Octavio A. Lara Báez
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Uno de los problemas sociales que ha cobrado mayor importancia en la vida moderna es qué hacer con los desechos que cada uno de los habitantes de este planeta generamos. La generación de basura está en relación directa con el nivel de consumo de cada quien y con la cultura existente sobre el destino que debe darse a los sobrantes, por lo que la capacidad adquisitiva influye en el porcentaje de desperdicios, pedacería de todo tipo de materiales, así como los empaques, envases y embalajes que se desechan, mientras que el grado de afectación al medio ambiente depende de la manera en que se procesan y confinan.
Según estimaciones internacionales, un ciudadano de cualquier país desarrollado produce en promedio un kilo de basura por día, mientras que quienes vivimos en países en vías de desarrollo, en teoría deberíamos generar entre 400 y 700 gramos de desechos. Sin embargo, el crecimiento de la población urbana y el consumismo han hecho que estas cifras sean rebasadas.
Tan solo en la zona conurbada del Distrito Federal y el Estado de México se calcula que esta cifra está en 1 kilo 200 gramos de basura diaria por persona, lo que representa una cantidad muy elevada. Por lo que hace a Córdoba, el Ayuntamiento reporta que es un kilo diario de basura lo que cada uno de nosotros producimos, de tal suerte que una familia de 5 integrantes produce 5 kilos al día.
En cualquier latitud, el tema de la basura es una preocupación que ha llevado al hombre a idear formas de resolver cual debe ser el destino de los desechos, cómo deben de manejarse y qué debe hacerse para dejar de generar tantos. La inventiva humana lo ha llevado a ir desarrollando opciones diversas de solución, apoyado en la tecnología, algunas de las cuales aún siguen en uso y cada día se investiga sobre nuevas posibilidades.
En general, las propuestas de solución han tenido tres grandes vertientes: Las que atienden la disposición de la basura, asegurando simplemente un depósito controlado de los desechos y sus efectos contaminantes por un tiempo determinado; las que buscan producir algo útil con la basura, transformándola en combustible o abono y aquellas que se orientan a probar que la basura prácticamente no existe, pues están basadas en una cultura de que hay deshacerse solo de lo inservible, que es muy poco y reaprovechar lo que siga siendo útil, que aunque no lo creamos, es la gran mayoría de lo que actualmente tiramos.
Ejemplos de la primera opción son los rellenos sanitarios, que si bien no son la solución óptima, en países con una cultura nula de preservación ecológica y reciclaje y recursos insuficientes, pueden contribuir a mantener temporalmente solucionado el problema de desechos, pero tienen una duración muy corta de utilidad real sin riesgos para el entorno, pues no son soluciones definitivas. Desde luego que entre un basurero común o un relleno, es preferible el segundo, siempre que se apegue a las normas ecológicas.
La búsqueda de una utilidad práctica de la basura ha llevado a procesos por los que se puede obtener energía eléctrica mediante el procesamiento de grandes cantidades de basura; o la producción de composta con los desperdicios orgánicos. Y finalmente, el hombre ha encontrado que el reciclaje, la reutilización de los desechos para producir nuevos objetos, que puedan volverse a comercializar y consumir, es el mejor camino para terminar con los efectos nocivos de la basura en el medio ambiente.
Ramón Ojeda Mestre, Secretario general de la Corte Internacional de Arbitraje Ambiental, sostiene que si aprovecháramos la totalidad de los residuos orgánicos y todos los inorgánicos que son reciclables, sólo produciríamos 17% de la basura que actualmente generamos. Y es que de toda la basura que producimos en México, el 53 por ciento, son residuos orgánicos: restos de comida y de plantas; el 19 por ciento son residuos finos, como los pañales desechables; el 14 por ciento es cartón y papel; el 4 por ciento son plásticos; el 6 por ciento es vidrio; el 3 por ciento metales. Como se ve, prácticamente el 100 por ciento de los residuos se podrían volver a utilizar. El problema es que no tenemos arraigada la cultura de la separación de residuos ni del reciclaje o el reuso. Acostumbramos deshacernos de muchas cosas y las entregamos revueltas al camión recolector, lo que dificulta su manejo y potencia la contaminación.
En México se carece de políticas para el adecuado procesamiento de la basura y por ende de una cultura de la separación. Por ejemplo, de acuerdo con información de la Semarnat, en nuestro país solo se recicla entre el 10 y el 15 por ciento de la basura; mientras que en Alemania –ejemplo mundial en la materia- es el 60 por ciento lo que reciclan y lo que no, lo usan para generar la energía que hace funcionar las plantas de tratamiento de desechos.
Conociendo el grave problema que tenemos en Córdoba, como en muchas otras partes del estado y del país, por el funcionamiento del tiradero a cielo abierto de la congregación 20 de noviembre, mismo que ya llegó a su límite y sigue activo ante el aplazamiento de una alternativa viable por el descontento popular y la politización que se ha hecho del asunto, los Ayuntamientos de los municipios que depositan sus residuos en esta ciudad deberían planear conjuntamente la ejecución de un proyecto integral para resolver el problema de la basura, que considerara al menos dos etapas: una inmediata, que sería habilitar un terreno adecuado para que funcione un relleno sanitario temporal, con un plazo limitado y legalmente estipulado de vida, en tanto se sientan las bases de otra solución de más largo plazo, en el que se puedan depositar las más de 400 toneladas diarias de basura que producimos los cordobeses y habitantes de la región y pueda así clausurarse definitivamente, el actual tiradero ubicado en la congregación 20 de noviembre e iniciar su saneamiento y remediación ambiental. Otra posibilidad es que nuestros residuos se lleven por un tiempo al basurero de Nogales, con el consiguiente impacto económico del traslado.
La segunda etapa sería a mediano plazo y consistiría en la construcción de una planta procesadora de basura, en la que se captaría todo el cúmulo de residuos sólidos debidamente separados y enviados para su reciclamiento.
Para llegar a esto, se tendría que llevar a cabo una intensa campaña dedicada a crear en nosotros una cultura de separación y reciclaje de basura, a fin de entregar nuestros residuos en bolsas o recipientes reciclables, con colores diferentes para el vidrio, el metal, los desperdicios, el plástico, el papel y el cartón, lo que inclusive podría producir puntos a cada ciudadano o familia, que se convertirían en descuentos y ahorros en el pago de otros servicios como el mismo de limpia pública, el impuesto predial o el agua potable.
Se acabaría así con la calamidad que actualmente representa la basura pero también se acabaría con las protestas de la gente que, como es natural, no quiere tener un basurero cerca, o con la manipulación política que algunos representantes populares panistas hacen en nombre de la ecología.
Los ciudadanos debemos entender también que, tenemos ciertamente el derecho a defender nuestro derecho a un medio ambiente saludable, pero también tenemos la obligación de colaborar en la solución de un problema social como el de la disposición final de nuestros residuos y eso comprende asumir una actitud más participativa y corresponsable, no de oposición sistemática a todo esfuerzo de las autoridades para atender la carencia de un destino conveniente de la basura. Hay que recordar que en lo que va del año han sido tres proyectos abortados para instalar un relleno sanitario en la región: el de Atoyac, el de Villa Unión y el de La Pochota, todos por el rechazo ciudadano, en gran medida originado por el temor y la desconfianza que infunde el desconocimiento de cómo opera un relleno sanitario controlado. Los esfuerzos del Ayuntamiento cordobés, de los municipios circunvecinos y del Gobierno del Estado merecerían una mejor suerte, pues buscan atender un problema de contaminación cuya solución se ha postergado demasiado, lo que lo ha tornado en grave y, ese sí, amenazante.
El procesamiento de basura es costoso, pero lo es más la ignorancia e indiferencia al daño que todos estamos haciendo a nuestro entorno ecológico. El Gobierno del Estado, los Ayuntamientos y la Federación, de manera cercana con la población, deben trabajar conjuntamente en un proyecto integral de este tipo, que nos permita aspirar a un mejor futuro para las próximas generaciones. Se requiere poner ya, manos a la obra.
olarabaez@hotmail.com
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