viernes, 20 de julio de 2012

Vivir y morir entre armas


Brenda Caballero

Números Rojos

No puedo evitar las ganas de llorar… algo más fuerte supera mi ironía al escribir, algo que no puedo describir pero sé, es mayor que la tristeza.
Ayer, al ver los noticieros por la mañana, me enteraba de la tragedia que había acontecido apenas hace unas horas en Denver, Colorado, en el vecino país de Estados Unidos.
Un joven de 24 años llamado James Holmes, que al parecer iba vestido del villano Bane en la nueva película Batman, “El Caballero de la Noche asciende”, entró por la salida de emergencia de la sala 9 del cine Century 16 en la localidad de Aurora. Acto seguido aventó dos bombas lacrimógenas y comenzó a disparar sobre los cinéfilos que se encontraban en la sala. Los espectadores mencionan 15 minutos en los que el asesino subía lentamente las escaleras, mientras disparaba las tres armas que llevaba contra las personas que intentaban huir. El saldo 10 personas muertas en el lugar, 2 más en hospitales, mientras se habla de 38 heridos con posibilidades de aumento en los muertos por el estado crítico de algunos de ellos.
Hace poco más de una semana, en Ixtapaluca, Estado de México, una pandilla de al menos 17 personas irrumpió en un campamento del Movimiento Juvenil Cristiano en el cual estaban 79 jóvenes de entre 13 y 19 años de edad acompañados de 11 adultos, los cuales se encontraban en un retiro espiritual. La pandilla, además de golpear a algunos de sus miembros, asaltó y violó a cinco adolescentes. Afortunadamente no hubo víctimas mortales que lamentar; sin embargo, uno de los detenidos confeso menciona que todos los delincuentes portaban armas.
Por si los dos escenarios le resultan lejanos, en la capital del estado Xalapa, a principios del mes, el junior Juan Pablo Franzoni amenazó con una pistola a un grupo de personas del ¡Yo soy 132! que se manifestaba en las céntricas calles de la ciudad.
¿Cuál es el factor común de los tres acontecimientos? Sin duda alguna son las armas.
Armas que pueden conseguirse casi en cualquier lugar, por una módica cantidad de dinero y sin que haya un control de las autoridades.
Incluso, las mismas fuerzas armadas del país han reconocido que los grupos delincuenciales y del crimen organizado están más armados que ellos.
¿Qué nos queda? Tristemente los mexicanos vamos acostumbrándonos a vivir entre balazos, ¿recuerda el caso de los niños de jardín tranquilizados por los cantos de su maestra?
Estos sucesos vívidos nos pone a pensar en cómo se transforma un ser humano con un arma, capaz de atentar y lastimar a otros seres que ni siquiera conoce, como si fuera dios todopoderoso, que decide sobre la vida y la muerte.
No descarto otros factores, como el fanatismo, la locura, la necesidad, la prepotencia, la complicidad y la falta de principios morales.
Si día a día vamos viendo que es imposible parar el mercado negro de armas, al menos podemos exigir a nuestras autoridades más seguridad.
Seguridad que permita estar en un restaurant sin temor a que un tipo ebrio saque un arma para amedrentar a los demás; seguridad para poder asistir a un campamento y solamente contar con la naturaleza; seguridad para poder ver tranquilamente una película en una sala de cine sin esperar a que alguien se levante y agreda a los demás.
En pocas palabras, necesitamos que en el clímax de la violencia, nuestras autoridades nos hagan sentir seguros para trabajar, caminar, descansar y divertirnos.
Que las instalaciones, equipo y armamento sirvan para resguardar a la población no para su uso personal… de esos servidores estamos hartos.
Tan hastiados como el ver al hijo de José Azano, proveedor de SEDENA, derrochar más de un millón de pesos en una botella de champaña rosa de 15 litros y otras bebidas de fantasía en una noche en Las Vegas.
Me siento triste, tanto que no pude evitar las lágrimas, ante tanta descomposición social, ante la indiferencia de sociedad y autoridad, ante un estreno que deseo ver y que han manchado de sangre sin justificación.

Email: caballero_brenda@hotmail.com

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