miércoles, 22 de enero de 2014

Caballero: barrer para atrás, ni en sueños



Roberto Morales Ayala
Zona Franca
El alcalde Joaquín Caballero encontró un municipio en grado crítico: Coatzacoalcos a oscuras por adeudo en el pago del alumbrado público; el servicio de limpia cayéndose a pedazos, sin unidades para recolectar la basura y con el tiradero a cielo abierto hasta el tope; con una comparsa de proveedores reclamando el pago de sus bienes suministrados o de los servicios prestados; con los constructores que hicieron obra y no se las pagaron, y las arcas saqueadas.
Caballero no recibió un regalo de Reyes. Más bien fue una bomba de tiempo que difícilmente podrá ser desactivada si no se actúa a la mayor brevedad y con el tino adecuado.

Lo lógico es que el joven alcalde de Coatzacoalcos haga dos cosas: implementar estrategias administrativas para reorganizar la administración municipal, y aplicar la ley, así tenga que llevar ante los tribunales a quien le antecedió en el cargo, el ex presidente municipal Marcos Theurel Cotero.
Lo primero es fácil. Joaquín Caballero no es un improvisado en la función pública. Fue subdirector de Desarrollo Urbano y secretario de Obras Públicas en el ayuntamiento de Coatzacoalcos; director de Obras del gobierno de Veracruz y ejecutor de trabajos para el programa Adelante de Javier Duarte.
Tiene, además, el respaldo del gobernador, lo que se traduce en recursos emanados de las arcas estatales, los programas federales y la llave para abrir cualquier puerta en el Congreso de Veracruz. Y si algo faltara, su impulsor, Marcelo Montiel Montiel, es el delegado de la poderosa Secretaría de Desarrollo Social federal en la entidad.
Cierto que esos apoyos no son sólo para sacar al municipio de las arenas movedizas en que los sumió Marcos Theurel. El respaldo del gobernador Duarte y del delegado Montiel es también para hacer negocios con el erario público, con las obras y con la contratación de servicios. Así lo han hecho todos y Caballero no será la excepción.
Lo que está en veremos es qué hará con el ex alcalde Marcos Theurel, con las acusaciones de corrupción, con las obras realizadas sin que estuvieran contempladas en el Programa de Obras Anual y con los pagos irregulares a compañías en las tiene interés porque los dueños son sus amigos y familiares.
La primera prueba para Joaquín Caballero fue el adeudo dejado por Theurel con los trabajadores municipales. A los sindicalizados, Theurel les dejó de pagar su fondo de ahorro, los quinquenios y los bonos, y a los de confianza no les pagó salario quincenal y aguinaldo.
Eso es una bomba de tiempo, que de no ser desactivada, estallará. Pero el problema no concluye ahí. Theurel dejó basificados a un número escandaloso de empleados de confianza, entre ellos los directores de área, con salarios estratosféricos, quienes ahora reclaman les sean respetados sus derechos y algunos se han dejado pedir la misma oficina que antes ocuparon, con todos los lujos que ello representa.
Caballero ha expresado que va a rasurar la nómina y que traerá a cuentas a Theurel. Cuando asumió la alcaldía, encontró 3 mil 900 trabajadores en la plantilla laboral, de los cuales mil 700 son de confianza, con sueldos que representan una verdadera sangría al erario municipal.
El 1 de enero, Joaquín Caballero abordó el tema y se comprometió a corregir lo que está chueco. El 10 de enero volvió a señalar que la nómina será depurada. Doce días después la situación es la misma, sin que haya una sola señal que advierta que le va a meter el diente al problema laboral que le heredó Theurel.
Otro tema que anda en boca de todos es la limpia pública. En tres años, Theurel dejó crecer un problema que amenaza con llevar a un colapso ambiental: el tiradero a cielo abierto del predio Las Matas está a punto de saturarse y no hay una opción para depositar la basura.
A eso se agrega la falta de unidades para realizar la recolección, pues la mayor parte de ellas salieron de circulación por deterioro y la última genialidad de Caballero fue contratar camiones volteo para suplir a las unidades recolectoras, con el riesgo de que un trabajador caiga, sufra daños o pierda la vida.
Desde su llegada a la alcaldía, Joaquín Caballero no se ha salido del cliché del político que engatusa para maquillar la falta de soluciones. Recuperó parte del alumbrado de Coatzacoalcos e implementó un programa emergente de bacheo. Pero fuera de eso, el ayuntamiento se encuentra en la parálisis.
Caballero se conduce como un político institucional, de los que no barren para atrás o de los que no quieren ser los carniceros de hoy para no ser las reses de mañana. A regañadientes, expresa que va a corregir lo que Marcos Theurel le dejó torcido, que depurará la nómina y que los ex funcionarios con salario estratosférico tendrán que ajustarse al tabulador si quieren permanecer en el ayuntamiento.
Entre Joaquín Caballero y Marcos Theurel hay una rivalidad y una historia breve, pero de profundos rencores. Viven sus odios en silencio, pero sin agotar su cuota de resentimiento.
Theurel fue jefe de Caballero en la Dirección de Obras Públicas de Coatzacoalcos, durante la primera alcaldía de Marcelo Montiel. Theurel mandaba pero sólo relativamente. Caballero, entonces subdirector de Desarrollo Urbano, acordaba directamente con el alcalde.
Luego cada quien tomó su camino. Theurel se adhirió a Fidel Herrera, quien lo hizo subsecretario primero y secretario después de Comunicaciones. Caballero pasó por cargos menores en el gobierno fidelista y regresó a Coatzacoalcos con Marcelo Montiel como titular de Obras Públicas para luego ser apalancado para ser candidato a la alcaldía, en una abierta disputa con Gonzalo Guízar Valladares.
Caballero no ganó. Gonzalo tampoco. Fidel decidió que fuera un tercero y su “tapado” fue Theurel, quien llegó a la alcaldía para sumir a Coatzacoalcos en el atraso.
Cuando se vislumbró el relevo, Theurel pretendió imponer a su esposa, Guadalupe Félix, como candidata a la diputación federal; Caballero le ganó la nominación. Quiso hacerla alcaldesa, pero Caballero la volvió a superar.
En campaña por la alcaldía, la historia se repitió. Theurel hizo alianzas con la oposición, organizó una guerra de lodo contra Caballero Rosiñol y se propuso evitar que pudiera triunfar. A la postre, cuando el PRI ganó la elección, no le quedó más que entregar el poder. Lo hizo a regañadientes, dejando de cubrir obligaciones, abandonando los servicios, sumiendo a la ciudad y sus congregaciones y ejidos en el atraso.
Si bien Joaquín Caballero ha expresado que va a levantar el tiradero que le heredó Theurel, y a apretar en las áreas donde se violó la ley, lo cierto es que sus amagos son sólo de palabra.
Habrá que ver hasta dónde quiere llegar.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

No hay comentarios: