miércoles, 9 de enero de 2008

Se va, se va, se fue…

Luis Romero Herrera
Litoral

Veracruz amanece con miles de nuevos funcionarios municipales, entre alcaldes, síndicos, regidores, secretarios, tesoreros, directores, auxiliares, choferes, cobradores, etc., etc. Los municipios amanecen libres de todos esos alcaldes que hace tres años llegaban a estrenarse en Ayuntamientos que después de sus respectivos trienios están mayoritariamente en la ruina o en condiciones lamentables.
Martínez de la Torre es un caso aparte. Porque aunque no estemos, de aquí somos. Y después de los patéticos períodos panistas, arrastrados de mentira en mentira, de cinismo en cinismo y de la infamia a la vergüenza, hay cambio de mandos, de partido y tal vez, de rumbo. Se acabó el trienio de la desfachatez, y de los fingidos redentores. Se acabó la falsa pureza, máscara de la ambición que desfiguró al panismo durante dos períodos y después de 4 alcaldes. Se desnudó la verdadera piel de un panismo contrahecho, hoy tendido en la lona, sin rumbo ni brújula. Quisieron ser eternos y resultaron pelotita de beisbol. Después del batazo fidelista, abandonaron el campo por todo el jardín central. Y hasta aquí creció la milpa.

Los pies delante de los zapatos…
Llega Hilario Ruiz Zurita a la Presidencia Municipal. Ruiz Zurita llega después de un triunfo arrollador, explicado en parte por los desfiguros panistas, otro poco por la maquinaria fidelista y otro tanto por la frescura del entonces candidato, pero nunca por un equipo de campaña que estuvo sobrado de protagonismo y falto de conducción. Pero llegó, dirán los enterados. Y así es.
Una vez hecho oficial el triunfo, la verdadera campaña se desató entre los aspirantes al poder, a la placidez trianual de un lugar en la nómina. Y ahí sí, se dieron con todo. Los nombres salían a la opinión pública porque aparecían junto al presidente electo, pero también por la práctica de ese popular deporte que es la especulación, el rumor, el chisme, la “grilla”, pues. Los cercanos al alcalde movían piezas con más o menos discreción, con más o menos posibilidades, con más o menos ganas de recuperar, ganar o mantener terrenos y espacios al margen del presidente. Y los intereses se movieron, a sus anchas, a su antojo. Los panistas arrepentidos de su pecado original sonreían, saludaban, se arrastraban… se acercaban. Y en medio de todo, aparecieron los dimes y diretes, “periodicazos”, habladurías, murmuraciones y enredos.

Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía…
Un caso ilustra el tamaño de la codicia, la envidia, la bajeza. Entre los nombres para ocupar una Dirección importante del nuevo Ayuntamiento, aparecía el de un funcionario del último trienio del siglo pasado. Trabajó en la campaña con esmero, recogiendo peticiones, moviendo maquinaria, aunque no ajeno al golpeteo, tan corriente y habitual en estos casos. Logró la cercanía con el entonces candidato y la predilección del que presumía desde entonces estar llamado a ser hombre fuerte del Ayuntamiento. Conforme avanzaba en su aspiración de hacerse cargo de las obras públicas, su nombre provocó obstinadas convulsiones en un ex – alcalde accidental y en el que fuera su tesorero, hoy flamante funcionario de segundo nivel a cargo de los ingresos. Alarmados por nada, repletos de frustraciones, estos sujetos, proclives a la intriga a falta de confianza en sí mismos, buscaron afanosamente a un polémico columnista de la región, especialista en construir ficticias celebridades y en ensuciar reputaciones fuera de su alcance. Se encerraron con él en su domicilio. Pusieron a la vista del gacetillero el expediente de un caso cerrado. Lo narraron como si fueran la parte agraviada, y no vividores que acusan sin probar. El columnista, auto nombrado con la ayuda de sus ingenuos y escasos lectores en deformador de la opinión pública, recurrió a su añeja práctica de publicar mentiras como si fueran primicias. Desde su hueca atalaya, sirvió al excitado par de politicastros que han hecho carrera más por casualidad que por méritos propios.
El injuriado aspirante a funcionario echó mano de su expediente, en el que consta que él es parte agraviada, y se acercó al Presidente. Explicó, y retuvo la confianza del hoy Alcalde. Otros factores jugaron en su contra. No llegó al cargo al que aspiraba. El ex – alcalde suplente y su entonces tesorero relamen sus labios y se calzan de nuevo la máscara de falsa inocencia. Agazapados, hasta que consideren necesario volver a manchar prestigios ajenos, a falta de medios para construir uno propio. No cabe duda: la envidia es una declaración de inferioridad.

Una cosa es con guitarra, y otra cosa es con violín…
En Hilario Ruiz están fijas expectativas y voluntades. De que actúe con libertad, con sensibilidad, con cordura. De que sea el alcalde fresco y emotivo que se refleja en sus palabras. En las del cierre de campaña, en las del día de la victoria, en las de su toma de protesta.
Los funcionarios y ediles tienen una palabra que cumplir. El Ayuntamiento necesita recuperar dignidad. La función pública requiere humildad y mantener la confianza: la del Presidente, pero también la de los votantes, que son mayoría. Y más allá de las formas y recomendaciones usadas para obtener sus puestos, antes que sus pretensiones y apetencias, la nómina se paga con dinero público. Y los ciudadanos van a exigir cuentas.

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