domingo, 3 de agosto de 2014

Williams, Ale, Ray y Fuenteovejuna

La puerta vencida por los cacos

Salvador Muñoz
Los Políticos

¡La chapa destrozada!, se ve que le metieron cincel o un desarmador grande al marco de la puerta de entrada para forzar el cerrojo que poco importó que fuera de seguridad. Indignado, llamo a la mujer a gritos: “¡Mira, mira!”
Para ese momento, un halo de inseguridad ya me impregnaba y no dejaba de decirle a la mujer “¡y es chapa de seguridad!”
Ya viendo detenidamente, le dije: “Pero la puerta, no”.
Sí, fue un intento de robo que no se concretó gracias a que descubrieron a los cacos.
—¿Dónde fue?— me dice la mujer que para ese momento, ya se había apoderado de mi dispositivo móvil.
—En casa de la mamá de Antonio Williams, un empresario de Coatzacoalcos. Dice que el domicilio está a 50 metros de la residencia de unos tíos de Karime y Javier…

II
Voy con Harry por la avenida Miguel Alemán. Pasamos por la casa de Alejandro, concuño y dentista de cabecera, lo saludamos pero está encabronado.
—¡Mira!— Y me muestra la chapa de la puerta de entrada a su casa. Intentaron entrar por segunda ocasión en lo que va de este semestre.
La anterior vez, contaron con más suerte los amantes de lo ajeno, pero en ésta ya no les dio tiempo.
Las cámaras del vecino de enfrente captan a unos sujetos. A petición de Alejandro, se los muestra. Ve su vestimenta, su apariencia. Captura en su cel los videos y sale a comprar una chapa nueva. En el camino, observa a un tipo en bici que cae como anillo al dedo a las características de uno de cuatro que aparece en la grabación del vecino y justo en ese momento, rompiendo con la lógica de “¿Dónde está la policía cuando más se le necesita?”, pasa una patrulla. Alejandro se dirige a los uniformados y señala al sospechoso que se queda petrificado y ante el interrogatorio, niega todo. La policía no puede hacer nada. El ciclista se va y Alejandro regresa a casa comiéndose su hígado.

III
Cerca de las ocho de la noche, paseamos por el parque Brenda, Harry y yo, para tratar de calmar mi coraje de no poder haber visto el partido de América contra Puebla porque se me cayó el sistema de cable y de internet.
—Alejandro se fue con su papá— me dice. Con un dejo de envidia y asombro, exclamo: “¿En serio?”
—Sí, subió la foto al “Feis”… así debiera subirlas cuando está en casa…
No entiendo la expresión de la mujer en torno al concuño y dentista de la familia. Entonces ¡me cae el 20! ¡Claro! Han entrado a robar en su casa una vez e intentado hacerlo de nuevo en otra ocasión. Al subir su foto mientras está en vivo viendo el partido, puede ser una forma de avisarle a mucha gente que la casa puede estar a disposición de los ladrones.

IV
¿Oootra vez? Una breve plática por internet con el reportero Raymundo León me pone al tanto de que nuevamente entraron a robar a su domicilio. Una computadora, ahora, el fruto del robo. Sí, no es la primera vez; incluso, en una ocasión, su esposa fue víctima de una especie de “levantón”. Y a pesar de que cuenta con escolta, los “ratas” tampoco respetaron eso. Le platico que en mi cabeza da vueltas la instalación de un servicio de vigilancia monitoreado desde donde me encuentre, aunado a los demás equipos de seguridad que hemos invertido en resguardar la casa… Raymundo responde que hará lo mismo.

V
Alejandro va llegando a su casa y se encuentra al vecino con quien se pone a platicar. En eso, ve bajar por la calle al tipo de la bici acompañado de otro sujeto. Lo increíble, se dirigen hacia mi concuño con un “¡Hey, tú!” y ocurre lo inesperado: La otra persona coincide con las características de los que aparecen en el video…
—¿Verdad que son?— comenta Alejandro al vecino.
—Sí, sí son— responde lo que es suficiente para que del pecho del dentista salga un “¡Hijo de tu chingada madre!” y le vaya rompiendo el hocico a uno de los sospechosos, mientras que el otro, al ver la agresión, mejor huye.
Temo por Alejandro. Se lo hago saber. Dice que tiene la identificación y domicilio de uno de los sospechosos. Si vuelven a atracar en su casa, sabe dónde buscarlo. Quizás por eso, con esa confianza, este sábado se fue a Puebla para ver el triunfo del América.
¿Acaso la Ley del Talión empieza a florecer en nuestra sociedad? ¿Acaso estamos a un paso de ceder a la Ley del Más Fuerte? No lo sé… pero creo que si Raymundo León, Antonio Williams o yo, tuviéramos la oportunidad que tuvo mi dentista, de encontrarse cara a cara con quien le robó en su casa, a lo mejor aplicaríamos un “Fuenteovejuna, Señor”.

smcainito@gmail.com

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