martes, 3 de septiembre de 2013

¿Por un México más justo?

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

Pasado ya nueve meses de la administración pública federal, el presidente Enrique Peña Nieto entregó su Primer Informe de Gobierno y dio un mensaje a la Nación. Bien, ahí está lo que dijo, ahí están los datos y, claro, “falta mucho por hacer”, pos apenas si empezó su gestión. Aún hay que esperar (¿más?), pero, la verdad, tengo mis dudas, porque dijera Sir Francis Bacon, la duda es la escuela de la verdad.
 Días antes del Informe, en todos lo medios de comunicación apareció propaganda gubernamental de lo realizado hasta ahora. En los medios impresos se publicó en planas enteras fotos del presidente Enrique Peña Nieto saludando y abrazando a la gente con el gesto (¿nomás?) de atención y apoyo, las cuales iban con el título “Por un México más justo” y el siguiente texto: “Pusimos en marcha la Cruzada Nacional contra el Hambre, bajamos a 65 años de edad para que nuestros adultos mayores puedan recibir una pensión y apoyamos a las madres jefas de familia que más lo necesitan con un seguro de vida”. ¡Órale!
 Hay dos palabritas (tan profundas en su sentido) que por manoseadas hasta el cansancio ya perdimos su significación y, lo más trágico, pocas veces nos detenemos en su aplicación: justicia e igualdad. Confucio decía: mejor que el hombre que sabe lo que es justo es el hombre que ama lo justo. ¡Gulp! ¿Nuestros gobernantes y políticos, por no mencionar a la clase empresarial, nacional o extranjera, aman lo justo? La respuesta creo que todos la sabemos. Al plantear esto, recuerdo que Platón expresó que la obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo. Qué tal, ¿eh? “Parecer justo sin serlo”, ¿no les recuerda o les dice algo?
 En cuanto a la igualdad, ¡fíjense nomás!, Peña Nieto en uno de sus spots publicitarios dijo que ve “un México donde nadie se quede atrás”. ¡Sopas! ¿Cómo le hará? Eso está por verse, y ojalá que dentro de unos años, al término del presente sexenio, no haya más mexicanos que no sólo se queden atrás, sino más refundidos de lo que están. Quiera Dios no seamos más mexicanitos que nos quedemos en el limbo, sin país, sin patria, sin nación, que no es lo mismo pero pal caso es igual. Porque a como van las cosas, la verdad tengo mis dudas. Ya lo decía Honoré de Balzac, la igualdad tal vez sea un derecho, pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en hecho. ¿Entonces? He ahí la cuestión. ¿Cómo convertir la igualdad en hecho y que no quede sólo en charlatanería política?
 No más dádivas y migajas. No más atole con el dedo. Porque bien es cierto que la igualdad de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse, dijera Jean Jacques Rousseau.
Por cierto, el presidente Barack Obama en su discurso con motivo de los 50 años del mensaje de Martin Luther King “I have a dream”, expresó que “lo que hay que hacer es recordar a la gente que todavía queda trabajo por hacer para que nuestra sociedad sea más igual y justa”. Y dale que dale con la igualdad y la justicia.
 Y sí, claro, hay que insistir en esas dos palabritas, pero estemos atentos para que sea una realidad, porque de lo contrario ya valimos y sólo unos cuantos seguirán gozando de la opulencia… ¿Entiendes Méndez o te lo explico Federico?
 Fíjense nomás, hace mucho tiempo Simón Bolívar dijo que la Justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad. ¿Cómo la ven?

De cinismo y anexas
El poeta Javier Sicilia dijo hace unos días que en México hay “políticos relacionados con narcos, políticos omisos, porque la delincuencia tiene que ver con omisiones políticas que están ahí; por ejemplo, liberaron al narcotraficante (Rafael) Caro Quintero, pero tenemos al profesor indígena chiapaneco (Alberto) Patishtán y a Nestora (Salgado, coordinadora de autodefensas en Olinalá, Guerrero) en la cárcel”.
Y agregó que esa forma de gobernar de todos los que están en el poder, así como los partidos políticos, “sólo puede cambiar o detenerse por los ciudadanos, pero la gran pregunta es ¿somos capaces de crear un consenso para detenerlos?”
Sicilia señaló que así como se encuentra el país “no hay Estado”, porque no puede haberlo cuando no existe seguridad para los ciudadanos, ni justicia. Pagas impuestos para sostener instituciones corruptas e ineficientes. Yo siempre he dicho que el problema es que el Estado está absolutamente corrompido, es delincuencial (porque) está de la mano de alguna manera con el crimen organizado”. Otro ¡gulp!
Por lo pronto, ahí se ven.
Hasta la próxima

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