miércoles, 23 de febrero de 2011

Nos hace falta un buen gobernador

Salvador Muñoz
Los Políticos

Confieso ser un hombre que vive con prisa. Mi familia me odia porque impido los preámbulos con un simple “¡Al asunto!” y evito de tajo el sazón que le quieren poner a un tema que tratan de darme a conocer.
Por supuesto, mi “corte de tajo” no es aplicable a mí mismo, pues yo sí puedo adornar mis cuentos o historias como quiera.
La prisa, no sé ustedes, se ha vuelto parte de nuestra vida. Todos los días, la mujer sale volando (y no es bruja y si lo fuera, sería la de Miguel Ríos: “Ella es la bruja de Blancanieves/ de su manzana probar no debes/ porque dispara siempre/ directo al corazón”) porque por más temprano que se levante, siempre sale tarde.
Yo, cuando me retraso, no imprimo velocidad alguna, pero me consterna, me incomoda... considero que si llego cinco minutos o media hora tarde al punto, de cualquier modo, no fui puntual.
Así que si es tarde, por más que corra, jamás habré de recuperarse el tiempo perdido.
II
La prisa es parte de nuestra vida. “Levántate porque se te va a hacer tarde”, “Córrele para bañarte”, “Corre para que desayunes”, “Córrele para que alcances el camión”, “Corro, si no, no checo”... vaya, hasta en cuestiones fisiológicas más escatológicas tenemos prisa: “me dio corre-que-te-alcanza” y en el amor, ni se diga: “¿Nos echamos un rapidín?” o la clásica: “Perdón...” y no pasó ni el minuto.
De seguro usted ha de haber escuchado a la señora que dice: “Me voy porque ya va a empezar mi telenovela” y sale corriendo. O la señora que pretende dejar a sus hijos en la escuela desafiando las leyes de la velocidad y el tiempo (las del espacio nomás se las imagina... de poder, lo haría). Observe el mundo vertiginoso que vivimos entre las siete y nueve de la mañana; ciclo que se repite al mediodía y vuelve entre las dos y tres de la tarde para concluir entre las 18, las 20 y 21 horas... ¡velocidad pura!
III
Juanita me pone a pensar en mi mamá. Doña Irma (si la menciono, no es para que me la “mencionen”) es una anciana de casi 80 años que por más caídas y artritis encima no entiende que ya debe estar quieta en su casa, pero la canija ruca anda del tingo al tango siempre. Y Juanita me pone a pensar en mi mamá después de lo que le pasó a esa viejita jarocha. La foto que vi era sencillamente terrorifica: su cráneo, jícara partida por donde salía su materia gris, por culpa de un chofer imprudente. La pregunta era: ¿Publicarías esta foto? La respuesta fue simple: Sí.
La razón, más sencilla: En espera de que Juanita Martínez, mujer de 78 años que fallece bajo las llantas de OTRO cafre del volante de un camión del servicio urbano, siembre conciencia en todos: En los demás choferes, en la familia de esos choferes, en los hijos de los choferes, en los dueños del transporte, en los ciudadanos, en nuestras autoridades... poco sirve detener a un homicida cuando debió ser más fácil detener a un conductor que conducía con exceso de velocidad...
Juanita me pone a pensar en Irma porque sencillamente temo que mi madre pueda ser víctima de un tipo que lleva prisa por querer ganar pasaje, por querer ganarle a la competencia, o porque sencillamente cree que conducir un camión del servicio urbano le da el derecho de meter la pata hasta el fondo... y ese temor, creo, debiéramos tener todos.
IV
Sí, vivimos tan aprisa que a veces no nos percatamos de la forma en que nos comportamos por vivir acelerados... arrollamos a nuestros hijos, a nuestra esposa, a nuestros compañeros, a nuestro vecino... nos hemos convertido en “cafres de la vida”... a lo mejor nos falte ¡un buen gobernador! Sólo así, quizás, pudiéramos moderar nuestra velocidad y dejar de vivir con prisa.
Ojalá Juanita no pase a ser otra cifra y sea un “hasta aquí” para aquellos cafres del volante...

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