martes, 18 de marzo de 2008

Reforma Energética

El Filósofo de Güémez
Ramón Durón Ruiz

En el siglo XIX México vivió una guerra fatricida entre liberales y conservadores. Los conservadores eran partidarios del proteccionismo industrial y el intervencionismo del Estado, detestaban a Estados Unidos, se oponían a la inversión extranjera y la inmigración.
Los liberales creían en la libertad de comercio, criticaban el paternalismo estatal, admiraban el modelo económico y político de los vecinos del norte, alentaban la inversión extranjera y la inmigración.
Ambos en vez de debatir civilizadamente sus diferencias, decidieron matarse por ellas.
Al triunfo de la República en 1867, los liberales impusieron su proyecto económico. Pensaban que el ferrocarril sería el detonador que sacaría al País de su atraso de siglos. Los ferrocarriles –creía Guillermo Prieto– podrían cambiar en opulencia, la pobreza del país. El diagnóstico era claro, México carecía de los capitales necesarios, había que atraer la inversión extranjera.
En el siglo XX el Estado nacional revolucionario, adoptó los puntos centrales del programa conservador, entre ellos el estatismo y el proteccionismo. Al margen de indudables aciertos sociales y de una paz constructiva, su gestión económica fue improductiva.
Si bien hubo un periodo de éxito moderado (1934-1970). Vendría la exacerbación populista del modelo, (1970-1982), pródiga en despilfarros y crecimiento burocrático, que nos llevaron a una gran crisis, que se agravaría más debido a los errores de los tecnócratas, que actuaban en nombre de un liberalismo impuesto desde arriba, pero lleno de contradicciones con su propia esencia.
Hoy, la historia nos ha colocado en un predicamento similar al de siglo XIX. El país necesita crecer, pero no hay consenso para definir el rumbo. Como en aquel siglo, en el nuestro hay dos posiciones extremas y un espectro muy amplio entre ellas.
La diferencia es que hoy vivimos en una democracia, en la que gracias a la pluralidad no requerimos matarnos por las ideas, podemos discutir civilizadamente.
La mejor manera de celebrar el 18 de marzo es dar inicio a un gran debate nacional sobre el petróleo, convocado por el Gobierno –que proteja los intereses de los mexicanos de hoy y de mañana– en el que participen especialistas, comunicadores, intelectuales, legisladores, buscando que se despejen los cuestionamientos válidos de quienes se han unido en el proyecto de la reforma y quienes la han criticado.
Al cumplirse 70 años de la expropiación petrolera y de la creación de PEMEX debemos buscar revitalizar la industria, no poner en riesgo el desarrollo económico en el país a largo plazo, promover una nueva dinámica en la industria petrolera. Ni son “traidores a la patria” los promotores de la reforma, Ni son “apatridas” los que están en contra de ella.
Renovarse es un imperativo de nuestro tiempo y de la globalización, es el mejor camino para abrir las puertas al futuro del país, para la eficiencia y competitividad de PEMEX, buscando que gane el interés público y con él, el de los consumidores, empresas, industrias y los hogares.
Cierto día un sacerdote decide ir a la peluquería D´Fer a cortarse el pelo. Cuando llega el momento de pagar el sacerdote pregunta a Miguel Villela –el peluquero: ––¿Cuánto le debo? ––Nada, tómelo como un favor a la iglesia. Al día siguiente en la puerta de la peluquería aparecieron doce rosarios con una nota de agradecimiento.
Posteriormente llegó un policía a cortarse el pelo y al pagar pregunta al peluquero:
––¿Cuánto va a ser? ––Nada, tómelo como un favor a la justicia. Al día siguiente aparecieron en la puerta doce donas y una nota de agradecimiento.
Otro día, llegó un líder sindical de PEMEX a cortarse el pelo, cuando iba a pagar dice:
––¿Cuánto es? ––Nada, tómelo como un favor al país.
A la mañana siguiente aparecieron doce líderes petroleros esperando que abriera el peluquero.
filosofo2006@prodigy.net.mx

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