miércoles, 27 de junio de 2012

Voto razonado, útil y emotivo

Pedro Manterola Sainz.

Miércoles. A mitad de la semana, en el final de las campañas. En la cintura del calendario, una elección sin pies ni cabeza. Del Jueves al Domingo serán días de guardar, para decidir el 1 de Julio, con libertad y conciencia, quién nos habrá de gobernar y quiénes serán nuestros diputados y senadores, todos representantes de la voluntad popular. Sin glorificar a nadie, porque ahí empieza la demagogia. En nosotros mismos, por decirnos al oído lo que queremos creer y escuchar, en lugar de lo que vemos y lo que en realidad estamos pensando.
Creo que el voto es, en principio, algo personal. Y que de uno en uno vamos construyendo mayorías y minorías, y es nuestra obligación ética y ciudadana aceptar pertenecer a una u otra, sin triunfalismos ni humillaciones. No creo en los maniqueos que ubican el mundo, y las campañas, en una batalla del bien contra el mal, de puros contra impuros y patriotas contra apátridas. Sea quien sea el que gane, nadie podrá regresar a un pasado que nos costó mucho dejar atrás. Nadie podrá gobernar sin medidas compartidas, reglas claras y contrapesos serenos y razonables. Nadie, ninguno de ellos, será capaz de destruir el país o reconstruir un pasado satanizado y glorificado casi en la misma magnitud. Ni Génesis, ni Apocalipsis, porque a ese paso, el nuestro va a ser un éxodo permanente. Nos falta la ecuanimidad para darle a nuestra historia la necesaria visión de claroscuros que nos unifique, y quitarle la condición de evangelio de piedra que nos separa. Hubo logros, beneficios, crecimiento, instituciones, libertades, prestaciones, escuelas, hospitales, carreteras... Y autoritarismo, excesos, corrupción, perversión, miseria, represión, mentiras y fraudes. Somos complejos, y queremos hacer todo tan simple como “sí” o “no”. En la pluralidad, somos singulares. Y de esa herencia no se escapa nadie. Porque en todos los partidos hay héroes y villanos, en todos hay ineptos y capaces, limpios y corruptos, demócratas y demagogos, íntegros y oportunistas. En todos hay rajas de opacidad y pedazos de incongruencia, y por supuesto hechos y complicidades que deberían avergonzarlos. Pero es sabido que la autocrítica siempre es necesaria en el otro. Y la medida de cada una de esas características la dan nuestras filias y fobias, nuestros gustos, traumas, emociones, afectos, creencias, simpatías, obsesiones, objetivos, frustraciones y antipatías. El que esté libre de idealismo, que tache la primer boleta. No será la mía, que tampoco será la última.
Votaré de acuerdo a mi conciencia. A ella respondo de mis actos, de mis omisiones, aciertos, ideas y convicciones. De mis palabras y mis acciones. En el proceso de decidir, pienso, examino, recuerdo, observo, repaso, explico, comprendo, escucho, condeno y disculpo, no siempre en ese orden. He sido testigo, y he vivido en carne propia, el oprobio, la envidia, el servilismo, la impostura, el despotismo y las falacias de muchos priistas. Como claro ejemplo, basta observar las campañas en la región y el municipio. Pasadas y presentes. Sus protagonistas, oficiosos y oficiales, mayores y menores, no tienen argumentos, capacidad, diálogo, razonamiento ni integridad como bienes en el acervo de su atolondrado activismo. No es lo suyo. Sus recursos se expresan en efectivo y su elocuencia se traduce en beneficios económicos y materiales. Su consigna es “ganar, cueste lo que cueste”, porque, al fin y al cabo, los recursos no son de ellos, sino de todos nosotros. Pagan con la hacienda pública triunfos que presumen como propios. No tienen mayor estrategia que la cooptación, la sumisión y la emboscada. Para ellos, ganar es obtener una patente de impunidad, un vale canjeable por futuros e incontables privilegios. Si algo saben disimular, es la fidelidad, pasada, presente y futura. Su permanencia en cargos públicos no se basa en el talento, sino en su capacidad de simular, comprar y corromper. En el trayecto, suman destacados alumnos criollos, tricolores y blanquiazules, escoltas subordinados por su propia ambición. Entre ellos, se exigen devoción y retozan en la mutua adulación. Creen lo que mandan a decir de sí mismos. Compran muchas voluntades, pero no obtienen la confianza de nadie. Prestidigitadores de la codicia, a todos ofrecen y prometen lo mismo, para que suceda al mismo tiempo, en el mismo lugar. Lo suyo no es convencer, sino usurpar. No construyen la victoria, la pagan. No se les puede creer. No yo. No en esta elección. Ni en ninguna otra.
También he visto la otra cara de la moneda. Conozco priistas de palabra e integridad, de talento y honestidad. De nobleza y resultados, para los que es igual de importante el triunfo que la manera de conseguirlo. Siempre juegan limpio, a pesar de la rudeza del adversario, así se diga aliado, compañero y amigo, o se reconozca abiertamente como antagonista. Uno de los mejores cuadros del priismo, un hombre serio y honorable, es candidato al Senado en Veracruz, estado particularmente maltratado y ultrajado durante décadas por una fauna política impresentable. En contraste, él destaca junto con algunos otros, una minoría, debo decirlo, que se esfuerzan cotidianamente por darle a la vida política y el servicio público un sentido ético, con madurez, conciencia, perseverancia, nobleza, confianza, tolerancia, responsabilidad. Ese es el voto que decidí antes que cualquier otro. Antes incluso de que iniciaran las campañas. Porque acompañé su esfuerzo para pasar de ser aspirante a candidato, en la medida de mi capacidad y mis posibilidades, tan de cerca como me fue posible y a la distancia que impusieron las circunstancias. Comparto con él la lealtad a la palabra. He seguido de cerca su campaña, sus incidentes, conflictos, luces, sombras y consecuencias. A él, le creo. Tiene mi confianza, mi aprecio, mi respeto. Mi voto.
Mi voto, he dicho, es solo mío y a nadie más respondo por él. Lo hago público para responder ante todos. Y a todos en Veracruz los invito a votar por mi candidato a Senador. Una presencia que dignifica el entorno público en nuestro estado. Un político de verdad, distinto a aquellos que dicen ser diferentes sin saber como demostrarlo. Lo conozco, muy por encima de las mezquindades que rodean a todos, a él y a cada uno de nosotros, cuando se habla de política. Porque sé que es un priísta de bien, honesto y decente, de sensibilidad y palabra. Porque los hay. El mío es un voto convencido, razonado, útil y emotivo. En Veracruz, es con Pepe Yunes.

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