jueves, 31 de mayo de 2012

Peña Nieto: ¿Del gozo al pozo?

Emilio Cárdenas Escobosa
De interés público

Hasta hace un mes eran pocos, muy pocos, los que dudaban que el priista Enrique Peña Nieto se enfilaba sin mayores sobresaltos para ganar con holgura la elección presidencial del 1 de julio.
Entre los tricolores todo era alegría, arrogancia y desdén hacia sus opositores. Estaban en los cuernos de la luna, las encuestas mostraban a un puntero que superaba el 50 por ciento de las intenciones de voto y estaba 20 puntos arriba de Josefina Vázquez Mota y de Andrés Manuel López Obrador que peleaban el segundo lugar.
En las filas opositoras se veía complejo remontar esa ventaja y la impresión de la población en general era que estábamos ante una elección prácticamente de trámite. Peña Nieto se sentía ya en Los Pinos. El personaje beneficiario del desastre nacional que hereda el panista Felipe Calderón, con el apoyo de Televisa y medios adláteres, con palmaditas en la espalda de la nomenclatura tricolor y el abierto apoyo de grupos empresariales distantes ya del calderonismo, cabalgaba feliz rumbo a la jornada electoral.
Montado en la soberbia y arrogancia de quien se sabe arropado por los poderes fácticos llegó al primer debate presidencial. Ahí, pese a los señalamientos que le hicieran la panista y el perredista, que por momentos parecieron hacerle mella, Peña Nieto salió airoso, sin despeinarse mayormente, favorecido por el inexplicable asunto de la guapa edecán del debate, tema que acaparó los comentarios y diluyó en medios, quizá intencionadamente, los cuestionamientos de fondo que en ese encuentro fueron planteados. Así, llegó el día de su visita a la Universidad Iberoamericana y en el día 132 del año –dato para los amantes de la numerología- el guion de la historia de telenovela se torció.
La visita a ese centro de estudios, pese a las naturales protestas de algunos jóvenes, devino en caos cuando en un lapsus que no midió, al terminar su exposición y ya en la despedida, se le hizo fácil ante cuestionamientos sobre la represión en San Salvador Atenco en 2005 cuando era gobernador del Estado de México, asumir –al más puro estilo diazordacista- la responsabilidad del hecho en aras de “mantener el orden”, episodio que dejó más de 300 detenidos, 2 muertos y decenas de mujeres violadas por policías. Esa respuesta fue para muchos su Waterloo. Los jóvenes estudiantes prácticamente lo corrieron de la Universidad.
El acabose llegó con la reacción de sus correligionarios tachando de provocadores, manipulados y ajenos a la Ibero a los jóvenes que protestaron, pero sobre todo con la torpe operación mediática del priismo y Televisa que quisieron tapar el sol con un dedo y a ocho columnas y en todos los espacios de radio y televisión que controlan calificaron de éxito la visita pese a “los intentos orquestados de boicot”. La respuesta no se hizo esperar. Expresada en una ola de protestas en las calles y en las poderosas redes sociales contra la televisora y el priista, fue la génesis de un movimiento estudiantil de rechazo a su candidatura y al PRI, no visto desde el de 1968, cuyas dimensiones e impacto en la votación y en el futuro inmediato del país mantienen en vilo a analistas y observadores de la política.
Vendrían luego las marchas anti Peña Nieto y las protestas en los eventos que presidía el mexiquense a lo largo del país, las que en muchos casos fueron enfrentadas con violencia por grupos al servicio del PRI, lo que a todas luces fue echarle gasolina al fuego. Así tuvo materia para nacer el ya famoso movimiento #YoSoy132 que agrupa a estudiantes de cerca de 50 universidades públicas y privadas del país-, nucleadas en torno a demandas de democratización de los medios de comunicación, pero sobre todo en el rechazo al eventual triunfo del PRI.
Al iniciar junio el mundo color de rosa se esfumó. Las encuestas, aún las de dudosa manufactura, coinciden ya en una clara tendencia a la baja de las preferencias hacia el antaño inalcanzable Peña Nieto, el desplome de la abanderada del PAN y una consistente alza del candidato perredista (Reforma, por ejemplo, pone prácticamente en un empate técnico a Peña y a López Obrador, distantes ya más de diez puntos de Vázquez Mota).
Hoy, a un mes de los comicios, la percepción de que puede perder la elección ante el candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador ya está instalada en el imaginario colectivo.
Pero faltan 27 días de campaña. Tiempo donde todo puede pasar. Tendremos el segundo debate presidencial, ahora con mayor cobertura televisiva gracias al movimiento de los jóvenes del #YoSoy132, donde Peña Nieto tendrá que hacer gala de sus mejores cartas y aplomo para salir airoso. Se avizora la intervención del gobierno de Felipe Calderón y el panismo para redoblar la campaña de guerra sucia, urgidos ya no de subir a Josefina sino de frenar la caída en la intención de voto hacia los candidatos a legisladores que pondrían al PAN en una situación complicada en el próximo Congreso federal y que comprometería al propio Calderón cuando se trate de votar temas delicados sobre su gestión. Vendrán nuevos episodios de acusaciones y revelaciones hacia ex gobernadores del PRI, destacadamente en el candente caso de Tomás Yarrington, sus prestanombres y los de su sucesor en el gobierno de Tamaulipas, Eugenio Hernández, en el marco de las acusaciones sobre lavado de dinero y colusión con el narcotráfico que se siguen judicialmente en Estados Unidos. Todo ello en medio de crecientes movilizaciones de los universitarios motivados por reconocerse como una fuerza capaz de arrinconar a las televisoras y que tienen ya su lista de demandas que incluye la exigencia de juicio político contra Felipe Calderón por el saldo de la guerra contra el crimen organizado y contra el propio Peña Nieto por el caso Atenco.
Vienen los 30 días más angustiosos para el PRI y su candidato. Cuatro semanas que mantendrán al país en tensión. Tiempo de guerra sucia al por mayor en medios, de revelaciones y escándalos, de marchas y contramarchas. De las maquinarias de los gobiernos federal y estatales apretando a sus clientelas para garantizar su voto duro, de redoblar el reparto de despensas, regalos y bienes diversos, de coacción directa y sin ambages para asegurar sufragios, de amarrar el voto corporativo. De la puesta en funcionamiento de todo el catálogo de inducción electoral de priistas, panistas y perredistas, donde son gobierno.
No obstante, el factor que, muy probablemente, decantará los resultados es la irrupción de los jóvenes universitarios; muchachas y muchachos politizados, contestatarios e idealistas que quieren hacer historia. Conectados por las redes sociales, irreverentes y sin los atavismos de sus mayores, que pasan de la compra de votos y las triquiñuelas electorales conocidas hasta el hartazgo, ellas y ellos tienen el potencial de decidir el final de este atípico e intenso proceso electoral. Y, desde luego, que quieren demostrarlo.
¿Se evapora sin remedio el triunfo largamente anunciado de Enrique Peña Nieto?

jecesco@hotmail.com www.cronicadelpoder.com

Twitter: @JECESCO

No hay comentarios: