lunes, 13 de diciembre de 2010

El personaje

Arturo Reyes González
Burladero

El personaje en turno era un miembro más de los trabajadores del área. Como la suya, como la mía, como la de muchos. Gracias a los conocidos, las relaciones, las circunstancias, más que los meritos propios –de lo cuales no adolece del todo– lo o la llevaron a escalar un peldañito más en la estructura de la burocracia del gobierno.
Durante los últimos meses de la administración anterior se sentía –y además presumía serlo– uno de los elegidos para “continuar” con su ascendente y prolífica carrera en la administración pública; total, iba a ser lo mismo, iba a haber total continuidad y si él o ella consideraba que había dado excelentes resultados porque es por eso que lo habían ascendido, pues por qué no iba a ser parte del nuevo gobierno.
En esos referidos meses nuestro personaje se dio el pequeño lujo de ver menos a sus compañeros y compañeras de trabajo, con los que convivio durante mucho tiempo, pero ahora parecía haberse superado. Pero, ¿por qué no hacerlo de esa manera? Sí, si recibió una ayudadita del destino y de sus recomendantes, claro, pero su talento lo avalaba. Se lo merecía vaya.
Tuvo –además– oportunidad de interceder por sus compañeros y hasta familiares y amigos, no para hacerlos ricos sino para que pudieran acercarse y disfrutar de eventos oficiales, saludar a funcionarios, al mismo gober en turno, tener de repente algún beneficio como mejorar horario, recibir más papelería, entre otros detallitos de cuates, pero no. No le dio tiempo o simplemente no quiso. Pedirle un favor, cualquiera, ni pensarlo.
Cuando le preguntaban por algo, fue totalmente hermético (a), esa información era de determinado nivel, no se debía compartir, aunque al final del día en realidad era irrelevante. Su encargo le permitió ir a comer –aunque sea por unos meses– a otros restaurantes a los que antes no acudía, vaya, incluso caminaba ya diferente. Pero, insisto, cómo o por qué no, si ya estaba montado en la ola que lo llevaría a consolidar su éxito.
Los que venían (nueva administración y gabinete) eran continuidad, del mismo equipo, otros seis añitos de fidelidad, lo menos que podía esperar era un encargo mediano, de asesor o director, un equivalente a la “fuerza” y “poder” que ya demostró que puede desarrollar, no menos, aunque sea en otra área del gobierno, pero equivalente. ¿Cómo pensar en retroceder?
Por lo tanto, hablaba de ellos casi como si se llevaran de piquete de ombligo: “Adolfo es mi cuate; a Iván lo conozco; conviví con Marcelo; Memo seguro me lleva”. Entre otros. Y si en algún momento acudió a un evento y estaba el entonces “Uno” (el gobernador) y lo saludo o señaló, aunque sea por error, ¡Nombre! Para qué quiere usted, ese día, semana y casi el mes estuvo insoportable.
El “humilde” compañero ya no era capaz ni de ir por papelería él mismo, todo lo pedía, porque el encargo lo ameritaba. Ni de levantar el lápiz o un papel que se cayera. A veces no recibió a nadie y se encerró a ver la televisión de su cubículo u oficina. En definitiva era otro, lo habíamos perdido.
El mes antes del cambio de gobierno ya todos sabíamos de su cercanía, de su valía, de sus meritos, de “lo que le esperaba”. En alguna ocasión, no sé si en un momento de debilidad y de mortalidad, en ese su portentoso y futuro escenario, nos volteó a ver y nos dijo que si éramos buenos con él o ella, quizá nos podría recomendar con los nuevos. Híjole. Benevolente la mujer o el hombre.
Pero algo pasó. El cambio de administración se dio. El momento llegó.
Hoy a nuestro personaje lo más que le ofrecieron fue: “Quedarse”. ¿Como director, como encargado de área, como asesor para aprovechar toda su experiencia y capacidad, cómo que? La respuesta fue contundente: como uno más. Regresar al origen. Y que diga que le fue bien y no lo corrieron.
Atrás quedó entonces la dignidad, el orgullo y los aires de realeza, de príncipe de su pueblo natal. Llegó la realidad. Y los escenarios futuristas se vinieron abajo de un solo golpe. Hoy cosecha lo que siembra. Espera termine el periodo de reacomodo para ver si hay una oportunidad de cambiarse de área o aunque sea mínima para mantenerse y no quedarse sin chamba que es a lo que hoy aspira, no más, sólo no quedarse sin ingresos.
¿Y los amigos de nivel, los nuevos secretarios que darían el respaldo? Nadie sabe.
A usted estimado lector que forma parte de la estructura de gobierno, ¿a cuántos ciudadanos, ciudadanas le han tocado ver así, en la misma situación?

argo_reyes@hotmail.com

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