martes, 19 de agosto de 2014

Atención por gusto, no obligación

Sheyla Fuertes Lara
Mujeres que saben latín 

En algunos países del mundo está presentándose con más fuerza la economía del cuidado, me refiero a las actividades relacionadas con el mantenimiento de la vida humana.
La mayor parte de las personas que se dedican a esta actividad son mujeres, que se encargan del cuidado de enfermos, infantes y adultos mayores, algunas cobran por este trabajo, pero la mayor parte sigue sin recibir una remuneración.
Si bien es cierto con las luchas sociales a lo largo de los años han conseguido que las mujeres se desarrollen en ámbitos laborales que antes no se pensaban, aun falta mucho por hacer, un ejemplo es que por el trabajo doméstico y del cuidados se reciba una remuneración. 
Durante siglos en una sociedad patriarcal como la que vivimos, la cultura de atención a los adultos mayores, a personas enfermas o en situación especial, eran acciones que correspondían por obligación a las mujeres.
Los hombres no las realizaban, porque nuestra educación se estableció para que ellos fueran los proveedores y nosotras nos dedicáramos a las labores del hogar; el cuidado de enfermos formaba parte del quehacer.
Incluso nuestra formación como niñas se basaba en principios que beneficiaban a los hombres. Así tenemos que, desde pequeñas nos permitían jugar a la comidita, teniendo como juguetes utensilios de cocina y muñecas, a las que aprendimos a cuidar y alimentar.
Caso contrario en ellos, recibían de obsequios carros, armas, herramientas, entre otros; eran proveedores y nosotras cuidadoras, lo que de alguna manera predispuso nuestro futuro.
Es cierto que hoy en día algunos hombres ya realizan actividades dentro del hogar y el cuidado de enfermos, pero siguen siendo menos. Falta un cambio en la educación, para hacer conciencia de que estas actividades les corresponden a la familia. Las y los integrantes deben involucrarse en la atención de un adulto mayor o una persona enferma.
Alguna vez escuché la historia de una mujer que tuvo un hijo varón y cuando ella enfermó no permitió que él la cuidara, por el hecho de ser hombre. Esto sólo una hija podría hacerlo.
El tema es que esta forma de ver la vida aún se presenta, porque no terminamos de cambiar la forma de educar que predominó durante años.
La atención y cuidados que debemos brindar a nuestra madre, padre, o algún familiar que presente una situación de enfermedad en la que requiera de cuidados especiales, debe brindarse voluntariamente. No por obligación. Y es que existen, integrantes en las familias que se desatienden de quienes tienen algún problema de salud que les hace depender del núcleo familiar; dejándolos al olvido o en su defecto otorgando el apoyo a medias.
Mujeres que dedicaron su vida a diversas actividades, cuando son adultas y sufren alguna enfermedad, tienen que hacer un alto obligado en sus vidas, no se acostumbran a ser atendidas por terceras personas, y en algunos casos ni por los hijos e hijas.
La educación que recibieron no les permite pensar que es momento de que alguien más cuide de ellas; pero este cuidado debe ser otorgado voluntariamente, por gusto y no obligación, de lo contrario se convierte en una carga que termina lastimando a las y los enfermos.
La atención a estas personas no es sencilla, pero tanto hombres como mujeres podemos hacerlo; lograr acuerdos entre los y las integrantes de las familias. Es momento de retribuirles con un poco de cariño y atención. Con paciencia y responsabilidad podemos hacer que el proceso de recuperación sea más amable para ellas y menos cansado para quienes procuramos su pronta recuperación.

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