lunes, 4 de agosto de 2008

Tragos

Juan Antonio Nemi Dib
Historia de cosas pequeñas

No se conocen con precisión las causas del alcoholismo. Sin embargo, se sabe que las bebidas con alcohol pueden generar dependencia entre sus consumidores regulares, derivando en adicción; según sean la cantidad y las condiciones en que se ingieren vinos, licores, destilados, fermentos y cervezas, estas sustancias producen cambios en la conducta (temporales y permanentes), trastornan la función del juicio, modifican las emociones y causan daños al organismo. Aunque podría tener componentes genéticos, el hábito de beber alcohol en exceso tiene un claro factor psicosocial que lo induce, como parte de una cultura de “integración al medio”.
De acuerdo a los criterios médicos más rigurosos, esos hechos son suficientes para clasificar a las bebidas alcohólicas como sustancias psicoactivas, es decir, como drogas. Sin embargo, a diferencia de los psicotrópicos “duros” como la cocaína o la heroína, las bebidas alcohólicas no sólo son permitidas en la mayor parte de las naciones del mundo, sino que se autoriza la promoción y el estímulo de su consumo a través de la publicidad, circunstancia que –por supuesto— incluye a México.
La industria alcoholera es una de las más pujantes del Mundo y una de las más estables en términos de rentabilidad, pues muy poco le afectan las crisis y contracciones económicas; el valor de la fabricación y comercialización de alcoholes para consumo humano se mide en miles de millones. Los impuestos al alcohol son una fuente sustantiva de ingresos fiscales para los gobiernos, aunque esos recursos nunca serán suficientes para compensar los costos sociales del alcoholismo y otras secuelas del consumo de “bebidas espirituosas”.
En su informe de enero de este año sobre el alcoholismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) manifestó que: “El uso nocivo del alcohol es uno de los principales factores que contribuyen a la mortalidad prematura y a la carga de morbilidad evitable en todo el mundo, por lo que influye sobremanera en la salud pública. Aunque los niveles de consumo, sus características y su contexto difieren según las regiones, los países y las localidades, se calcula que en 2002 el uso nocivo del alcohol causó unos 2.3 millones de muertes prematuras en el mundo (lo que equivale a un 3,7% de la mortalidad mundial) y generó un 4.4% de la carga mundial de morbilidad…”.
El mismo documento afirma que el alcohol: “es uno de los principales factores evitables de riesgo de trastornos neuropsiquiátricos y otras enfermedades no transmisibles como las cardiovasculares, la cirrosis hepática y varios tipos de cáncer; una proporción importante de la carga de morbilidad y la mortalidad atribuibles al uso nocivo del alcohol corresponde a los traumatismos, sean o no intencionados, en particular los resultantes de colisiones en las vías de tránsito y a los suicidios”.
Según la OMS, “los traumatismos mortales atribuibles al alcohol tienden a afectar a personas relativamente jóvenes; en muchos países es motivo de creciente preocupación el uso nocivo del alcohol de parte de jóvenes y mujeres; el consumo de alcohol es la primera causa de muerte y discapacidad en los países en desarrollo con bajos índices de mortalidad, la tercera entre los principales factores de riesgo en los países en desarrollo, después del tabaquismo y la hipertensión arterial, y la undécima en los países en desarrollo con elevados índices de mortalidad”.
Cada vez se tiene más conciencia de la “influencia que el uso nocivo del alcohol tiene en la carga de enfermedades infecciosas, en particular las de transmisión sexual y la infección por VIH, porque va asociado a conductas sexuales arriesgadas y porque interfiere con la correcta observancia de regímenes y procesos terapéuticos”. También afirman los expertos que: “cada vez hay más datos fehacientes de la contribución del alcohol a los casos de traumatismo agudo asociados con violencia y a las colisiones en la vía pública que afectan a peatones. Las repercusiones para la salud pública de las colisiones en la vía pública relacionadas con el alcohol podrían incluso acrecentarse con el rápido aumento del número de automóviles en muchas partes del mundo”.
Las estadísticas prueban que el uso nocivo del alcohol “viene asociado a gran número de fenómenos sociales tales como delitos, violencia, desempleo o ausentismo laboral, y genera costos sanitarios y para la sociedad. Con independencia de los problemas metodológicos que plantee su cuantificación, de acuerdo con este documento de la OMS el consumo de alcohol constituye sin duda una enorme carga social y económica; se ha calculado que en 2002 los costos mundiales del uso nocivo del alcohol se situaron entre los 210 mil millones y los 665 mil millones de dólares. Las consecuencias sanitarias y sociales tienden a golpear con mayor dureza a los grupos sociales menos favorecidos y a contribuir así a las disparidades sanitarias dentro de los países y entre ellos”.
En México, el 65 por ciento de la población de entre 17 a 65 años de edad ha consumido o consume de manera habitual bebidas embriagantes. Existen en el país 32,315,760 personas entre 12 y 65 años que consumen alcohol y cerca de trece millones más (12’938,679) consumieron alcohol en el pasado aunque no bebieron en los 12 meses previos a la última Encuesta Nacional de Adicciones. El volumen total de etanol reportado por esta población alcanzó 2.79 litros cuando se considera a la población entre 12 y 65 años y aumentó a 3.484 litros en la población urbana entre 18 y 65 años y a 7.129 litros cuando sólo se refiere a los varones. En la población rural adulta, el consumo per cápita se estimó en 2.728 litros. En los varones urbanos el mayor índice de consumo se observa en el grupo ubicado entre 30 y 39 años (8.339 litros).
Cerca de tres millones (3’522,427) de adolescentes mexicanos entre 12 y 17 años consumieron una copa completa de bebidas con alcohol en el año previo al estudio; la cantidad modal de consumo por ocasión es de 1 a 2 copas en las mujeres urbanas y en los hombres rurales, en segundo lugar aparece el consumo de 3 a 4 copas para todos los sujetos, sólo en los varones urbanos se presenta con la misma frecuencia el consumo de 5 a 7 copas. Los datos de la encuesta reportan incremento en el índice de consumo de los adolescentes, de 27% en 1998 a 35% en 2002 entre los varones, y de 18% a 25% respectivamente entre las mujeres. Entre los varones aumentó el número de menores que reportaron beber mensualmente cinco copas o más por ocasión de consumo de 6.3% a 7.8%.
Los tragos son adictivos. Pueden ser mortales, para quien los toma y para otras personas inocentes, pero son legales, para muchos son agradables, quitan inhibiciones y, según la propia OMS, un consumo bajo o moderado de alcohol tiene efectos protectores contra las tasas de morbilidad y mortalidad, además, puede comprarlos en cualquier lado, sin que nadie le critique, ni le reproche, ni le llame borracho (a). Salud.

antonionemi@gmail.com

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