martes, 8 de marzo de 2011

Mujeres y truco de Don Juan

Salvador Muñoz
Los Políticos

Mis manos se deslizaron por debajo de su blusa mientras mis besos vencían la ya poca resistencia que quedaba en ella.
De repente, abrió los ojos y creo que me dijo algo así como: “¡Me lo soltaste!”
No estoy seguro. Mi boca seguía devorando la suya, su cuello, sus ojos, sus oídos y su lóbulo... pero la sorpresa de ella se mantenía: “¡Me lo soltaste!”
Sí, su brasier también había cedido al encanto de mis dedos.

II
Es curioso... son los años 60 y las jóvenes se desprenden del sujetador en demanda de sus derechos y de su libertad sexual. Queman brasieres. Bajo sus blusas, pezones de diversos tamaños, formas y colores, por las texturas de su prenda, son visibles. Sí, derechos... las mujeres clamaban por sus derechos mientras su busto permanecía firme. Quién sabe si a la edad madura esos gritos de guerra se apagaron y algunas tuvieron que buscar de nuevo ese viejo sujetador que se salvó de la hoguera.
Por eso, Ida Rosenthal, ama y señora del Imperio del Sujetador de aquella época, no se perturbó ante el clamor por los derechos de la mujer y su libertad sexual, utilizando como objeto político al brasier: “Vivimos en una democracia, toda persona tiene derecho a vestirse o desvestirse, sin embargo, a partir de los treinta y cinco años la mujer no tiene figura para prescindir del sujetador. El tiempo está a mi favor...”
Time is on my side / yes it is... Sí, los Rolling Stone lo dijeron mejor.

III
Pero del placer, como comenzamos esta columna, pasamos a la demanda de derechos. Mujeres celebrando su día. Piden que se les felicite. Que se les reconozca su momento. Por ahí, Alzheimer no me permite recordar dónde leo algo así: Ya preparé el desayuno, ya lavé la ropa, ya lavé los trastes, ya barrí, ya trapee... ahora sí: ¡vámonos a festejar el día de la Mujer!
Evoco a Lisístrata, la legendaria heroína de Aristófanes, quien representa quizás el primer movimiento femenil (al menos en teatro) con un fin universal: La paz. Esparta contra Grecia. Las mujeres sufren las constantes partidas de sus maridos a la batalla. Lisístrata, inspirada, decide de una forma muy sencilla manifestarse contra tanta guerra y convoca a las demás mujeres a que se abstengan de tener sexo con sus hombres. Toman la acrópolis donde estaba el dinero empleado para la guerra (casi Amazonas) y por fin, se firma la paz.

IV
Ahora se le llama Día Internacional de la Mujer... pero primero fue conocido como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En 1908, demandando justicia laboral, un grupo de 140 y tantas obreras de la fábrica textil Cotton, en Nueva York, se encierran a manera de protesta. Bombas incendiarias contra su movimiento culminan con la muerte de todas.

V
Realmente no creo en este día. Sin embargo, admiro el valor de la mujer, como esas trabajadoras de Nueva York, o de Lisístrata o de las hippies de los 60, así como el de cada persona que, sea hombre, mujer, homosexual, niño, discapacitado, indígena, viejo (disculpen que divida tanto, pero así nos han acostumbrado a separar a las personas, a diferenciarlas), lucha cada día por defender sus derechos pensando en la comunidad y no en lo particular, en el beneficio personal. Eso sí hay que festejar y unirse a ellos.

VI
Todavía recuerdo sus ojos abiertos, sorprendidos, ante la agilidad de mis dedos para liberar su pecho del sujetador... “¡Me lo soltaste!” creo que me dijo, la verdad estaba más absorto ante tanta bondad de la naturaleza pero su insistencia me sacó de mi éxtasis y le dije la verdad: De niño, cuando mi madre llegaba cansada del trabajo o se iba al trabajo, me pedía que le quitara o sujetara los numerosos broches de su brasier... ¡ahí fue que adquirí esa rara habilidad! No había truco de Don Juan.

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