jueves, 26 de septiembre de 2013

Ser único, como todos

Erwin Bárcenas Oliveros
Un Clavo al Ataúd

Yo tengo una seña particular muy distintiva en mi persona: un lunar bajo el cuello, a veces oculto por mi generosa papada, apoyada por mi barba, pero que sin duda, me destaca o diferencia de otros regordetes barbones. Mi gusto por la lucha libre, mi necaxismo, lesiones en ambas rodillas, me dan el tumbao que tenemos los guapos al caminar.
Entre mis hermanos, soy el más parecido físicamente a mi madre, pero el más similar en carácter a mi padre. Mi hermana menor es la más adaptada a los cambios laborales y mis dos hermanos son más aplicados para los deportes. A nivel familia, la mía es la menos dependiente a los dogmas, participa más de la razón y no somos muy apegados a las fiestas.
Dentro de mis amigos y conocidos, es variada la gama de rostros, caracteres, personalidades, alturas, complexiones, ya no hablemos de religiones, creencias políticas, aficiones, gustos en bebidas, opiniones, modos de hablar, acentos, todo eso que nos hace individuos y nos salva de la infame monotonía. Están desde El Pachicha hasta el Pocillo, del Niño del Violín hasta la Flaca... desde las madres solteras a los padres separados, del que vende tacos en la caseta de la esquina al troquelador, del doctor al curandero, de un niño índigo a uno secuestrado...
Las reformas que el gobierno de la república tan alocadamente cacarea, que tan insistentemente promueve, funcionarían bien en un país donde todos sus habitantes pudieran dividirse en esos dos grandes rubros que la Secretaría de Hacienda ve: los que ganan de 500 mil pesos para arriba y los que no; los que la SEP cataloga como Estudiantes y Maestros de educación básica y media superior... y la clase media de la preparación que es la superior, la hoy más inexistente; los que la reforma laboral aprecia sólo en patrones y empleados; los que el gobierno divide entre mandatarios y gobernados; la reforma judicial que nos ve a todos iguales, como seguros culpables; y ante la reforma de la vida: gays, lesbianas, metrosexuales o los que les gusta la comida agridulce se tienen que aguantar las ganas.
Desde los lugares donde se planean, plantean y se desarrollan dichos cambios al modelo de gobierno nacional, está ocurriendo un evento poco afortunado: no se está viendo en las altas esferas del poder, lo detallado, lo barroco, o multicolor, multitextura de la población mexicana. Se le ve como una masa unimorfa sin mayor variante que las ya mencionadas antes. No existen los indígenas, los pobres, los cultos, los del norte o lo del sur; no se considera las capacidades de sus medios ambientes, sus culturas; somos un país de más de cien millones de habitantes, y el gobierno sólo ve más de cien millones de contribuyentes de los cuales obtener más de 5000 millones de pesos anuales para sustituir los ingresos de Pemex, al ser compartida con la industria privada.
Los indígenas de la costa oaxaqueña no son iguales a los de la Sierra Tarahumara pero son indígenas al fin y se pueden educar igual sobre cómo ser un buen mexicano; la madre o padre solteros son tan padres como la bonita familia presidencial, así que también deben comprarse sus ropitas en el Palacio de Hierro, deben tomar agüita purificada y sus hijos también deben menospreciar a la prole, así que pueden amoldarse a la reforma laboral...
Yo tengo una forma de pensar, particular y muy distintiva, soy una persona, un individuo, a veces oculto bajo la inquisitiva forma en que los que están a cargo de administrar lo que les pago me quieren ver, pero escribo esto para recordarles a ustedes, a cada uno de los que me puedan leer, que muy pronto, vamos a tener que dejar de serlo, unirnos, organizarnos y que el gobierno por fin vea esa unidad que en verdad somos a la hora de defender nuestra diversidad… recordarles que somos único… que somos todos.
Twitter: @ataud

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