martes, 24 de marzo de 2009

El creacionismo político y la evolución de las especies

Pedro Manterola Sainz

2009 es año de elecciones intermedias, y el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin. Ambos sucesos, en apariencia inconexos, tienen puntos de contacto, referencias comunes que permiten descubrir respuestas y nuevas preguntas acerca de la clase política.
Políticos y candidatos pueden hacerse, fabricarse, nacer, evolucionar, construirse o inventarse. Pueden anticiparse o malograrse. Se pueden crear, adaptarse, crecer o desaparecer. Algunos no saben sobrevivir sin recibir, y otros son capaces de mutar sin inmutarse. De entre las muy diversas formas de estas especies por surgir, nacer, crecer y, de ser posible, reproducirse, estas se dividen en dos grandes grupos: los emblemáticos del creacionismo político, y los que son producto de la evolución de las especies.
Los que son producto del creacionismo se asumen como la encarnación de espíritus superiores, de esos que son capaces de dar vida a seres inanimados. Su origen divino pretende dotarlos de un aura beatifica y de un poder supremo que ellos presumen eterno y es sexenal. Anhelan ser vistos como arcángeles o querubines, y todos sus atributos, casi todas sus virtudes, y su principal defecto, son todos fruto de un acto de voluntad superior y creación sagrada. Provienen de la nada, o de algún lugar vecino a la nada, son casi siempre un espejismo, entes de ficción que no conocen la realidad pero afectan el entorno con su sola existencia. Son los predilectos, los elegidos para recibir el soplo celestial, mismo que desaparece sus defectos, los dota de alma aparente, aún estando en gestación, y les permite dar sus primeros pasos en etapa embrionaria, lo que ha generado no pocos tropiezos.
Su origen divino es al mismo tiempo privilegio y pecado original. Al ser su principal atributo la divinidad de su origen, este, paradójicamente, ensombrece las virtudes que por sí mismos pudieran tener. Por ser fruto de una voluntad todopoderosa, estos especímenes tienen en su origen su principal rasgo, dejando en segundo plano las virtudes que podrían darles vida propia. Son una extensión divina, ecos de una bendición suprema, fervientes creyentes de la excelsitud de su propia creación, y por lo mismo actúan, piensan y sienten como si de verdad fueran superiores. Confunden su origen con lo que son, y esa confusión permea sus actos.
Los elegidos son miembros privilegiados de un círculo cada vez más pequeño y por lo mismo cada vez más cerrado. No pocos presidentes de la República tuvieron este origen, aunque por supuesto contamos en Veracruz con especies criollas que anhelan y reciben la gracia de similares características. Es necesario, aunque en Veracruz y en estos tiempos inconveniente, decir que la creencia de que así empieza la vida ha recibido críticas y cuestionamientos de gente sensata que sabe mucho de estas cosas. Hay que acotar que a este grupo pertenecen lo mismo seres cuya divinidad presume ser cierta, que la atemorizante y desventurada creación del doctor Frankenstein, criatura galvanizada con órganos de diverso origen.
Por su parte, los políticos y candidatos producto de la sobrevivencia de los más aptos han logrado superar etapas cada vez más complejas. Se adaptan para superar las dificultades mediante la adquisición de nuevas habilidades. Evolucionan. Se desarrollan, cambian, maduran, se transforman. Ante cambiantes realidades sociales, políticas, económicas, productivas y ciudadanas, estos seres asimilan nuevas formas y experiencias. Entre los más aptos la evolución es al mismo tiempo origen y destino, causa y efecto. Producto de su propia evolución, generan cambios en su entorno. En circunstancias inestables, ante la competencia por sobrevivir, estas especies desarrollan nuevas virtudes y se generan variaciones en actitudes y capacidades generación tras generación. Hay casos de talento superlativo, especies que entienden que el mundo ha cambiado y hay que cambiar con él, pero normalmente se dan en otros países. Un caso prototípico sería Barack Obama. Y no, no hay ejemplares de esos en estas tierras. Ya no insistan.
Ante esta selección natural producto del paso de los años, sexenios, gobiernos, leyes y campañas, ciertas especies fingen transformaciones para mantener posición y status, y dicen cambiar solo para seguir iguales. Estas especies ansían evitar su extinción, para lo cual fingen nuevas aptitudes y pretenden ser lo que no son, lo que no pueden ser, lo que nunca han sido: aptos para la desarrollo. Son mutantes, especies diminutas que han frenado su evolución, y buscan desesperadamente ser aceptados por especies superiores, a las que son similares en apariencia, pero nunca iguales en aptitudes. Frente a expectativas de cambio de era, entiéndase sexenio, los mutantes se mezclan con sus contemporáneos y asimilan conceptos, discurso, temas y formas de comportarse en público, pero no cambian de prácticas y costumbres. Entre estos, destacan muchos representantes del priismo temprano, pero a últimas fechas se han descubierto fósiles del perredismo delirante y el panismo extraviado.
Mientras seres mejor adaptados buscan cohesión y fuerza para asumir los retos de su generación, del presente que anticipa y construye el futuro, los mutantes fingen ser mejores de lo que son y anhelan con estridencia ser recibidos en el seno de un grupo del que esperan protección. Simulan las aptitudes de seres superiores, a los que copian y bajo cuyo manto se cobijan, hasta que las cambiantes condiciones los llevan a dejar a sus benefactores para rastrear una nueva guarida. Afines a parásitos y reptiles, estas especies inferiores son eso, inferiores, por lo que carecen de conciencia, principios y cualidades. Cada cambio de época, de sexenio en este caso, abandonan al grupo que les brindó protección y sustento para encontrar seres menos aclimatados que los acepten por lo menos como parte de su grupo. No reparan en desconocer y atacar a su grupo anterior, el mismo que los cobijó, cuidó y hasta les creyó. Esto, que para cualquiera es un defecto que revela indignidad, ellos lo consideran una virtud. También destacan por su enorme coraza y potente ponzoña, lo que ellos hacen pasar como capacidad y talento. Según registros antropo(i)lógicos, ambas especies, las de talento efectivo y las de aptitudes fingidas, vieron la primera luz en el Hernández Ochoísmo precoz, unos cuantos consintieron hasta la ignominia en el Dantismo prematuro, antecedente del latente Dantismo privergente, unos más atravesaron por el Chirinismo perspicaz y otros recalaron en el Alemanismo insaciable.
Hoy vemos a los primeros, a otros y a los mismos adaptarse con mayor o menor éxito al Fidelismo palpitante, mismo que se reproduce en tres vertientes: el primario, que es auténtico y cuyo origen, aún siendo variable, se pierde por lo menos 2 generaciones atrás; el fidelismo sublime, especie híbrida entre el creacionismo y la falsa evolución, que pregona ruidosamente su fidelidad, y cuya pretendida pureza los lleva a creerse raza superior y selecta, por lo que usan y abusan de un poder que creen eterno con una arrogancia que tiene fecha de caducidad. Estos especímenes discriminan, alejan y aíslan a los que, más allá de aptitudes, son considerados impuros, ya que para ellos es impuro todo ser capaz de pensar por sí mismo. Por último, solo en la lista, tenemos a las especies del fidelismo aparente, hoy en alocada reproducción, entre las que se pueden observar a los mutantes que brincan de generación en generación con su resistente coraza y despreciable ponzoña. Esta vertiente prevé su apogeo reproductivo sobre todo después del próximo 5 de julio.
Cabe destacar que entre estas especies se dan variaciones: así, hay fidelistas primarios que lo son también aparentes, y hay aparentes que fingen ser sublimes. Cosas de la genética. Los aparentes y los sublimes también destacan por su frágil sentido de pertenencia, y porque son serviles pero nunca leales. No son oportunos, sí oportunistas, ni convenientes aunque sí convenencieros. Se les ve cada elección más perturbados porque saben que, tarde o temprano, se habrán de extinguir. Y eso los vuelve más dañinos, más insidiosos, más embusteros. Porque mientras las épocas ponen a prueba a seres más capaces, aptos y decididos, ellos siempre han sido, son, roedores, reptiles y trepadores. Y como tales actúan.

No hay comentarios: