viernes, 20 de agosto de 2010

Remedios de mi abuela Elvia

Liz Mariana Bravo Flores
Andanzas de una Nutria


“Eres piel morena, canto de pasión y arena; eres piel morena, noche bajo las estrellas…”
Thalía


Tras nueve horas de pesca en alta mar, hay un sinfín de aprendizaje y anécdotas por compartir. La semana pasada narré algunos detalles de la mejor pesca de mi vida y las enseñanzas que dejó.
Dicen que nadie aprende en cabeza ajena y lo comprobé con mi hermano, pues ambos amamos broncearnos bajo los rayos del sol, ponernos rojos, morenos, negros-multicolor y después, cual víbora o cangrejo, mudar de piel; sin embargo, la exposición y trabajo en la pesca, dista mucho de la exposición cuando sólo se va a chapotear en el mar.
Desde que lo invitamos, papá y yo recomendamos que llevara camisa de algodón de manga larga y pants ligeros que le cubrieran toda la pierna, zapatos de hule para el mar, gorra y, ya siendo muy cuidadoso, hasta paliacate para el cuello. Ese atuendo es el ideal para un pescador porque le protege de los moscos, de los rayos del sol e, incluso, de las rozaduras por el sudor, pues la ropa de algodón lo absorbe.
En mi caso, por única ocasión llevé shorts, con la firme intención de deshacerme del color amarillo-burócrata de mis piernas; sin embargo, antes de abordar la lancha me barnicé completa de bloqueador solar y del mejor repelente de moscos que he conocido: shampoo del más corriente que encuentre en el camino.
Carlos se rehusó al bloqueador por no sentir la sensación pegajosa en la piel.
Emprendimos camino mar adentro y con ello el banderazo para trolear. Tiempo después nos detuvimos en diversos puntos a pescar y, conforme pasaba el tiempo, las piernas y cara de mi hermano se coloreaban de rosa, rojo y llegó el momento en que le dije que era vital protegerse pues su piel ya estaba muy expuesta, bronceada e incluso dañada por el sol.
Para entonces era tarde, los rayos habían quemado su piel y con ello aprendió la importancia de protegerse.
Como su caso, también recuerdo el de mi amigo Israel Salazar, que un día de visita al Paso de Doña Juana se dejó acariciar por los rayos del sol y terminó en el dermatólogo con quemaduras de primer y segundo grado.
Y ahí tienen la importancia de protegerse la piel no sólo cuando se va de pesca, sino cada vez que deba exponerse al sol pues, además de las arrugas prematuras, pecas, manchas en la piel, puede arriesgarse a cáncer, alergias, dermatitis y quemaduras severas.
Por la noche le comenzó a arder la piel, pero el lunes Carlos no podía moverse, caminaba como viejito sin bastón porque ya no le ardía sino que le dolían los músculos de las piernas.
Medicamento para aminorar el dolor sumado a los remedios de la abuela le ayudaron a recuperarse pronto y soportar las noches sin sábanas ni abrazar a su esposa por la molestia en la piel, a sufrir menos el roce de los pantalones durante el día y a pronto comenzar a dejar pellejos por donde pasa para recibir a la nueva piel sana.
La próxima vez que sufra de quemaduras por el sol, además de visitar a su dermatólogo, confíe en los remedios de mi abuela Elvia, póngase papaya fresca en la zona afectada, pues la papaína ayuda a evitar el ardor y regenerar la piel y, sin temor a recibir una mordida, mezcle la papaya con un poco de miel pues ésta tiene propiedades que le ayudarán a sanar más rápido y evitar el ardor.

nutriamarina@gmail.com

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