lunes, 24 de septiembre de 2012

El sagrado derecho de los pueblos

Claudia Constantino
Las Crónicas de 2012 

Para Irving Ramírez, mi amor maestro.
Como Jefe del Supremo Consejo Totonaco, como esposo, padre, amigo, sabio eterno Don Juan Simbrón Meléndez es un personaje. Trabajar en sus memorias, además de una distinción y un privilegio, es un recorrido minucioso por la cultura Totonaca, por su tradición, por esa memoria intacta que la mente de mi Tata (y el de miles de totonacos) guarda con devoción absoluta. Es una manera distinta de ver la naturaleza y su relación con los hombres; que no la del hombre con la naturaleza –esa al Tata se le hace tristísima- otra manera de ver la vida, de ver la muerte, el tiempo, el espacio, el amor, el valor y la conciencia de sí mismo y del mundo.
            Sentado en su sillón preferido, vestido con su traje blanco inmaculado como de “volador”, me habla a ratos en totonaco, a ratos en metáfora; todo el tiempo dirigiendo la mirada al más allá. Etéreo. Con esa distancia que, sin querer, toman los sabios, de los simples mortales. Me explica sobre el daño que nos hace la mezquindad. Cómo se equivocan nuestros gobernantes guiados por ella, mal aconsejados por ella, presos de ella, inmersos en ella y sin darse cuenta, se transfiguran de líderes en predadores del futuro de los pueblos.
            Repasa con doctrinal firmeza la lista de cualidades y habilidades que debe poseer un líder y asegura que, de entre todas, la más importante es la necesidad vital del bienestar común, que requiere despojarse del Yo para consagrarse a todos. Sus pequeños ojos, casi todo el tiempo cerrados como si cada palabra que pronuncia, la leyera en un papiro que le fuera revelado en su inmenso mundo interior para bien de “sus hermanos”.
            Siempre se refiere a “sus hermanos”; todo el tiempo llama así a los miembros de su pueblo: el totonaco. Menciona por nombre y apellido a los jóvenes que han emigrado del pueblo y han ido a la ciudad para estudiar, a ilustrarse y a convertirse en su orgullo y el de su pueblo entero. Y aquí, cuando lo llamamos pueblo; no nos referimos a una localidad, sino a toda una región que comprende principalmente los municipios de: Papantla, Zozocolco de Hidalgo, Filomeno Mata, Coyutla, Coatzintla, Espinal, Mecatlán, Misantla, Gutiérrez Zamora, Nautla, Tecolutla así como Cuetzalan, Caxhuacán en Puebla y Huehuetla en Hidalgo.
            Tiene la certeza de que ellos serán los nuevos líderes de su pueblo porque son más preparados, y mantienen los principios emanados de su cultura ancestral y miran al mundo moderno como una oportunidad donde el Tata les ha pedido encuentren el modo de salvaguardar su historia, su riqueza, sus tradiciones, sus sitios sagrados; y, por otra parte, para procurar un mayor bienestar para todos “sus hermanos” que no haya más niños descalzos entre el lodazal, ni más jóvenes mujeres muriendo de parto, ni más jóvenes totonacos sin poder superarse e ir a la universidad. Presume de los que ya tienen maestría y hasta al que consiguió un doctorado.
            Luce su orgullo al tiempo que sus escasos dientes, y lanza un reto: ningún pueblo viejo debe morir. Es como ver morir de a poco a la humanidad. “No queremos que lo moderno nos devore. Hemos sido muy felices por siglos, en estas tierras a nuestra manera.” El Tata dice que ya pronto va a morir y espera que para entonces su pueblo esté listo para dejarlo ir; y enfile sus pasos hacia el futuro al que les dice a diario, no hay que temer excepto si intenta corromperlos, devorarlos, diluirlos hasta fundirlos con lo nuevo.
            Y antes de atender a los representantes del Consejo que ya lo esperan para “acordar” concluye: Ver el futuro no siempre es un regalo, pero para el Totonacapan deberá ser un derecho sagrado. Hemos estado aquí por siglos y a nadie hacemos daño, porque tratar de aniquilar este espacio que guarda celoso el recordatorio de lo profundamente humano que habita en los hermanos mexicanos.
            Hace pocos días la CRAC (Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias) en el juicio contra de Máximo Tranquilino Santiago uno de sus líderes , volvió a dar una enseñanza magistral a los funcionarios y autoridades en general sobre cómo deben actuar y comportarse con la población indígena a la hora de procurar y administrar justicia, porque el respeto a sus derechos, es justicia.
            Mejor preparados y conociendo sus derechos, los pueblos indígenas se preservan de quienes quieren abusar y aniquilarlos. Todos y todas, sabemos el talante de la CRAC, su prestigio nacional e internacional, su legitimidad frente a los pueblos indígenas y mestizos, su calidad jurídica y ética, su compromiso probado con las víctimas y su entrega incondicional a la causa por la justicia y la seguridad de los más pobres.
En la región de la Costa-Montaña, han demostrado con resultados tangibles, por qué es la zona más segura del estado de Guerrero, y lo han logrado con base a sacrificios, en medio de muchas precariedades, realizando en todo momento, un servicio gratuito a la comunidad, sacrificando su tiempo, padeciendo hambre, enfermedades y órdenes de aprensión... Los pueblos indígenas de México luchan por su derecho sagrado a VIVIR.
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