lunes, 30 de septiembre de 2013

Bioenergéticos

Luis Alberto Romero
Hora Cero

Dos años después de que en el ámbito federal se legislara en materia de bioenergéticos, en abril de 2010 se crea, mediante decreto publicado en la Gaceta Oficial del Estado, el Inverbio, que tiene como función organizar y coordinar la investigación y desarrollo tecnológico para la producción de bioenergéticos en la entidad. Su titular, desde ese momento y hasta la fecha es Osiel Castro de la Rosa.
Hace tres años, Veracruz se ubicó entre los estados pioneros en la materia y comenzaron los trabajos para destinar tierras que hasta esos días se encontraban ociosas, a los cultivos que pueden producir bioenergéticos, como la caña de azúcar, el sorgo dulce y la palma de aceite.
Se trata de combustibles de origen biológico, obtenido de manera renovable a partir de la Biomasa, que procede de esos y otros cultivos, a diferencia de los combustibles fósiles.
Hay que recordar que el 90 por ciento de la energía consumida en el mundo proviene de fuentes no renovables, básicamente el petróleo.
Solo para ilustrar el atraso que prevalece en nuestro país en materia de bioenergéticos, hablaremos del caso específico de Brasil, donde más del 38 por ciento de la energía que se consume es de fuentes renovables, fundamentalmente el etanol que se produce a partir de la caña de azúcar. En nuestro país, el porcentaje de la energía que se obtiene a partir de fuentes renovables apenas alcanza el 9.5 por ciento, aunque la mayor parte de este porcentaje se logra con la producción de energía hidráulica, solar y eólica.
El tema de los bioenergéticos adquiere una mayor relevancia ahora, cuando nuestro país enfrenta una aguda crisis en el sector cañero y la industria azucarera; se trata de un problema que afecta directamente a 180 mil agricultores de 15 estados del país, que exigen subsidios gubernamentales ante la sobreproducción de azúcar que ha desplomado los precios en el mercado nacional.
De igual manera, otros factores que contribuyeron al problema en el sector cañero tienen que ver con la importación excesiva de azúcar en el último tramo del sexenio del expresidente Felipe Calderón y, también, a que la industria refresquera dejo de consumir azúcar para utilizar mayormente alta fructuosa como edulcorante.
Habría que destacar aquí que el problema cañero nacional es una oportunidad para que Veracruz ponga el ejemplo en cuanto a políticas públicas orientadas al futuro de los combustibles, comentó el titular del Inverbio, quien resaltó la importancia de impulsar la industria del etanol en Veracruz.
Retomamos una vez más el modelo brasileño: en ese país, las plantas alcoholeras y productoras de etanol, así como los ingenios azucareros funcionan en las mismas zonas de abasto y la industria se maneja en función de los requerimientos del mercado internacional; así, cuando el precio del azúcar se encuentra a la baja, la industria brasileña se enfoca a la producción de biocombustibles y viceversa.
Pero ¿cómo estamos en Veracruz?. Aquí, dos plantas ya producen etanol: una, la de Atoyac, que cuenta con una zona de abasto de 6 mil hectáreas, pero que requiere de 15 mil para funcionar a toda su capacidad; y otra en la zona de Cosamaloapan/Tuxtepec, que tiene 7 mil hectáreas y que, al igual que la de Atoyac, requiere de 15 mil.
El trabajo más importante y la mayor inversión radica en asegurar la zona de abasto para atraer a los inversionistas; es decir, convencer a los agricultores para que destinen sus tierras a estos cultivos.
Veracruz produce actualmente 100 millones de litros de etanol cada año, que se destina a la industria petroquímica y se exporta a los Estados Unidos.
Sin embargo, se diseña un programa piloto para impulsar el consumo en la entidad: el programa consiste básicamente en que 6 mil taxis de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río utilicen como combustible una mezcla de etanol y gasolina al 50 por ciento, con lo que se reducirían las emisiones de monóxido y dióxido de carbono.
Adicionalmente, los taxistas tendrían un ahorro de más de un peso por litro, que sumados podrían alcanzar mil 200 pesos cada mes por vehículo; entre los seis mil taxis, el ahorro sería de más de 7 millones de pesos al mes y más de 86 millones de pesos al año.
Por si fuera poco, el fomento al uso de etanol provocaría un importante ahorro a la federación, que vendería menos gasolina subsidiada.
Esperemos que programas como el mencionado se concreten; se logren extender a más ciudades y se generalicen para autos particulares, sobre todo en un país que se encuentra rezagado en materia de bioenergéticos.

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