miércoles, 4 de diciembre de 2013

Y el caballo negro lo corre Peña Nieto


Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Yunes y Fidel se han empeñado en calentar a Veracruz, uno con sus intervenciones abiertas, públicas, golpeadoras, en que se evidencia que los veracruzanos están peor de lo que imaginan, y el otro comenzando a muestrear a quienes aspiran a relevar al gobernador Javier Duarte de Ochoa. Cada quien con su estrategia, cada quien con su estilo de actuar.
Miguel Angel Yunes, ex candidato a Gobernador, toma el mensaje de Javier Duarte de su tercer año de gobierno y le cuestiona los supuestos logros, el triunfalismo y un éxito de programas y proyectos oficiales que sólo está en la retórica pero no en las capas más desprotegidas de la sociedad.

Todo eso –a detalle- lo exhibió el domingo 1 de noviembre, justo cuando se cumplía el tercer año de haber arribado Javier Duarte al gobierno de Veracruz, pero coincidía con un golpe en contra al haberse aprobado un punto de acuerdo en el Senado de la República con el que se exhorta al subsecretario de Responsabilidades Administrativas y Contrataciones Públicas a investigar la forma en que se le otorgaron indebidamente contratos en el ISSSTE, cuando Yunes era su titular, a las empresas BPM-Megrapractical y Quarksoft.
En la otra orilla del ring están Fidel Herrera, Javier Duarte y sus pupilos que aspiran a contender por la candidatura del PRI al gobierno de Veracruz: Erick Lagos Hernández, Alberto Silva Ramos, Jorge Carvallo Delfín y hasta Carolina Gudiño Corro, lo que de plano mueve a risa.
En el discurso, Duarte ha llamado a no adelantar vísperas. Pero en los hechos hace todo lo contario. Se fotografía con los aspirantes, los elogia, los balconea. A tres años de gobierno, lo peor es soltar la caballada, pues evidencia la debilidad del gobernador en funciones y las ansias de sus más allegados por apresurar su salida.
 Fidel Herrera ha ejercido el gobierno seis años formales y tres años más a través de Javier Duarte. Pretende concluir este sexenio y amarrar un sexenio más para limpiar la suciedad que aún persiste y que su sucesor no pudo limpiar.
El problema para Fidel es la calidad moral de sus prospectos. Erick Lagos tiene fama de ambicioso y, con poder, de arbitrario; Silva Ramos usa los recursos públicos para su imagen personal, sin escrúpulos endeuda lo que encuentra a su paso sin importarle que se trate de dinero del pueblo; Jorge Carvallo, quizá el menos popular del establo fidelista, ha sido señalado de enriquecerse durante su paso por el Congreso de Veracruz, y Carolina Gudiño estancó al puerto de Veracruz y en las únicas obras que realizó, metió las manos para ella y para otros miembros de la fidelidad.
Tres años antes del final del sexenio, Yunes y Fidel adelantaron la sucesión, construyendo cada uno su proyecto. Yunes para sus hijos de sangre, el senador Fernando Yunes Márquez o Miguel Ángel, el alcalde electo de Boca del Río; Fidel para sus hijos políticos.
Lo de Yunes es tan obvio que sólo los ingenuos pueden creer que hace pedazos al gobernador Javier Duarte porque quiera el bienestar de Veracruz o que si fuera él el inquilino de palacio a los veracruzanos les iría mejor.
Lo de Fidel tiene que ver con una fijación por el poder, como sólo les ocurre a los adictos a esa droga política, y a su sobrevivencia, pues el ex gobernador sabe que una vez desplazado su grupo, no habría cómo contener la avalancha de denuncias por actos de corrupción.
Ambos, sin embargo, dejan de lado que es el PRI y no el PAN el partido que habita en Los Pinos, que el Presidente se llama Enrique Peña Nieto y que el poder tras el trono lleva por nombre Carlos Salinas de Gortari.
Yunes es salinista aunque milite en el PAN. Así lo dice y se enorgullece de ello. Fidel no. Fidel es miembro de la vieja guardia del PRI, echeverrista, dinosaurio.
Si el PAN estuviera en la Presidencia de México, Yunes buscaría el dedazo del mandatario en turno, como hizo con Felipe Calderón Hinojosa. Pero no es así y el panismo vive en el desconcierto y sus corrientes se hallan en pugna.
Fidel Herrera hoy está sujeto a la decisión del Presidente Peña Nieto, cuyo candidato para Veracruz es el senador José Francisco Yunes Zorrilla, protegido del secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, y operador de la reforma hacendaria en el Senado.
El caballo negro de la sucesión en Veracruz lo corre Peña Nieto y todo indica que es Pepe Yunes, a quien Fidel Herrera le cerró el paso en 2010 para favorecer a Javier Duarte.
Pero hay otra carta bajo la manga: José Antonio González Anaya, director del Instituto Mexicano del Seguro Social y concuño del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, por quien desde luego pasará la decisión final y el nombre del elegido para contender por la gubernatura de Veracruz.
Ante ese panorama, los aceleres de Yunes y Fidel y los apremios por calentar la sucesión, sólo provocan el debilitamiento de Javier Duarte y el desgaste de ambas propuestas. Nadie sabe para quien trabaja.
Así pronuncie su mejor discurso, así exhiba la peor realidad de Veracruz, difícilmente los panistas veracruzanos dejarán pasar nuevamente a los Yunes y que sean los vástagos del ex director del ISSSTE quienes amarren la candidatura. Y el hilo se le enreda si Salinas de Gortari decide que ningún Yunes debe hacerle sombra al candidato del Presidente Peña Nieto.
Algo similar ocurrirá con Fidel Herrera. Puede mover a sus hijos políticos, gastar millones del erario en meterlos en la puja, pero sería demencial suponer que le habrá de imponer candidato al fiel de la balanza.
Al fin que el caballo negro, como en los tiempos del viejo PRI, lo corre el Presidente.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)(Facebook: Roberto Morales Ayala)

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