miércoles, 31 de julio de 2013

La violencia del silencio

Erwin S. Bárcenas Oliveros
Un Clavo al Ataúd

“A veces, el silencio es la peor mentira.”
Miguel de Unamuno
Televisión genera televidentes; gobierno desemboca en gobernados; omisión termina en reclamo y violencia genera violencia. Las formas y los contenidos, lo que se dice y lo que es, o puede que era, pero como no lo dijo el noticiero de la 10, así que tal vez no sea; Michoacán y Estado de México (y antes de ellos Veracruz, Monterrey, Tamaulipas, Sonora, Coahuila, Tijuana, etcétera) se encuentran bajo estado de “No sabemos a ciencia cierta qué pasa pero seguiremos informando, ¡oh sí!, hay algunos muertos pero puede que sean narcos”.
Dicen nada para evitar tener que comentar todo, crean suposiciones y generan nubes de “Pué que sí, pué que no, mientras tanto, veamos estos atentos anuncios comerciales”, y se crea una nueva vertiente del consumismo: la violencia genera espacios publicitarios.
Si se trata de evitar un tema o en el peor de los casos, sólo comentarlo por encimita, nada como un anuncio pagado de algún banco para hacer un publirreportaje, quitarle espacio-tiempo al noticiero, a lo mejor hablando del Chepo, o de del Checo, o mejor del Chanfle y del Chicharito.
Que si Bimbo tiene un compromiso social con la sociedad y Coca-Cola uno moral con la moralidad, que Telcel combate al sida o Danone al cáncer infantil... pero y ¿quién combate la ola de violencia? ¿La corrupción en los diferentes sectores energéticos? ¿La debacle de la calidad de la educación? ¿la violencia explícita y no tanto contra la mujer y las numerosas minorías? no todo lo genera el crimen oficialmente no organizado ni el organizado, cuando un Estado está más preocupado por generar sociedades anónimas y capital sumamente variable en detrimento de un pueblo que cada día depende un poco más de los finales felices en las telenovelas y de los descuentos en productos de cadenas comerciales que pagan poco y ganan mucho... pero a todo esto, ¿dónde están nuestros representantes?
La operación en el área de la tiroides de Enrique Peña Nieto pareciera una no deseada, pero muy oportuna bendición para evitar que un presidente que se ha destacado por equivocarse más en la forma que en el contenido, pero a la vez, que no sabe cómo contestar ante preguntas que no fueron previamente escritas bajo la libertad de expresión de Comunicación Social de Gobierno de la República, pueda descansar de la realidad que le tocó ignorar.
Los próximos días, la omisión no sólo será una línea política, sino una prescripción médica, el silencio será sustituido por ademanes gráciles tipo reina de belleza y una sonrisa Colgate, peinado perfecto de salón y ropa de maniquí de Robert´s; pero la información, las decisiones, la deuda al decir lo que ocurre, pasará de largo; Michoacán, los desaparecidos en la Zona Rosa, los inmigrantes en Veracruz, las esclavas sexuales, los pobres, el campo abandonado, los niños subempleados, el espionaje gringo, retraso tecnológico, en salud, energía... todo eso en lo que estamos, no reprobados, sino olvidados, pues seguirá así, ya que el doctor recetó silencio absoluto.

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