miércoles, 9 de abril de 2014

Sociedad prostituida

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Cuauhtémoc Gutiérrez no está solo. No es el único que prostituye mujeres. No es el único que las recluta. No es el único que las oferta a la clase política. No es el único que las lleva a eventos oficiales del PRI. No es el único que está metido hasta el cuello en la trata de personas.
Con él está una legión de priistas. De Tijuana a Cancún, de Baja California a Quintana Roo, opera esa maquinaria inmoral que vende placer a cambio de dinero o poder. Los hay que tienen en el suministro de doncellas —damas de compañía, se les dice con tono de burla— un negocio que les da permanencia en el PRI, que les garantiza su ingreso a las nóminas de gobierno, que les permite ser favorecidos por quienes detentan el bastón de mando.
Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre saltó a la fama no por una buena acción ni por un gesto noble. Tampoco por una iniciativa de ley o por una gestión social. Salió del montón cuando se descubrió que tiene una red de prostitución, con un sistema de reclutamiento infame —empleo a cambio de sexo—, vigilancia extrema a sus pupilas y la entrega de mujeres a políticos de todo nivel para que hagan con ellas lo que les venga en gana. A eso se le llama trata de personas y es considerado un delito grave.
Quizá muchos en el PRI sabrían qué hacía Cuauhtémoc Gutiérrez, pero atrajo las miradas de todo México cuando la periodista Carmen Aristegui, en MVS Noticias, reveló cómo opera el negocio del priista y los alcances que sus acciones tienen.
Aristegui infiltró esa mafia. Envió a una reportera de buen ver a pedir empleo en el PRI del Distrito Federal, donde el susodicho Cuauhtémoc era el presidente formal. La chica cubrió los requisitos. Pasó los filtros. Conoció a la enganchadora, Priscila Martínez, y a una mujer de nombre Sandra, que es la tiene a su cargo vigilar que las edecanes no hablen de más ni se relacionen con nadie. Son producto para los políticos y objetos sexuales del líder priista.
Cuauhtémoc Gutiérrez convocaba a mujeres que requerían empleo mediante anuncios en periódicos e internet. Pero el trabajo en realidad era tener sexo con el dirigente del PRI. A cambio, las inscribía en la nómina de su partido y terminaba enviándolas con políticos de todo nivel, prostituyéndolas.
Al suscitarse el escándalo, Cuauhtémoc Gutiérrez perdió la presidencia del PRI en el Distrito Federal.
Sus orígenes explican en cierta forma por qué Cuauhtémoc Gutiérrez es la escoria que es. No lo justifican pero sí explican por qué esa conducta tan ruin. Heredó de su padre, Rafael Gutiérrez Moreno, el “rey de la basura”, el hombre que hizo una fortuna controlando el basurero del DF, su proclividad al uso de la mujer, a violarla, a ultrajarla y a explotarla.
Su historia salpica a todos. Lydia Cacho, la periodista que documenta las redes de trata de personas por parte de políticos, asegura que uno de los clientes del “príncipe de la basura” es el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa.
La revista Proceso tocó otro punto del Temo Gutiérrez y Veracruz: su asistencia a un evento sobre las mujeres y el poder, en el puerto de Veracruz, en marzo. Llegó acompañado de tres edecanes, a quienes se les impidió trato alguno con los asistentes, vigiladas en todo momento por la tal Sandra.
Pero hay otro comentario que habla de vinculación de Gutiérrez de la Torre con Veracruz: el paseo que dio en yate con el ex alcalde de Coatzacoalcos, Marcos Theurel Cotero, según la columna Los Políticos de Salvador Muñoz. Ese hecho, presupone que el presunto tratante de blancas tiene ligas con la fidelidad.
Pero la prostitución del sistema político va más allá. La de Temo Gutiérrez es si acaso un débil reflejo de la larga historia de prostitución política a la que han sido sometido los mexicanos desde hace muchas décadas por los partidos políticos, hoy convertidos en meros enganchadores de masas sumisas que viven el placer efímero de las promesas, de las dádivas y despensas con las que le son pagados sus votos en cada jornada electoral.
Son prostituidos los priistas por una despensa mensual, por un hato de láminas, por cemento y varilla, por becas escolares, por la pensión vitalicia.
Paga el PRI con una despensa o dádiva por el solo placer de joder a la familia y sus descendientes por generaciones enteras de políticos corruptos, que se heredan el poder de padres a hijos.
Se prostituye al ama de casa que a cambio de leche a bajo precio o la despensa, se deja enganchar para integrarse a las filas del PRI. Se prostituye a los jóvenes y niños que a cambio de una beca acuden a los mítines, hacen sonar las matracas y los tambores, pintan bardas, cuelgan pendones.
Se prostituye al padre de familia que a cambio de la regularización de un predio ilegal o el material de construcción entrega su voto, cuida casillas, enfrenta a la oposición, rellena urnas, roba paquetes electorales.
Se prostituye al empleado que a cambio de las fichas de trabajo en el magisterio o en Pemex, accede a respaldar a sus líderes, mientras éstos saquean el sistema educativo o el patrimonio nacional para darse vida de jeques árabes.
De tiempo atrás, el PRI viene prostituyendo a la sociedad mexicana. Le allega miserias que hace ver como beneficios sociales a cambio del voto el día de la elección. Y cuando está en el poder, en alcaldías o los gobiernos estatales, no deja de proveer de esas prebendas a su ejército de prostituidos votantes.
Como Cuauhtémoc Gutiérrez, el PRI también tiene enganchadores: las y los promotores sociales, encargados de ofrecer los beneficios a los votantes. Y también tiene a sus vigilantes: las y los promotores sociales que deben detectar si algún beneficiario trata con la oposición o hace labor en contra del PRI.
En sus momentos de escándalo, Cuauhtémoc Gutiérrez no está solo. Los dirigentes priistas, los alcaldes, los gobernadores también forman parte de la red de tratantes de personas. Y algo aún peor: el PRI está en el poder porque ha prostituido a la sociedad.
(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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