miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Impuesto a la Obesidad?

Brenda Caballero
Números Rojos

Siendo realistas, no soy de las mujeres que les guste salir el fin de semana, más bien disfruto estar en casa. A veces mis compañeras y amigos me dicen ¡vamos al antro!, ¡salimos el fin!, pero mi “naturaleza rara” prefiere estar en casita viendo varios partidos de futbol o una buena película. Por supuesto que me siento frente al televisor previa realización de los quehaceres domésticos de lavar ropa, barrer, trapear y hacer comida.
A ciencia cierta poco veo tele, pues detesto tanto comercial entre la programación. No puedo creer que en nuestro país se permita tanta publicidad que desgraciadamente afecta a la población de todas las edades.
Hace unos días leía los resultados de un estudio que arrojaba que si un niño pasa un promedio de dos horas diarias frente a la televisión, habrá visto más de 12 mil 400 anuncios de comida chatarra en un año, pues México es el país con la mayor cantidad de anuncios de comida chatarra según el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. ¡Se imagina Usted tal atrocidad con la población infantil! Entonces no es casualidad su sobrepeso sino causalidad.
¿Cómo puede el poder legislativo aprobar una “Ley Anti Obesidad” cuando no hace nada para sancionar toda la publicidad chatarra que se trasmite a millones de televidentes en México?
Tal parece que la obesidad cobro importancia para nuestro gobierno cuando se conoció que México ocupa el primer lugar en el mundo. Desde entonces no se ha parado de discutir quien tiene la culpa de “tan terrible mal” que aqueja a uno de cada tres habitantes (alguien diría que los otros dos padecen hambre).
Pero volviendo a la publicidad en televisión, ¿Por qué el Gobierno permite que algunas empresas nos traten como estúpidos a través de mentiras para bajar de peso?
Si Usted pone cuidado a los comerciales tratarán de convencerlo de que compre unos novedosos zapatos que son la última maravilla pues le hacen perder kilos y kilos ¡tan solo con caminar! ¡por su poderoso sistema de imanes!; o qué tal las pastillas y el té que modifican su metabolismo hasta cuando duerme haciéndole perder peso.
No podían faltar los aparatos que le tonifican esa molesta “pancita” o las cremas térmicas que le hacen expulsar toda la grasa que come al ir al baño.
Increíblemente todo como por arte de magia sin el menor esfuerzo de su parte, pudiendo incluso adquirir fajas eléctricas que se las pone en esas zonas molestas mientras ve televisión y al quitársela se encontrara que tiene un cuerpo que ha perdido más de dos tallas.
¡Por Dios! ¡No somos idiotas! ¿Cuántos intereses hay detrás de todo eso? ¿Dónde están las instituciones que protegen al consumidor de las mentiras como la Procuraduría Federal del Consumidor? peor aún ¿cómo pasan la aprobación de la Secretaría de Comunicaciones para ser transmitidos por tv?
Es indudable el poder del dinero, pues la Ley antiobesidad aprobada dista mucho de la inicialmente presentada pues de la erradicación de la comida chatarra en las escuelas de educación básica se ha flexibilizado su permanencia siempre y cuando el empaque tenga impreso los niveles nutricionales y el nivel calórico y sean autorizados previamente por la SEP y la SSA para su consumo en las cooperativas de las primarias y secundarias ¿Por qué cambiaron de opinión nuestros legisladores? ¿Hubo poderosa$ razones?
Para no verse tan obvios propusieron la coordinación de la SEP con la SSA para la implementación de un sistema permanente de vigilancia epidemiológica relacionado específicamente con el sobrepeso, la obesidad y los desordenes alimenticios. Además de prohibir totalmente la publicidad de comida chatarra en centros escolares y deportivos.
¿Será eficaz la ley para combatir la obesidad? o pasará lo mismo como la Ley para no fumar en lugares públicos.
No me cabe la menor duda que el problema es realmente “obeso” para la población mexicana, pero haciendo leyes “a medias” no solucionará nada; ni siquiera poniendo más impuestos a la comida y bebida chatarra.
Por lo que en el mismo sentido de Don Manuel Ajenjo, en su columna denominada “legalicemos la corrupción” publicada en el Economista, propongo un nuevo impuesto mensual denominado “Impuesto Sobre la Obesidad” (ISO) en el cual la base gravable sea los kilos de sobrepeso de cada persona multiplicado por la tasa del 20 por ciento, es decir, por cada kilo de más, pagarán 20 centavos. Y como los mexicanos somos expertos en no pagar impuestos ¡créame que harán todo lo posible por bajar de peso!, Y si por allí alguien dice “prefiero comer chatarra, pagar y ser un gordito feliz” ¡que pague el doble!
Habría también subsidio al ISO, aplicable a las personas con menos recursos económicos, excepciones al impuesto para las que tengan y comprueben algún problema de salud como tiroides.
¡Aahhh! y habría devolución del impuesto para todos aquellos que estén por debajo de su peso ideal con el fin de que mejoren su alimentación y no presenten desnutrición.
Se imagina cuanto impuesto pagarían Agustín Cartens, Alfredo Gándara, Hermann Ortega, Juan de Dios Sánchez Abreu, Marco Antonio Núñez y otros que se me escapan…
¡No se espante si tiene sobrepeso! pues el ISO es producto de mis “locas ideas” pero creo tendríamos más beneficios que pagar el Impuesto Sobre la Renta (ISR) que grava todos nuestros ingresos o el Impuesto al Valor Agregado (IVA) que pagamos hasta por limpiarnos el… al ir al baño (el papel higiénico grava) y qué me dice de los impuestos especiales a la Gasolina, el diesel entre otros que lo único que hacen es encarecer el precio de adquisición.
Ojalá haya una verdadera solución a la obesidad, pues más allá de legislación y recaudación es un problema de educación, salud, economía, tradición y cultura.
Así que empezaré por ver menos televisión, hacer ejercicio y cuidar lo que como, pues si la SHCP toma en cuenta mi “propuesta” seguramente seré sujeto del ISO.

brendacaballero1@hotmail.com

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