martes, 16 de noviembre de 2010

De alcaldes y demás fauna

Luis Alberto Romero

Juvencio Romano Cortés era alcalde de Tlapacoyan en el periodo 2001-2004, cuando, ante la falta de material pétreo para realizar la obra pública, consintió la destrucción del patrimonio histórico de su municipio para pavimentar las calles.
Una cantidad indeterminada de petroglifos fue triturada para asfaltar las calles de Tlapacoyan, cuyos habitantes impusieron a su alcalde el mote de Burrencio Romano, precisamente por permitir y solapar esa destrucción de la riqueza arqueológica de un asentamiento de origen prehispánico, como lo es Tlapacoyan.
Los petroglifos son representaciones gráficas grabadas en piedra que, en el caso de Tlapacoyan, datan de al menos 3 mil años. Ese material fue usado por las compañías constructoras y por el propio departamento de obras públicas del Ayuntamiento, para la pavimentación en ese municipio.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia alertó en su momento sobre dicha situación, pero el daño estaba hecho y piezas cuya elaboración se remonta a la nueva edad de piedra, el neolítico, fueron destruidas por un alcalde que pasó a la historia de su pueblo como representación de la irresponsabilidad.
Ese es solo un ejemplo de la ignorancia de muchos alcaldes, de la incapacidad y, en muchos casos, de la irresponsabilidad. Desafortunadamente, malos alcaldes sobran en Veracruz y en cualquier otro estado de la República. Tenemos el caso reciente de Rubén Darío Lagunes Rodríguez, el alcalde de Medellín de Bravo, quien durante la contingencia de septiembre, provocada por el paso del huracán Karl, dejó caducar las despensas que servirían la gente de Medellín. Las despensas no llegaron a su destino… fueron arrojadas a la basura, luego del desbordamiento de río Jamapa. Así, el ingenio de sus paisanos rebautizó al presidente municipal con el mote de Burrén…
En Poza Rica, actualmente ocurre un hecho que, aunque no implica ni la destrucción del patrimonio histórico ni la pérdida de apoyos por irresponsabilidad, si provoca el malestar y la indignación de los habitantes de ese lugar: al inicio de la administración del alcalde Pablo Anaya, el Ayuntamiento otorgó la concesión del servicio de recolección de desechos sólidos, así como la operación del relleno sanitario, a la empresa Promotora Ambiental, S.A., conocida como PASA. De entrada, la iniciativa de Anaya no parecía mala e implicaba la posibilidad de que el gobierno municipal dejara de prestar un servicio que, según los pozarricenses, le quedaba grande porque simplemente no era capaz de operar el área de limpia pública. Las quejas eran frecuentes y Poza Rica lucía siempre como una ciudad sucia; fue cuando entró PASA, con una estrategia que permitía mantener la ciudad más o menos limpia.
El problema vino después, cuando PASA intentó cobrarle al Ayuntamiento… a la fecha, la deuda del gobierno municipal con dicha empresa de la iniciativa privada supera los seis millones de pesos.
PASA amaga ahora con suspender el servicio de recolección de basura, lo que podría convertir a Poza Rica en un enorme tiradero a cielo abierto. Las autoridades municipales, encabezadas por Marco Aurelio Alarcón Trueba, un gris personaje que sólo había figurado con cargos de medio pelo en el ayuntamiento, culpan por la situación a la secretaría de finanzas y al gobierno federal por no depositar los recursos al municipio.

luisromero85@hotmail.com

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