viernes, 10 de diciembre de 2010

Preparatoria

Luis Alberto Romero

A veces, casi siempre, da la impresión de que las prioridades de la agenda de los partidos en la Cámara de Diputados no corresponden ni con la realidad de nuestro país, ni con las necesidades de la población. Es como si los diputados vivieran otra parte, lejos de los niveles de violencia que se registran en México y lejos también de la marginación, de la pobreza y del rezago educativo que no permite elevar el nivel de vida de la gente.
Este jueves, por ejemplo, los diputados que integran la Cámara de Diputados aprobaron la obligatoriedad y la gratuidad de la educación media superior, lo que, aseguran, beneficiará a dos millones de jóvenes que están fuera del sistema educativo nacional.
En el debate legislativo, los diputados dieron a conocer que la cobertura nacional de las preparatorias podría alcanzarse entre cinco y diez años.
A favor de la iniciativa votaron los 306 diputados presentes y lo que llama la atención, en todo caso, es la ausencia de 194 legisladores, que cobran puntualmente dietas y salarios, pero que no acuden a cumplir con sus obligaciones.
Todos los partidos con presencia en esa instancia, PRI, PAN, PRD, PVEM, PT, Convergencia y Panal, votaron a favor las reformas a los artículos tercero y 31 de la Constitución; el primero decía que la educación básica en México debe ser obligatoria, gratuita y laica, ahora se incorpora la educación media superior. El artículo 31 aborda las obligaciones de los mexicanos para que sus hijos acudan a las escuelas, ahora hasta el nivel medio superior.
El punto no es la aprobación de una ley que, al menos en el papel, representa un paso importante para elevar el promedio de escolaridad en nuestro país, sino el evidente divorcio del legislativo con respecto a la realidad nacional.
Y es que el mexicano promedio no tiene ni siquiera la secundaria terminada, sin considerar el bajo nivel demostrado en la prueba PISA.
En México, de acuerdo con datos del INEGI, los habitantes mayores de 15 años tienen, en promedio, 8.1 grados de escolaridad; es decir, poco más de segundo de secundaria. La desigualdad en la materia es evidente porque mientras la entidad con mayor promedio de escolaridad, el Distrito Federal, tiene 10.2 años; la más baja, Chiapas, tiene solamente 61. En la parte alta de la tabla de promedio de escolaridad se encuentran también Nuevo León, con 9.5, y Coahuila, con 9.0. En la parte baja, además de Chiapas, se ubican Oaxaca, con 6.4, y Guerrero, con 6.8 años.
Veracruz se encuentra debajo de la media nacional, con 7.2 años de escolaridad, por cierto.
Peor todavía: el 12 por ciento de los niños menores de 14 años no sabe leer ni escribir; es decir, más de dos millones 200 mil personas
En cuanto al nivel de la educación y del rendimiento escolar con relación a otros países, el único parámetro es el resultado del programa para la evaluación internacional de alumnos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que se realiza cada tres años. En esa prueba, México se ubicó debajo de la mitad de la tabla.
Nuestro país está en el lugar número 48 de las 65 naciones evaluadas por la prueba PISA, dato que fue calificado por el rector de la Universidad Veracruzana, Raúl Arias Lovillo, como poco sorpresivo porque refleja una realidad en la que se debe trabajar.
Desafortunadamente, México sigue siendo un país de reprobados, esa es nuestra realidad, y por ello los esfuerzos en materia de educación deben ir encaminados lograr mejoras en aquellas entidades en evidente rezago, como Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Veracruz, y en elevar el nivel educativo y, por consiguiente, los índices de competitividad del país.
Por desgracia, nada de ello se puede lograr, cuando en regiones marginadas todavía encontramos escuelas sin mobiliario, con piso de tierra y techo cartón; y maestros sin formación ni vocación.

luisromero85@hotmail.com

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