martes, 22 de octubre de 2013

Soberbia trama

Erwin S. Bárcenas Oliveros
Un Clavo al Ataúd

La soberbia como método para administrar nuestros escasos triunfos y ese sabor a queso de fábrica que invade cada que algún “quesque” político se para el cuello ante lo que fue una decorosa derrota, ya sea deportiva, política, moral, natural o planeada...
La soberbia como punto de partida para entender que no aceptaremos la crítica, los reclamos, las cuentas claras, la indagación insensata a nuestros malos manejos, a la mala administración, al poco esfuerzo, a la carente capacidad.
La soberbia a cambio de admiración de quienes no saben que no se es nada más que un periodo de 3, 4 ó 6 años, batería con caducidad inmediata que hace las alegrías de los competidores, la comidilla de los críticos y la razón de los afectados.
La soberbia como sustituto del conocimiento, el carisma como suplemento de una soda gaseosa poco nutritiva y ahora con un impuesto del 5%, como lo es la imagen por sobre el contenido neto, que, la neta, nunca ha sido mucho.
La soberbia ante el mundo: nos bajan los calzones, nos suben los precios y aun así, nos sentimos paridos por la divina garza envuelta en huevo: no somos pobres, somos una clase media rebajada… que no duela la escasez si la podemos disfrazar de humildad y sencillez.
La soberbia criminal ante el crimen organizado, ya sea en la iniciativa privada o en el gobierno… “Que dejemos que hagan algunas maldades por un módico precio no quiere decir que ya nos vendimos a ellos”.
La soberbia como armadura para creernos una sociedad motherna, in, pacífica, a pesar de la violencia que nos endilgan, soberbios pases al hueco de nuestros bolsillos ante reformas que no buscan otra cosa que reformarnos como esclavos.
Y así, como una larga lista de malas decisiones, lo primero con lo que deberíamos luchar antes de la pobreza o el hambre o la gente que no se viste en el Palacio, es con nuestra propia y humilde Soberbia, porque ella es la que nos está diciendo que no nos va mal, que no pasa nada, que la novela está buena, que todo irá bien... que no tenemos hambre.

El Amor en los tiempos del noqueado 

Salten el chiste si es que ya se lo saben:
Cerca de una cantina, en algún pueblo de cuyo nombre no puedo acordarme, corría la historia de un loco sexual que a los parroquianos que se pasaban de festejo, se los llevaba en una carretilla a algún lugar secreto, lejano, y sin misericordia, los violaba para después regresarlos y al despertar, encontrarse con una nota y darse cuenta que habían sido ultrajados amorosamente mientras estaban “pedos”.
Sabedor de estos sucesos, un albañil cuidaba mucho de no pasarse de copas nunca; atesoraba su hombría mucho más que una buena farra, pero llego el día en que no pudo controlar la ingesta de alcohol: una mezcla explosiva de mezcal, cervezas y cubas terminaron por noquearlo... dentro de sus oníricas aventuras, soporíferas alucinaciones, sintió el traqueteo de piedras en el camino y el rodar de una llanta sobre ellas. Inmediatamente reacciona, mira frente a él y ve al loco ninfómano empujando la carreta y mirando con ternura al albañil que grita desesperado: “¡¿A-a-a-dón...dón... adónde me... me lleva-a-as?!
El ninfómano, loqueando y todo, le responde con divina gracia: “¡Ja!, ya te traigo”.
Algo así, amores más, amores menos, es lo que el pueblo, nosotros, el país padece: el alcohol es la televisión; el gobierno, ese loco amoroso que nos viola con gracia.

Twitter: @ataud
www.zoociedadanonima.com

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