viernes, 17 de septiembre de 2010

Hace 25 años, el día que tuve más miedo

Liz Mariana Bravo Flores
Andanzas de una Nutria

“…Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja…”
Jaime Sabines.


Pensé que la casa estaba hechizada porque...
Mientras dormíamos di un salto a la panza de mi papá que me hizo despertar. La cama de mis tíos –en donde estábamos acostados mis padres y yo- era de fierro y empezó a rechinar cada vez más fuerte. El viejo espejo de la recámara se giraba de un lado al otro como si buscara a alguien desesperadamente.
La verdad es que no entendía bien qué pasaba, alguien dijo que estaba temblando y todos se asustaron. Tío Fernando y papá corrieron a la calle, mientras Claudia, tía Lucha y mamá se vestían y me ayudaban a poner mi ropa.

Los fantasmas
Papá y tío Fernando regresaron al departamento después de un rato, no sabía bien qué era, pero había algo que me daba miedo.
Ellos parecían fantasmas, tenían talco en todo el cuerpo, en la cara, el pelo. La voz de papá no sonaba gruesa y ronca como siempre, más bien se escuchaba como si quisiera llorar, y lo hizo mientras decía “¡México se está cayendo!”.
Me cargó en sus hombros y cuando salimos a la calle a mi mamá se le abrazó una señora en pijama quien lloraba y gritaba “¡yo lo maté, yo lo maté! Mi hijo no quería ir a la escuela y lo obligué a que fuera, le dije que tenía que ir y se cayó su secundaria”.
En ese momento sentí cómo la sangre me corría caliente por el cuerpo, empezaron a escaparse las lágrimas de mis ojitos y no podía sacar de mi cabeza que mi hermanito se había quedado en Xalapa porque él también tenía que ir a la escuela.
Los edificios estaban rotos, aplastados o cayendo al piso. La ciudad estaba llena de fantasmas que corrían de un lado a otro y, sin darnos cuenta, nosotros ya éramos parte de ellos también.

El refugio
Mientras avanzábamos papá contó que se había caído Televisa, que su hospital -el Juárez- estaba destruido, dijo que él y tío Fernando ayudaron junto con más personas a sacar a quienes estaban debajo de los escombros.
El paso cada vez era más rápido y en la misma dirección, hasta que un edificio explotó a sólo unos pasos de donde estábamos. Hizo un ruido que taladró mis oídos, lanzó fuego y se hizo una capa de humo que no nos dejaba ver. Comenzaron a correr para el otro lado. Tenía tanto miedo que no podía aguantar las ganas de ir al baño.
Llevábamos mucho tiempo caminando. Después de recorrer la ciudad en busca de un refugio, vieron una tienda abierta y sin pensarlo nos metimos, sólo que el encargado ya estaba bajando la cortina para cerrar, al entrar se la dejó caer en la cabeza a mi papá.
Logramos quedarnos un rato ahí, fuera de peligro y con algo de comida, unas papas y un refresco, al precio del más delicioso banquete ayudaron a matar el hambre.

25 años
No recuerdo haber sentido impotencia como narran muchas personas en sus relatos, pero en la memoria tengo las imágenes frescas, las personas llorando, gritando desesperadas, corriendo descalzas, el fuego, el rostro de mis tíos, de mi prima, el dolor y la preocupación en la cara de mis padres, la sensación del paso de papá cuando me llevaba en sus hombros, y lo que tras 25 años del terremoto revivo cuando se habla del sismo: La angustia de no saber cómo estaba mi hermano en Xalapa, el miedo de no saber si volvería a verlo, la incertidumbre de estar lejos de la persona más importante de mi vida.
La pesadilla y los fantasmas terminaron al día siguiente, cuando por fin llegamos a casa, en la capital de Veracruz, en donde nos esperaba Carlitos, mi hermano de ocho años que no había estado en México con nosotros porque el también “tenía que ir a la escuela”.
El 19 de septiembre era el día en que más miedo había sentido a mis tres años de vida. Tras 25 años, puedo asegurar que no ha habido otro que me provoque una sensación igual que ése.
Fue, es y será seguramente el día más impactante de mi vida.
En memoria de las víctimas del terremoto de 1985.

nutriamarina@gmail.com

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