lunes, 21 de julio de 2008

Pesadillas

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de cosas pequeñas

La Academia de la Lengua define a las pesadillas como un “ensueño angustioso y tenaz, una opresión del corazón y dificultad de respirar durante el sueño” o como una “preocupación grave y continua que siente alguien a causa de alguna adversidad”. Consecuentemente, una persona no necesita estar dormida para sufrirlas, por lo menos según la gramática.
El diccionario no ayuda, sin embargo, a encontrar una respuesta para las pesadillas colectivas, que afectan a muchos, las progresivas –es decir, que no sólo se prolongan en el tiempo, sino que aumentan de intensidad gradual y constantemente— ni las endémicas, es decir, aquéllas que son tan comunes que ya forman parte de nuestra “normalidad” cotidiana. Aquí tres ejemplos:
1.- El 24 de julio de 2007 fue secuestrado en Tijuana, Baja California, el ingeniero Celso Katzuo Enríquez Nishikawa, de 35 años de edad, propietario de una empresa de ensamble y papá de una niña de 5 años. En una carta pública escrita por su hermana Aiko, se describe detalladamente el infierno sufrido por la familia durante ese tiempo: las llamadas innecesariamente agresivas, las exigencias económicas desorbitadas, las amenazas contra otros miembros de la familia y la advertencia de mantener el secuestro en secreto.
La única ocasión en que pudieron escuchar la voz de su hermano, narra Aiko, fue sólo para escuchar cómo lo torturaban. Después de muchos esfuerzos, lograron reunir la cantidad pactada para el rescate y la entregaron a los captores el 9 de noviembre, cumpliendo las condiciones que habían impuesto: “Pasamos la noche en vela pensando que en cualquier momento regresaría Celso. Pero no regresó. Al día siguiente llamaron los secuestradores para decirnos que el dinero reunido no era suficiente, que querían más, y nos comunicaron a Celso para que supiéramos que estaba vivo. La pesadilla continuó; las llamadas, la búsqueda de liquidez, las mentiras nuestras hacia los demás para ocultar la ausencia de Celso y proteger su vida; las noches esperando la llamada: ‘¡¿Cuánto llevas?!… ¡No júntale más, eso no me sirve de nada! ¡Apúrate pa’que te lo lleves en Navidad!’ Unos días antes de Navidad hicimos el segundo pago. No nos comunicaron con Celso pero nos respondieron una pregunta que sólo el podía contestar, era la preciada “prueba de vida”. Como la vez anterior, el ahijado de mi papá fue quien hizo el pago siguiendo todas las instrucciones. Le dijeron a mi papá: “En media hora vas a ver a tu morro…” Pero Celso no regresó a su casa aún después del segundo pago.
La noche en que su familia tuvo listo el dinero para el tercer rescate exigido, el padre de Celso se negó a entregarlo hasta no contar con una prueba de vida que esta vez no pudieron darle los secuestradores. Para entonces, sus familiares ya tenían claro que Celso estaba muerto. Minutos después de la última negativa para pagar el tercer rescate, un comando armado pretendió entrar a la casa de la familia Enríquez Nishikawa rociando una impresionante andanada de balazos, que el mismo padre del secuestrado tuvo que repeler para salvar su vida, en una escena grotesca y concebible, si acaso, para mala película de “acción”. 9 meses y siete días después del secuestro de su hijo, hermano, esposo y padre –el jueves próximo se cumplirá un año— una familia mutilada vive refugiada en algún lugar secreto del extranjero, aún preguntándose por qué.
2.- La madrugada del viernes pasado, cuatro personas que viajaban en una camioneta de color blanco se introdujeron sin ninguna dificultad a las instalaciones de la Delegación Cuauhtémoc de la Secretaría de Seguridad Pública de Ciudad Juárez, Chihuahua. Una vez dentro de las instalaciones, esperaron el momento oportuno y cuando lo tuvieron “a tiro”, dos de ellos asesinaron a mansalva al teniente de policía Javier Alarcón Ruiz, de 33 años, quien se encontraba montando guardia en la oficina de la Policía Especial. Según algunos testigos, los asesinos pudieron salir de las instalaciones sin ninguna dificultad, a pesar de que en ese momento había numerosas radio-patrullas y aproximadamente cien policías municipales dentro de la Delegación.
Javier Alarcón Ruiz aparecía en una lista de 20 policías juarenses “sentenciados a muerte” por la delincuencia organizada. Le cumplieron.
3.- En una reciente entrevista por televisión, Armando Medina Mora, Procurador General de la República declaró que han ocurrido más de cuatro mil homicidios violentos y explica que “son consecuencia de las disputas entre estas organizaciones, que son asesinatos o disputas entre bandas delincuenciales”. En la misma charla, el Procurador también aceptó que alrededor de 450 policías “de distintos mandos” han fallecido, lo que dificulta aceptar que sólo son ‘disputas entre bandas delincuenciales’.
Cuando la reportera le preguntó por el tiempo que va a durar esto, la respuesta de Medina fue cruda: “sí es un tema de mediano plazo, todavía yo creo no vemos el pico de la violencia. Yo creo que todavía habrá una etapa de violencia intensa antes de que la curva comience a bajar y es natural, precisamente porque las organizaciones buscan, pues recuperar su poder de intimidación, sin su poder de intimidación, pues es imposible que dominen policías, comunidades y que obviamente puedan tener impunidad en hacer su negocio y por eso hacen esta apuesta violenta.”
Haciendo sencillas proyecciones y suponiendo –contrariamente a lo que pronostica el titular del Ministerio Público de la Federación— que ya hubiera pasado el “pico de la violencia” y que los asesinados violentamente mantuvieran sin aumentar el promedio actual de siete y medio muertos al día, ello significa que al treinta de noviembre de 2012 habrán fallecido asesinados por la delincuencia organizada unos 16 mil mexicanos. En otras palabras, todavía faltan 12 mil sepelios anunciados durante estos seis años.
Ojalá que esta pesadilla fuera sólo un mal sueño, ojalá que esta realidad no fuera “natural”.
antonionemi@gmail.com

No hay comentarios: