua en abundancia. Entre más lágrimas más lluvia. (Con el cambio climático, hoy las cosas son al revés, sobre todo en los pueblos del norte del país, entre menos llueve, no sólo los niños sino también las personas mayores, más lloran -no es para menos-).
Durante la precitada festividad de Tláloc, los indígenas comían tamales. El sincretismo produjo la combinación de ambas tradiciones. Poner el nacimiento, acostar, luego de arrullarlo por los padrinos elegidos, al Niño Dios en los primeros minutos del 25 de diciembre, quitar la representación 40 días después -2 de febrero-, vestir de lujo al Niño Jesús para presentarlo en el templo y hacer una fiesta, con cargo al peculio de los susodichos padrinos, donde se servían tamales al punto de hartase o hasta que éstos se terminaran -lo que ocurriera primero-.
También los españoles trajeron a América la usanza de comer, entre el 5 y el 6 de enero, la Rosca de Reyes, círculo infinito de amor a Dios. El niño dentro de ella simboliza los tiempos en que la Sagrada Familia tuvo que esconder al infante Mesías para protegerlo de Herodes. (Les comento que este año mi mujer decidió no comprar rosca sino hacerla en casa. Con el niño oculto entre la masa metió la rosca al horno. Luego, olvidadiza como maestra regiomontana, no se acordó del producto de su repostería hasta que la cocina se saturó de humo. Apagó el horno y sacó la rosca. El niño resultó con quemaduras de tercer grado).
La proclividad mexicana a la fiesta y al regocijo fundió las citadas costumbres. Así hoy lo tradicional es que la persona que tiene la buena o mala suerte -según se vea- de encontrar, el Día de Reyes, al niño entre la masa horneada, tiene que invitar, el Día de la Candelaria, los tamales para los comensales. De unos años para acá se ha hecho habitual que el círculo de pan traiga más de un niño, esto es para que no falten los tamales dado el caso que el primero en encontrar la figura se haga rosca con la tamaliza.
De la tamaliza a la billetiza
Los catalanes en España, los escoceses en la Gran Bretaña y los regiomontanos en México se han hecho acreedores a la fama de ser ahorrativos, agarrados o codos. En el caso de los regios me parece a mí que dicha fama es una falsedad. Siempre que he ido a Monterrey he disfrutado de la generosidad regia. Nunca falta un amigo que me invita a comer el clásico cabrito. (En los últimos tres años no he ido a esa localidad por miedo.
¿Qué tal si en lugar de dispararme un cabrito, un cabrón me dispara una bala?).
Según los clichés establecidos, los nacidos en Monterrey -regios- son codos. En contrapartida los nacidos en Veracruz -jarochos- son propensos al fandango y al dispendio. Un viejo chiste: Se encuentran un regio y un jarocho. El costeño le dice al norteño que ellos acostumbran ahorrar todo el año para gastar lo ahorrado durante el carnaval. El regio replica que ellos también ahorran todo el año, pero en Monterrey no hay carnaval.
Por lo visto este año los jarochos ahorraron bastante dinero para sus festividades: 25 millones de pesos. Este dinero fue transportado en efectivo de Xalapa a Toluca en una avioneta, propiedad estatal, por un funcionario del gobierno de Veracruz: Miguel Morales Robles, quien fue detenido por la PGR. La dependencia también aseguró el dinero.
Más tarde fue detenido Said Sandoval Zepeda, del equipo de seguridad del gobernador Javier Duarte, cuando se presentó ante la Policía Federal para exigir la devolución del dinero y la puesta en libertad de Morales Robles.
Por su parte, en un insulto a la inteligencia de los ciudadanos, el titular de Finanzas de la entidad, Tomás Ruiz González, explicó que los dos colaboradores del gobierno veracruzano “fueron puestos en libertad pues no cometieron delito alguno, porque los recursos que transportaban eran para el pago de actividades artísticas y culturales que se realizarán en las fiestas del Carnaval de Veracruz, La Candelaria de Tlacotalpan y el festival de la Cumbre de Tajín”. Dijo que el dinero destinado a la empresa Industria 3 SA de CV se manejó en efectivo “por la premura de tiempo” que impidió la transferencia bancaria. A Ruiz González habría que pedirle su inmediata dimisión no por mentiroso o corrupto, esto es difícil de probar, sino por algo evidente: por pendejo. ¿En qué cabeza cabe que sea más rápido contar y enfajar 25 millones de pesos y transportarlos -así sea por la vía aérea- que hacer una transferencia bancaria que ocupa unos minutos?
Como Subsecretario de Hacienda que fuera del gobierno federal, don Tomás, se supone, debería saber que el dinero depositado en efectivo causa un impuesto de 3% (IDE). También, por lo visto, los ejecutivos de Industria 3 padecen del mismo síndrome -pendejismo- al permitirse perder, por impuestos, 750,000 pesos en la transacción en efebo y por Adela.
Como en México en lugar de que caigan los peces gordos sólo renuncian los chivos expiatorios, este rol le tocó al tesorero estatal Vicente Benitez González, quien ya dejó el cargo. Pero el asunto apesta y por consideración a la sociedad merece una amplia y lógica explicación.
Este textoservidor que la semana pasada, con todo respeto, le dijo al gobernador de Chihuahua, César Duarte: No mame. Hoy, con el mismo respeto, le manifiesto a otro Duarte, éste de nombre Javier, gobernador de Veracruz, y a su secretario de Finanzas, Tomás Ruiz, que está bien que chinguen, pero a su madre respétenla.

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