lunes, 28 de enero de 2008

Medicinas Mortales

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

1.- Estábamos en el salón de juntas de la delegación de la Cruz Roja cuando repentinamente las aterradoras voces de una mujer llenaron todo el edificio clamando desesperadamente. Eran auténticos bramidos que provenían del área de urgencias del hospital. Nos fue fácil adivinar el origen del dolor manifiesto: la hijita de la señora, que tendría cuatro o cinco años, había muerto. Pero la causa del fallecimiento la conocimos hasta después: con muchas dificultades, los padres de la pequeña habían pagado los servicios profesionales de un doctor que había prescrito a la niña un medicamento al que la pequeña resultó alérgica, provocándole reacciones con la primera dosis; más tarde, el padre decidió que una medicina y un médico tan costosos para ellos no debían desperdiciarse, suponiendo que la niña ya no tendría reacciones y obligó a la mamá –contra la voluntad de ésta— a darle a la niña la segunda ración de fármaco. Fue una decisión fatal.
Habrán pasado ya trece años y aún no consigo borrar de mi memoria los gritos desgarradores que -de vez en vez— se encargan de recordarme esta historia negra.
2.- Jannet no ha cumplido cuatro años de edad y desde hace uno va a la estancia infantil durante buena parte del día, puesto que su madre es jefa de familia, única responsable del sustento –y de la educación de la menor, por supuesto— y para lograrlo cumple con dos trabajos de ocho horas diarias cada uno que apenas le permiten completar los ingresos necesarios.
La semana pasada Jannet tenía fuerte temperatura cuando la recogieron en la guardería; presentaba algún enrojecimiento de la piel y malestar general. La temperatura de su cuerpecito aumentó en el transcurso de la tarde y tuvieron que aplicarle medicinas. Tiempo después Jannet recordó que en la escuela le habían picado la nalguita con una jeringa y en sus medias palabras se lo dijo a su atribulada madre; resulta que en la guardería, sin pedirles autorización, sin avisarle a sus padres –antes o después de hacerlo—, sin conocimiento de sus pediatras, alguien decidió que a todos los niños se les inyectara una vacuna que produce reacciones como las que tuvo Jannet. Me explican que algunos medicamentos podrían interferir con la acción de ciertas vacunas pero también reaccionar, produciendo trastornos severos y hasta graves en los pequeños organismos infantiles. Esta vez no pasó a mayores, venturosamente.
3.- A la nieta de Tere, de dos años, la llevaron con la doctora del barrio para que le atendiera una severa bronquitis. Les cobró cien pesos de consulta y doscientos por los medicamentos que ella misma les surtió. Al segundo día los papás de la nena se dieron cuenta que el antibiótico que les vendió la doctora estaba caducado desde meses atrás. Fueron a verla de inmediato pero la doctora les dijo que no se preocuparan, que “el medicamento conserva sus propiedades”, que “la fecha de caducidad es un mero requisito inútil”, que “aún si caducara no hace daño” y les dijo que continuaran dándoselo a la pequeña.
Los países que carecen de tecnología y recursos de investigación para desarrollar y fabricar medicamentos enfrentan problemas muy difíciles con la industria farmacéutica multinacional; estas empresas monopólicas responden a su vocación mercantil natural de ganar dinero y la salud de las personas es un medio para obtener ganancias, no un fin en si mismo. Brasil no es el único país dispuesto a romper las patentes de medicamentos contra el sida, debido a que los precios comerciales de las medicinas son impagables para la mayoría de los pacientes.
Hay quienes aseguran que los medicamentos genéricos e intercambiables, así como los que surten en las instituciones públicas de salud, no pasan por los mismos controles de calidad que las medicinas comerciales y que, por lo tanto, su efecto es poco o nulo. Independientemente de lo cierto o falso de esta versión, la gente suele creerlo, en provecho de laboratorios farmacéuticos y boticarios.
Igual que con los chiles verdes frescos, la ropa de marca o los libros de escritores famosos, la piratería china invade el mundo con millones de dosis de medicinas falsas o adulteradas que, se ha comprobado, causan muchísimo daño e incluso la muerte a quienes las consumen. Sólo en Panamá fallecieron cien personas a causa de esos medicamentos “Made in China”. Zheng Xiaoyu, ex director de la Administración Estatal de Alimentos y Medicinas de China fue condenado a muerte por estas prácticas, pero el problema sigue, hasta con las pastas de dientes.
Estos asuntos de medicinas, sin embargo, parecen menores frente al gigantesco problema que significa la prolongación de la vida de los seres humanos y los altos costos de los medicamentos que han de pagarse durante las últimas tres décadas de la existencia, para mantener la salud y la independencia de los pacientes: llegar a viejo y hacerlo, además, con calidad de vida, cuesta muchísimo dinero, independientemente de quién lo pague, las instituciones de seguridad social o los propios pacientes.
Pero el mayor problema sigue siendo, sin duda, la irresponsabilidad con que manejamos en México las medicinas; algunas terminan siendo mortales: el remedio peor que la enfermedad.

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