viernes, 18 de diciembre de 2009

Es que nada te gusta...

Pedro Manterola Sainz
Hoja de Ruta

“Nada te gusta”, es la frase que se puede escuchar siempre que alguien manifiesta reiteradamente inconformidad o rechazo ante distintas opciones. Puede ser que nos asista la razón al negarnos a recibir o acoger alguna de las posibles alternativas, sean hechos, palabras, personas, objetos o cosas, ya sea porque ninguna de las opciones satisface nuestras expectativas, porque esperamos algo más, porque nos obsequian un dulce envenenado, porque sabemos que decir “sí” es caer en una trampa o porque el origen de la eventual disyuntiva es por lo menos sospechoso. Y así, aunque pretendamos razonar nuestras negativas, el “es que nada te gusta” nos reduce al papel de eternos inconformes, nos coloca en el plano del perenne negativismo, y da a quien profiere la frase el falso papel de víctima, de mártir generoso y desinteresado. Pero en ocasiones, es verdad que nada nos gusta, y que en ese “nada” escondemos una enfermiza actitud de rechazo irracional, de rebeldía sin causa, sin origen, sin destino.
Durante años, amontonados en sexenios, académicos, ciudadanos, políticos, periodistas, analistas, juristas, politólogos, empresarios, agrupaciones, organizaciones, partidos, curas, ministros y un prolongado etcétera, han pedido, exigido, planteado, propuesto, buscado y deseado reformas de todo tipo, que van de lo fiscal a lo laboral, pasando por cambio profundos al modelo de desarrollo, a la política agropecuaria, a los medios de comunicación, transformaciones administrativas, burocráticas, al poder judicial, al sistema político… Las reformas abarcan lo mismo leyes que reglamentos, bandos, edictos y decretos. Esta pasión reformista ha tenido pocas oportunidades de saciarse en el ámbito legislativo, sea por miopía de sus integrantes, por incapacidad del ejecutivo, por mezquinos cálculos electoreros, por ignorancia, celos, flojera, envidia o estupidez. Y cuando los estúpidos son muchos no hay razón humana que los convenza de cosas racionales, porque de asuntos y temas absurdos ya están previamente convencidos. Por eso son estúpidos.
Así, mientras todo mundo dice que las reformas son impostergables, imprescindibles, urgentes, prioritarias, vitales, se aparece el Ejecutivo Federal y plantea 10 reformas, todas debatibles, pero ninguna merecedora de rechazo o descalificación a priori, sin ningún análisis, sin la mínima reflexión. Pero cómo nada nos gusta, empezamos a decir que están incompletas, que son oportunismo, que nos distraen, que sí pero no, que no pero quién sabe, que sí el estallido, que sí está mejor la mía, que para qué… Y la pregunta no es “¿para qué?”, sino ¿hasta cuándo vamos a discutir lo importante?
¿Incompletas? Supongo que lo dirán porque son insuficientes. Y supongo que son insuficientes pero también representan un buen inicio. Y sí son insuficientes, incompletas, parciales, pues para eso estarían los partidos, los políticos y las cámaras, para enriquecerlas. No, como siempre, para mutilarlas, reducirlas, o solo para censurarlas. Menos para descalificarlas nada más porque sí.
¿Oportunismo? Digamos que el Ejecutivo les ganó en “timing” a partidos, diputados, senadores y precandidatos. Eso explicaría lo irracional de algunas reacciones, y lo desafortunado de algunas declaraciones contra, por ejemplo, la segunda vuelta y contra la reelección de alcaldes y diputados, previniendo incluso sobre “estallidos sociales” en caso de aprobarse esto último. ¿Lo dijo Fernández Noroña? No. Peña Nieto, más preocupado por eventos sociales, no estallidos, que por la trascendencia política de lo que se discute en el país. Son los riesgos de la imagen sobre la sustancia.
¿Distraen la atención del respetable? No, concentran la discusión, el debate, el análisis y el trabajo de los legisladores en temas que por fin representan avances políticos y sociales. Lo que nos distrae y ataranta son las barbaridades del “Juanito” de Iztapalapa, sus émulos por toda la República y sus replicantes y seguidores en los medios. ¿Hay reformas más urgentes, temas más relevantes? Sí. Pero no está mal que empecemos con lo que hay, y exijamos que los asuntos pendientes reciban también tiempo y atención tanto de legisladores, como de partidos, presidente, gobernadores, periodistas, académicos y ministros.
¿Y cuáles son esas reformas? Este es un breve recuento:
1. Reelección de alcalde: para que los Presidentes Municipales sean elegibles por hasta tres períodos adicionales.
2. Reelección de diputados y senadores: en estos casos, que los diputados sean elegibles hasta por tres períodos adicionales de tres, y los senadores por un período más de seis años.
3. Reducción de los integrantes del Congreso: busca recortar el número de diputados de 500 a 400, y senadores a 96 desde las 128 actuales.
4. Registro de partidos políticos: para aumentar el porcentaje de votos mínimos del 2% al 4% obtenido por un partido político para mantener su registro y recibir financiamiento público.
5. Iniciativa ciudadana: nueva figura por la cual cualquier ciudadano podrá presentar y proponer iniciativas de ley en el Congreso.
6. Candidaturas independientes: establece que un ciudadano no necesitará el respaldo de un partido político para presentarse a cualquier cargo de elección popular.
7. Segunda vuelta electoral: propone para elecciones presidenciales una segunda ronda electoral en caso de que ningún candidato obtenga mayoría absoluta de votos. La segunda vuelta sería entre los dos candidatos con más votos.
8. Iniciativas de la Suprema Corte: Faculta a la Suprema Corte de Justicia a presentar iniciativas de ley relativas a su funcionamiento.
9. Iniciativas preferentes: el Poder Ejecutivo podrá presentar dos iniciativas preferentes para que el Congreso tenga que votarlas obligatoriamente en el período de septiembre a diciembre. En caso contrario, se considerarán aprobados. En el caso de una reforma constitucional, sí no se discute y se vota en el Congreso, la propuesta se llevará a referéndum, y sería aprobada con el apoyo de los dos tercios de los ciudadanos consultados.
10. Derecho a presentar observaciones: Concede derecho al Poder Ejecutivo de presentar observaciones a leyes e iniciativas aprobadas por el Congreso.
Hay en cada tema una reflexión obligada, pero su trascendencia es incuestionable. Que se discutan y razonen. Siempre de la mano de los especialistas, pero también de parte de los interesados. Y los interesados somos, deberíamos ser, todos. La única exigencia para hablar del tema digamos que sea por principio el sentido común, tan escaso como necesario. Dejemos los temas para su lenta y cuidadosa lectura. Por lo menos para saber de qué hablamos, qué y por qué nos parece mal. Y para que nadie nos diga, en este caso con razón, “es que nada te gusta”.

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