lunes, 6 de diciembre de 2010

Juan Manuel

Salvador Muñoz
Los Políticos

Esa mañana, después del primero de diciembre, Juan Manuel lo notó… se sentía extraño.
No quiso hacer mucho caso pero dudó cuando entró al baño. La taza la sentía diferente. Hizo lo que tenía que hacer y salió asqueado… “¿qué madres cené anoche?”
Se dirigió a su oficina. Su mejor traje. Su mejor corbata. Su mejor sonrisa. Ahí estaba colocado, como el brazo derecho del número uno en el gobierno. ¿Mmm? Sentía apretado los zapatos.
Y entonces notó algo más… no cabía en esa silla. Así que la primera orden que dio fue cambiar todos los muebles viejos que los dos anteriores gobernadores habían usado… “¡Vaya! ¡Este es un gobierno de jóvenes! No contrasta la juventud, dinamismo y jovialidad con esos muebles para rucos”.
Cuando regresó a su casa, volvió a percibir algo más… sentía que la cama donde estaba era insuficiente… “mañana veré si compro otra”, dijo y empezó a dormir para tratar de aminorar el cansancio en esos pies adoloridos.
Despertó. Por inercia se dirigió al baño y se sentó en la taza… No recordaba haber cenado tanto. “¿Qué madres cené anoche?” volvió a preguntarse con cara de fuchi.
Se bañó y al momento de vestir, notó ese ligero cambio. El botón del cuello se resistía entrar al ojal. Tras varios minutos de lucha entró pero bajo la advertencia de que si hacía un nuevo esfuerzo, saldría disparado.
No fue el único caso. El saco de su impecable traje estaba un poco entallado. Se dirigió al espejo. Seguía viéndose guapo, perfecto, hecho a mano.
Sin dar importancia, salió y se fue al trabajo. Y la amenaza, la del botón, se hizo efectiva cuando vio a un grupo de personas en la antesala de la oficina del gobernador:
“¡No quiero a nadie aquí, al menos que tengan previa cita!”
Un segurito, con toda su vergüenza, lo ayudó a mantener cerrado el cuello.
Mientras, los zapatos le seguían apretando. Decidió desabotonar el saco aun cuando estuviera de pie y se sentó en su nueva silla, amplia, ancha, espaciosa.
La disfrutó tanto que recordó la cama. Ordenó comprar otra, la King size más grande que hubiera y que la llevaran a su casa.
¡Ups! ¡El baño! Salió corriendo al sanitario y al sentarse, sus glúteos lo percibieron de nuevo… esa taza no era standard… la sentía muy chiquita… y… ¡guácatela! O se desparasitaba o cambiaba dieta. Algo le estaba haciendo mal.
Al llegar esa noche a su casa, se botó en su nuevo colchón, en su nueva cama, y durmió.
Al día siguiente, al despertar, se dirigió al baño y para su sorpresa, sus glúteos no sintieron nada extraño y su nariz menos. Salió feliz del sanitario y con tiento, se acomodó los zapatos y estaban perfectos. Se abotonó la camisa, impecable. Llegó a su oficina, y no había nadie en la antesala. Sólo quienes tenían previa cita con el gobernador.
Juan Manuel entonces se sentó en su cómoda silla, acolchonada, espaciosa, ancha, y la sintió demasiado grande. Hizo aspavientos, gritó y refunfuñó… ¡Alguien le había cambiado su silla! Pero no obtuvo una respuesta clara. No se dio cuenta que era la misma que él había pedido que le trajeran. Así que no tuvo más remedio que aguantar sentado y ese día hubo tanta actividad que en un momento de descanso, se quedó dormido.
Cuando despertó, la dimensión de su oficina era diferente. No, más bien las dimensiones de él eran otras… sus brazos, sus piernas, su vientre, su cara, todo él se había expandido por su oficina.
Quiso salir de ella, pero sencillamente no se podía mover… intento mover su voluminoso brazo hacia el BlackBerry, pero como no tenía noción de la nueva dimensión de su cuerpo, no atinaba a encontrar la bolsa de su saco donde recordaba lo tenía puesto.
Entonces, gritó o intentó gritar… sus cuerdas vocales eran gruesas pero a la vez opacas y se oyó un “jordi”… los que lo oyeron creen que quiso decir “Harry”… quizás refiriéndose a Grappa, pero él andaba con su jefe.
Entonces, los que estaban en la puerta tocando y preguntando “Señor… ¿se le ofrece algo?”, escucharon algo gutural: “¡Bbboti!”
¿Paolo Boti? ¿Para qué querrá a Paolo Boti? Se preguntaban. No… dijo uno, “no llama a Paolo Boti… ha de llamar a Bety… Bety del Toro”.
Uno fue a buscar a la dama mientras un osado, bajo el riesgo de recibir un regaño o ser despedido como otros que han pasado a cobrar su última quincena en manos de Juan Manuel, quiso abrir la puerta pero algo lo impedía… como pudo, asomó las narices y lo que vio lo espantó: Una enorme pierna, esponjosa, de textura suave, gelatinosa, pero a la vez asquerosa, se expandía por esa parte de la oficina de Juan Manuel.
En esos momentos llegó Bety del Toro. Observó la situación y simplemente dijo: Juan Manuel, ¡despierta!
Era una pesadilla.
–Bety, soñé que crecía tanto que no cabía en la oficina… ¡ups! Con permiso… tengo que ir al baño.
Y así era… Juan Manuel del Castillo está tan inflado que no cabe en sí.
Moraleja:
Si en un momento de tu vida te sientes muy esponjado… tienes que ir al baño porque es seguro que te estés llenando de mierda.

e-mail: dor00@hotmail.com
twitter: @cainito

No hay comentarios: