Salvador Muñoz
Los Políticos
A dos días de celebrar el día de la madre, uno ni siquiera se imaginaba que apenas en el siglo pasado se le festejara como la representación de la paz… ¡y vaya que si una madre lo representa!
Nada más por poner un ejemplo: ¿Qué madre no ha metido paz a su hijo cuando se pasa de listo? ¡paz paz y paz! ¡cómo no nos íbamos a estar quietos si nos aplacaban con chancla, palita o a mano limpia sobre las posaderas!
Incluso hay madres (me tocó asistir a algunos eventos desagradables en Acayucan) que impartían su “paz” de una manera un poco más ruda y cruda… con el cordón de la plancha sobre la espalda del pequeño. Lo increíble del asunto era el amor del niño para su madre. La defendía y no quería separarse de ella.
Es curiosa la vehemencia que tiene (o tenía) el mexicano para con su madre… recuerdo mi infancia: Si alguien “mentaba la madre” era seguro que le “rompían su madre”, así de sencillo.
La “mentada de madre” no es más que recordarle a alguien su complejo de Edipo que en menor, regular o mayor escala, al final casi todos lo llevamos.
Hablar de la Madre en México es tan similar como hablar de Chingar. Para todo usamos a la palabra “Madre”.
• Por ejemplo, en el caso de la Influenza, nuestra primera reacción a lo desconocido fue: ¿Qué madres es eso?
• Cuando nos dijeron que teníamos que usar un cubrebocas ante la epidemia, respondimos: ¿Para qué madres nos servirá eso?
• Cuando vimos la primera imagen del virus de la Influencia vista desde un microscopio, exclamamos: ¿Por esa madrecita sufrimos?
Y ¡ojo! porque el simple cambio de una preposición altera el significado total de una expresión… cheque:
• Cuando nos digan que ya descubrieron la vacuna contra la influenza y no vamos a pagar por ella nuestra expresión será: ¡De poca madre!
• Y cuando nos digan que no la vamos a pagar nosotros, pero sí nuestras siguientes cuatro generaciones porque el país se super-endeudó para costear la vacuna, diremos: ¡Qué poca madre!
Nomás tenga cuidado con la entonación al usar una expresión porque igual, aunque lleve las mismas palabras, el sentido cambia, como por ejemplo:
• Si usted es progenitora de niños menores de 15 años y su jefe le permitió no ir a trabajar ni jueves ni viernes porque no había servicio de guardería así como de primaria y secundaria: ¡a toda madre!
• Pero si usted es mujer y no tiene hijos y sabe que en su oficina les van a dar a las madres también el lunes de descanso mientras usted se soba el lomo desde el jueves pasado, su expresión es igual pero con una entonación diferente y más se acentuará si pone sus brazos en jarras: ¡¡¡A toda madre!!!
En fin… la idolatría a la madre en nuestro país es tan grande gracias (creo) al fomento que a través de la Iglesia Católica se dio a través de la Virgen María (la pureza de una madre) y la Guadalupana (aquella que ve a todos sus hijos por igual), para que, a mediados del siglo pasado, Pedro Infante y Sara García (Los Tres García) la ponderaran aún más en nuestra sociedad como un matriarcado donde realmente nunca mandó la mujer sino que fungía como caporal aunque la palabra del dueño fuera siempre la última. Al final, Televisa y sus grandes telenovelas, hicieron de nuestra progenitora una mujer abnegada, sufrida, dispuesta al sacrificio antes que ver a sus hijos caer (Libertad Lamarque y Verónica Castro)… estereotipos que de seguro hemos de ver en algunas señoras de cabellos blancos… ¡Claro! Por supuesto que también las hay como Catalina Creel ¡Pa’ la madre! ¡Sí que daba miedo!
Así que, tras esta breve reflexión, no queda más que chutarnos, como cada año, el pinche mismo tema de siempre con Denisse de Kalaffe: ¡Señora señora!
Mañana, si usted aún no ha comprado el regalo a su respetable madre, le haré algunas sugerencias de regalos útiles en estos días aún de contigencia.
Y recuerde, no es lo mismo Pa’ la madre que ¡¡¡Pa’ la madre!!!
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