viernes, 12 de noviembre de 2010

De puño y letra

Salvador Muñoz
Los Políticos

¡Llegó el cartero! Gritaba cuando niño escuchaba un singular silbido. Galopaba hacia la entrada de la casa y recogía las cartas. A veces, el señor cartero solicitaba un vaso con agua, mientras recargaba en los matorrales la bicicleta. El vaso lo llenábamos del grifo del patio y la tomaba sin remilgos… no había porqué si de allí tomábamos los sedientos de la casa directo de esa llave.
A ciencia cierta no sé de quién y para quién eran las cartas pero lo que sí recuerdo es que entre los paquetes que llegaban, estaban las Selecciones de Readers Digest, que ya devoraba en mi infancia.
¡Llegó el cartero! La canción empezó a dar vueltas en mi cabeza… la tarareaba desde que ponía un pie en el suelo buscando mis tenis… ¡Llegó el cartero… laralaralaralá! Sí, era una letra simple, acompañada por pandero, guitarra y una trompeta o sax… ¡Llegó el cartero, traigo cartas a granel! No sé si a usted le pase. Yo despierto tarareando canciones, paseo a mi perro y la canción sigue en mi cabeza. Estoy en el baño y sin querer, se me sale y la estoy cantando. Lo terrible es cuando me sorprendo cantando temas de Los Temerarios, algún rap, una simplona balada de cantante que no recuerdo haber escuchado… pero ¡Llegó el cartero traigo cartas a granel! Fue un retroceso terrible a mis 70s cuando tenía un radio, un tesoro, color verde. Y recordé a Carlitos Balá. ¡De él era esa canción! ¡Llegó el cartero! Y yo que pensé que era de Luis Aguilé, el que cantaba “Amor de flacos”…
¡Llegó el cartero! Por consecuencia, claro, si recordé a Carlitos Balá tenía que hacer referencia a Raphael, el divo de Linares con esa canción que decía así: “A veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas / a veces llegan cartas con dolor a espinas, que no son románticas / son cartas que te dicen que cuando estás tan lejos, todo es diferente / son cartas que te dicen que a la distancia, el amor se muere…”
¿La recuerda? Si me dice que no, creo que estoy envejeciendo.
¡Llegó el cartero! No recuerdo cuándo fue la última vez que escribí con puño y letra una carta pero sí recuerdo todas las palabras que un joven enamorado puede plasmar en un papel… igual recuerdo a la destinataria, como recuerdo la intensidad con que la recordaba… igual recuerdo que esa última carta nunca le llegó. ¿Dónde quedó la carta? Eso sí no recuerdo.
Dicen que en las escuelas se debiera incentivar el placer de mandar cartas. Creo que no nada más en los colegios eso debiera ocurrir. Quizá debiéramos recurrir de nuevo al poder de la carta porque, es cierto, una carta tenía el poder de sacudir todos nuestros sentimientos pero sobre todo, proyectarnos a otros tiempos, otros momentos, otras vidas.
Aprender de nuevo a doblar esa paloma de papel porque hasta eso tenía su chiste. El doblez tenía que ser perfecto como el de un pantalón, de una camisa, para que cuando se abriera, el destinatario encontrara un dejo de perfume, de la mujer querida; quizás con dibujos, del hijo que se extraña; o con estampas, de la novia loquilla, pero por encima de cualquier cosa, encontrar esos sentimientos plasmados en tinta sobre papel que, una vez que se cierra de nuevo la hoja, mantiene, cual cofre del tesoro, todo ese toque de magia que sólo la palabra escrita, cual conjuro, puede tener.
Sí… las cartas tienen todo ese toque místico, misterioso, impregnado de recuerdos como los que mi esposa tiene en el “bonche” de cartas que aún conserva de sus miles de admiradores y novios, desde la primaria hasta creo que de carrera que, curiosamente nunca he tenido ni el mínimo de interés por saber qué dicen.
¡Claro! Las cartas son dignas de respeto.
¡Llegó el cartero! Hoy, los correos llegan más rápido por internet. Algunos, sí, pueden conservar un poco de ese misticismo en sus palabras, pero la mayoría, no dejan de ser cadenas de cadenas que no tienen la esencia de la persona que los manda. Son cartas frías. Bonito el correo, el que te sale del alma, del que escribe sincero, con palabras claras… qué importa si tiene yerros, si es transparente como el agua.
Como esa carta de trabajadores de la UV a Raúl Arias Lovillo, que seguro no llegará, pero que marcaba su indignación porque el secretario académico de la UV, Ragueb Chaín Revueltas, corrió a Jorge Negrete, homónimo del cantante, porque no encontró a otro culpable de su incompetencia misma, porque, si antes hubo exámenes perdidos, hoy hay extravío de hologramas de credenciales. De nada sirvieron nueve años de entrega total a la UV por parte de Jorge.
La carta de corso con la que trabaja Ragueb le permite esa atrocidad y más.
Claro que si tuviéramos la dirección del académico de la UV, invitaría a la gente a que le mandara una carta a Ragueb Chaín, para que recapacite en su actuación.
Pero, difícilmente se envía una carta a alguien a quien sinceramente, no creo que valga la pena gastar tinta, papel y saliva, para el timbre, en alguien que piensa que ser jefe, es gritar sin saber mandar.
Mejor festejemos al cartero. Volvamos a las cartas. Escribamos a los amores. A los padres. A las madres. A las hermanas. A los amigos. Escribamos cartas con nuestro puño y letra. Bueno… hagamos el intento para que un día gritemos: ¡Llegó el cartero!

e-mail: dor00@hotmail.com
twitter: @cainito

1 comentario:

Mirabilia dijo...

Hay dos mensajes en esta nota que me parecen atinados, pero sólo uno de ellos me hizo remitirme a ciertos momentos de mi vida: Las cartas.
Pareciera que como bien escribes, Salvador, mucho o todo de ellas se ha perdido, al verse irremediablemente abatida por la prontitud de estos tiempos en los que importa más el flujo de datos que la calidad de los mismos.
Tiempo atrás discurríamos -algunos amigos y un servidor- acerca de este tópico, pero cómo era de esperarse, las cosas no llegaron a concretar absolutamente nada.
Ahora, Rocío y yo hemos -sin alevosía- reabierto el tema basándonos en una correspondencia que tiene tatuado al simulacro cibernético en su piel virtual (y seguramente Braudillard me mandaría al carajo por esto); no obstante hay un dejo de añoranza en ella, en todas ellas -que se hacen llamar 'las cartas apócrifas'-. Sin mayor ánimo de nada, más que felicitarte por las notas, te comparto una de esas cartas... Te mando un saludo.

Acá dejo la dirección:
http://froybalam.wordpress.com/2009/01/30/carta-apocrifa-ii/