viernes, 22 de junio de 2012

El Big Brother fallido de Theurel

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Los priístas, más que nadie, saben cuánto le falta a Marcos Theurel para ser un buen alcalde y ahora están más que asombrados, al borde de un ataque de histeria, por la encomienda que el PRI le ha conferido: hacer ganar a Enrique Peña Nieto, su candidato presidencial.
Quienes conocen a Theurel tienen la certeza de su incapacidad para operar una campaña, menos para reforzar el voto duro del PRI, y mucho menos para convencer a los que aún, hoy, a nueve de días de elección, no han definido por quién votarán.
Saben que Theurel ha provocado divisionismo entre los priístas. Si de por si las corrientes del PRI, los de Marcelo Montiel, los de Iván Hillman, los de Roberto Chagra, no jalan parejo, peor ahora que el alcalde de Coatzacoalcos se ha impuesto la innoble tarea de fragmentarlos.
El PRI, como puede observarse, presenta una seria fractura. Y con ese PRI, confrontado, diezmado, en el cuartel general de campaña de Peña Nieto se han propuesto ganar la elección en el distrito de Coatzacoalcos.
Ese tremendo reto, lo convirtieron en tarea imposible cuando tuvieron la ocurrencia genial, por ejemplo, de designar a Marcos Theurel como operador principal de Peña Nieto en un distrito que de por sí es perdedor, que es bastión del perredismo en Veracruz, que genera un voto de castigo hacia el PRI en cada elección presidencial y que hoy, gracias al general de división, Marcos Theurel, anda al garete, sin rumbo alguno.
Echo bolas, Theurel enfrenta un dilema mayor. Su gestión como alcalde es prácticamente nula. En 18 meses, no hay una sola obra que valga la pena, algo que lo haga recordar, una obra que genere amplios beneficios sociales y que produzca eso con lo que se regodean quienes están en las esferas de poder: trabajo político.
Si a esa falta de obra pública se agregan los constantes conflictos generados por el alcalde con su carácter volado, las evidencias de cómo maltrata a la ciudadanía, su agresiva bipolaridad y un sinnúmero de actos de corrupción, incluso reconocidos públicamente, lo que le queda al PRI es un escenario de desastre.
Theurel no lleva una buena relación con los líderes de las otras corrientes priístas. Nadie lo soporta. Theurel, lejos de matizar los problemas, con altanería, los agrava. No duda en acusar públicamente a sus adversarios priístas de ser los autores de su desgracia, y a la vista de todos, los agrede, los convierte en sus enemigos.
En manos de Theurel, Peña Nieto está perdido. Sin estructura electoral alguna, sin cara para pedirle a las corrientes del PRI que lo ayuden, sin humildad para recurrir a las promotoras y dirigentes de seccionales a quienes pretendió aplastar, Theurel le garantiza a Peña Nieto un sonoro descalabro.
Coatzacoalcos es un distrito de oposición. Desde 1988, salvo en 1991 cuando ganó el priísta Fernando Charleston Salinas y en 2003 cuando Gonzalo Guízar Valladares se llevó la victoria, este distrito ha sido para el PRD y el PAN. El voto, en automático, es contra el PRI.
Quizá por ello, a Marcos Theurel se le hizo fácil endosar la segura derrota a su mentor político, Marcelo Montiel, ex alcalde de Coatzacoalcos y hoy secretario de Desarrollo Social del gobierno veracruzano, con quien rompió lanzas y se dispensa odio del bueno.
Hace unas semanas, Theurel hizo algo nunca visto: produjo, dirigió, actuó y distribuyó varios videos en que priístas acusan al equipo montielista de realizar una contracampaña para dañar a Peña Nieto, para inhibir el voto para el candidato presidencial del PRI.
Una de los sketch fue grabado en su casa y se ve al alcalde Marcos Theurel formular preguntas, casi inducir las respuestas, hincando el diente sobre el candidato a la diputación federal por el PRI, Joaquín Caballero Rosiñol, acusándolo de entregar y casi de inmediato recoger la propaganda de Peña Nieto y pedir un voto cruzado: por Joaquín, pupilo de Marcelo Montiel, y por Josefina Vázquez Mota, candidata presidencial del PAN.
Al final de la grabación, Theurel y el priísta entrevistado voltean a ver la cámara. Las otras grabaciones son similares: el entrevistado viendo indistintamente a quien le pregunta y a la cámara.
Theurel es un personaje carece de habilidad para el manejo de crisis. Burdo para diseñar y ejecutar estrategias de ataque a sus enemigos. El manejo de los videos filtrados a la prensa, es una muestra contundente.
Que haya aparecido Theurel en el primer video, es de kínder. No se trató de momentos captados sigilosamente, con cámara escondida, en que los priístas, con lenguaje coloquial, mentando madres, lanzando sapos y cebollas, hubieran despotricado contra los montielistas y su contracampaña. Por el contrario, se escuchan frases hechas, producto de un guión y obviamente de una intención.
No es descartable que Marcelo Montiel, en efecto, hubiera soltado la elección presidencial con ganas de reventar a Theurel, pero era un tema que debió tratarse en corto, lavando la ropa sucia en casa.
Pero la historia tiene más. Le sacó una cuantas canas verdes al gobernador Javier Duarte, exhibiéndolo como un virrey que no controla a sus súbditos, que no pone orden, que tiene al PRI convertido en un rompecabezas con las piezas dispersas.
Con el episodio de los videos, Marcos Theurel pretendió asestar un golpe decisivo y demoledor a Marcelo Montiel, y obligarlo a meterse de lleno a la campaña de Peña Nieto, cuyo triunfo se lo debería al alcalde de Coatzacoalcos. Es decir, hacer caravana con sombrero ajeno o llegar a comer cuando la mesa está servida.
En política, los lío grandes se arreglan bajo la mesa. Peña Nieto y sus operadores conocen al pie de la letra la carencia de trabajo político de Marcos Theurel, su pésimo papel como alcalde, los conflictos con las corrientes priístas de Coatzacoalcos y el error –gravísimo error— de haber ninguneado a las promotoras de colonias, que son la columna vertebral del voto duro del PRI.
Peña Nieto y su equipo saben de qué carece Marcos Theurel y cómo abonó el camino a la derrota, aunque ahora, con videos prefabricados, pretenda atribuirle la culpa a otros.

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