lunes, 22 de abril de 2013

El libro y la canica de cristal

Jorge Arturo Rodríguez 
Tierra de Babel

Cierto día, andando por las calles de Xalapa, ¿bella aún?, me encontré con una amiga de aquellos tiempos universitarios, y luego de los consabidos saludos, besitos y remembranzas, ella ahora ama de casa, me pidió que le recomendara algunas lecturas para su sobrino de quince años, “quiero intentar que lea algo, porque se la pasa día y noche en el chat o con su celular mensajeando, perdiendo su tiempo”. “¿Tu sobrino? ¿Y tus hijos?”, le pregunté. “Ellos ya estudiaron, ya hasta trabajan, son dos varones, empecé temprano”, sonrió. Sonreí también y no quise inmiscuirme más en su vida, con la mía tengo suficiente. Como estábamos obstruyendo el paso en la acera, la invité al parque y sentarnos en una de las bancas, al lado de una parejita pronto actuar, miedosos o sin lana para decidirse ir al motel, eso parecía. “¿Alguna lectura? ¿Quieres motivarlo?”, le pregunté. “Sí, que se vaya alejando de esas tonterías”, dijo preocupada. “Bien, pero, ¿y la escuela?”, la interrogué. “Ahí no ha leído más que un libro, y eso porque se vio obligado para pasar la materia, ya sabes, la lectura obligatoria”. “Sí, lo sé”, le dije yéndome ya al pasado y recordando mis lecturas de estudiante, unas hechas de cajón, otras medianamente disfrutables, porque las lecturas con las que realmente me deleité, reflexioné, imaginé y aún recuerdo fueron las de fuera del programa, extramuros.
Mi amiga quiso aclararme: “Sí, que sean lecturas…” Pero yo la interrumpí diciendo que la cuestión no era fácil, sobre todo ahora que la juventud anda ni siquiera de cabeza, porque parece que no tienen, anda como lo que últimamente ven, zombis… A insistencia de ella, le comenté que le pasaría una lista de libros que podrían atrapar al sobrino, pero con la consideración que ella o los papás tendrían que indagar sus gustos, para partir de ahí… “Por lo pronto que lea El libro de la imaginación, de Edmundo Valadés”, le dije. Y así quedamos, días después le pase una lista de lecturas. Eso fue hace dos meses, no he sabido nada de ella, ni del sobrino, mucho menos de los resultados de las lecturas recomendadas.
Hace un rato, mientras en la cama recostado dejé a un lado el libro que estoy leyendo, me acordé de mi amiga, lo que me llevó a recordar que en tiempos universitarios, ella y otros amigos se burlaban de mí porque yo compraba libros por kilo, lo cual era cierto, gracias al bajín económico que le daba a mi padre y de vez en cuando a mi madre, y también gracias a que me sacrificaba no comiendo bien, sólo bebiendo café y pan. (Las incursiones etílicas eran otra cosa). Pero años después, gracias a esos kilos de libros que compré y que leí poco a poco, puedo darme el gusto, la delicia, el gozo, la alegría de recordarlos y volver a ellos, pero, sobre todo, han delineado, de una u otro forma, mi vida, mi pensar, mi sentir, mi imaginación, mi creatividad, y hoy, precisamente por esos libros, los leídos a güevo y los que he leído extramuros, me permiten ser selectivo en mis lecturas, esas con las que ahora converso, con esos libros que están vivos, sólo falta que me les acerque y oigo cómo me susurran, me ven, me oyen, me hablan, me explican, me aconsejan, me proponen, me gritan, me lastiman, me alegran, me hacen reflexionar, imaginar, crear…
Es como el poema “Don Libro está helado”, de Gloria Fuentes: Estaba el señor don Libro/ Sentadito en su sillón,/ con un ojo pasaba la hoja/ con el otro ve televisión./ Estaba el señor don Libro/ Aburrido en su sillón,/ Esperando a que viniera... (a leerle)/ Algún pequeño lector./ Don Libro era un tío sabio,/ que sabía de luna y de sol,/ que sabía de tierras y mares,/ de historias y aves,/ de peces de todo color./ Estaba el señor don Libro,/ tiritando de frío en su sillón,/ vino un niño, lo cogió en sus manos/ y el libro entró en calor”.
Este 23 de abril se celebra el Día Mundial del Libro, háganlo todos los días, con ese buen amigo: el libro.
Y también, el pasado 22 de abril fue el Día de la Tierra, de esta canica de cristal azul, así llamada a partir de una famosa fotografía de la Tierra tomada por la tripulación de la nave espacial Apolo 17.
Pues bien, con Juanes, cantemos “Ama la tierra en que naciste/ ámala es una y nada más/ a la mujer que te parió/ ámala es una y nada más/ ama tu hermano ama tu raza/ ámala es una y nada más/ ama tu sangre y no la riegues por ahí/ ámala es una y nada más”.
Por lo pronto, ahí se ven.

Hasta la próxima

jarl63@yahoo.com.mx

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