viernes, 14 de febrero de 2014

Goyo Jiménez y la mafia sindical impune

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Por más que así lo quiera ver el gobernador Javier Duarte de Ochoa, el periodista Gregorio Jiménez de la Cruz no murió por una venganza personal, sino por su oficio periodístico, por la inseguridad que denunciaba, por el clima de hostilidad y violencia, y por la tolerancia y complicidad oficial que favorece la impunidad.
En la vorágine de información generada por su plagio y por su terrible muerte, hay un cabo suelto que a alguien en su gobierno no le conviene seguir: las mafias sindicales de obreros que se disputan el control de afiliados con odio y con sangre.
Goyo Jiménez abordó el secuestro del líder de la CTM en Villa Allende, donde vivía y tenía su radio de acción el periodista de Notisur, Liberal y La Red. Armó la nota y documentó el caso. Aquel “levantón” sucedió el 18 de enero pasado. Goyo lo publicó al día siguiente. Notisur lo cabeceó como “Se lo tragó la tierra”.
La reseña, que ahora circula en las redes sociales y en los medios de comunicación del todo el país, decía que al salir de una reunión con afiliados un comando armado encaró a los tres dirigentes: Leonardo Mendoza, “El Chaquira”; Roberto Nasta Ripol, “El Nasta”, y Ernesto Ruiz Guillén, “El Dragas” o “El Cometierra”.
Previamente, los tres líderes habían encabezado un grupo de choque que armados con piedras y palos reventaron un paro de transportistas. Poco después, cuando concluyó la reunión, los atacó el comando armado.
Los dos primeros lograron escapar; Ruiz Guillén no. Le dispararon y fue herido a la altura de las piernas. Literalmente fue levantado. Nunca se supo más de él.
Gregorio Jiménez tocó en sus notas algo que venía dándose desde hacía un año: la violencia de las mafias sindicales que ejercen el control en el ámbito de la construcción, que usan grupos de choque, que resuelven sus asuntos violentamente.
Dice el gobierno de Javier Duarte que a Gregorio Jiménez lo mataron por una venganza personal de su ex consuegra, que el problema surgió desde los días en que los hijos de ambos eran novios y que aquello terminó mal, a tal grado que Teresa de Jesús Hernández Cruz pagó 20 mil pesos para que lo levantaran y mataran.
Esa versión carece de lógica. Más aún cuando el cuerpo de Gregorio Jiménez apareció el martes 11, en una fosa clandestina en la colonia J. Mario Rosado, en Las Choapas, y a unos metros, en otra fosa, se hallaba el cuerpo de Ernesto Ruiz Guillén, el mismo que había desaparecido el 18 de enero, a manos de un comando armado, hecho que reporteó y publicó Goyo Jiménez.
La muerte de Ruiz Guillén tampoco fue algo aislado. No obedecio al clásico levantón y luego a la exigencia de dinero. El “Cometierra” fue secuestrado como le ha venido ocurriendo a otros dirigentes sindicales que tienen que ver con la industria de la construcción y del transporte, un ámbito en que cada vez se perciben más rasgos delincuenciales y donde la impunidad es cada vez mayor. Se los llevan y desaparecen.
Goyo Jiménez habló de un levantón, el de Ernesto Ruiz Guillén, y eso le pudo haber costado la vida. La hipótesis se fortalece cuando su cuerpo aparece en una fosa y a escasos metros, en otra fosa, es hallado el líder sindical levantado el 18 de enero, del que habló el periodista en su reseña de aquel momento.
Ruiz Guillén, hasta donde se sabe, fue detenido dos veces: una, el 24 de noviembre de 2010, a manos del Ejército mexicano, al pretender darse a la fuga; le hallaron una subametralladora calibre 9 milímetros, cartuchos útiles y droga. La segunda el 7 de julio de 2013, al ser revisado por la policía, ya que su vehículo presentaba vidrios polarizados.
Nadie explica cómo logró su libertad, sobre todo por el hallazgo de la subametralladora y la droga. Sin embargo, después del levantón, el 18 de enero, nadie lo volvió a ver.
La violencia entre sindicatos se ha convertido en una espiral en la que se encuentran involucrados por igual políticos y dirigentes sindicales, principalmente de Agua Dulce, Las Choapas, Nanchital y Villa Allende.
Diversos reportes de Diario Presencia permiten acreditar que la disputa por los contratos y por el control de los afiliados, tienen tintes de guerra de mafias, solapadas, toleradas o encubiertas por las autoridades y por los caciques regionales.
Un caso de consecuencias igualmente funestas ocurrió en la persona de Adolfo Sastré Palacios, dirigente de la Federación Auténtica de Trabajadores del Estado de Veracruz (FATEV) en Agua Dulce.
El 8 de octubre viajó a Coatzacoalcos, se reunió con su dirigente regional, Isabel Corro Martínez, pasó a comprar su boleto de regreso en un establecimiento de ticketbus, llamó por teléfono a su pareja en Agua Dulce, y desapareció. Fue hallado nueve días después, el 17 de octubre, en una fosa clandestina en el rancho de Fernando Aguilar Gil, a la altura del kilómetro 5+500 de la antigua carretera Agua Dulce-Coatzacoalcos.
El cuerpo presentaba huellas de tortura. La cabeza le había sido cercenada. Cerca había otra fosa. En ella se halló el cadáver de Darwin de la Cruz Zarauz, un obrero también descabezado.
Ninguna autoridad pudo esclarecer el caso. Adolfo Sastré era un líder rapaz. Murió con el sello del crimen organizado: torturado y degollado.
En su momento, la duda que se planteó fue ese afán por torturarlo. ¿Qué información buscaban sus captores y qué información le sacaron?
Adolfo Sastré protagonizó varias golpizas contra agrupaciones rivales. Uno de sus enemigos, Samuel Calderón Córdoba, de la CTM en Agua Dulce, lo acusó de haber contratado a dos hondureños para matarlo. El caso lo tuvo en sus manos el subprocurador de Justicia en la Zona Sur, Jorge Yunis Manzanares, pero no actuó.
Así siguió la violencia. Los líderes sindicales creando grupos de choque para enfrentar a sus rivales. Actuaban —y actúan— con toda impunidad, protegidos desde el interior del gobierno, solapados por los funcionarios de gobierno, todos ligados a grupos cetemistas o priistas.
Adolfo Sastré fue levantado y encontrado en una fosa clandestina, torturado y degollado. En octubre de 2013 la pregunta era: ¿quién sigue?
Ernesto Ruiz Guillén, “El Cometierra”, fue levantado el 18 de enero de 2014. Su cadáver apareció en una fosa clandestina en Las Choapas. Fue torturado y degollado.
Gregorio Jiménez, reportero de Notisur, Liberal y La Red, reporteó el caso de Ernesto Ruiz Guillén y lo publicó. Apareció en una fosa clandestina, torturado y degollado, a unos metros de la fosa en que se hallaba el cuerpo de Ruiz Guillén.
Aún así, dice el gobernador Javier Duarte que el oficio periodístico no es el móvil del crimen de Goyo Jiménez.
(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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