lunes, 2 de mayo de 2011

Cero en lectura

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

“¿Cuántos libros lee usted al año?”, maldita interrogante que nos la avientan cada vez que pueden y dale que chingan anualmente con motivo del Día Mundial del Libro que se celebra el 23 de abril. Pero qué necedad, si ya sabemos que los mexicanos no leemos ni madre, ya pa’ qué la desdichada y gastada pregunta, si estamos en lo cierto que poquitos mexicanos apenas si alcanzamos a leer un libro al año, con lo que obtenemos el puesto número 107 a nivel mundial, de 108 países que integran la lista. Sí, vaya, que somos el segundo lugar, pero de atrás pa’ delante, nos seamos tan pesimista, caramba.
Con decirles que la “Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales” del 2010”, nos informa que en México sólo el 27 por ciento de los encuestados ha leído por lo menos un libro, a diferencia del Reino Unido, con el 82 por ciento; Francia, el 71 por ciento; España, el 59 por ciento… pa’ qué madres nos seguimos mortificando.
Pero creo que nos encanta el masoquismo, chingarnos a nosotros mismos, así que figúrense que según esta misma “Encuesta…”, a pregunta de que si alguna vez usted ha ido a una librería o tienda donde vendan únicamente libros, nosotros los chingones mexicanos salimos con estos resultados: 57 por ciento dijo que “ni maiz paloma”; 41 por que “clarines”, y el 2 por ciento restante que no recuerda o no contestó.
Y en Veracruz, a esta misma pregunta, respondieron: el 60 por ciento que ni madres; el 37 por ciento que simón y el 3 por ciento restante que no sabe y no fastidien.
Pos yo no sé ustedes, mis caros lectores y lectoras fans, pero creo que no hay que estar atiborrando de libros nuestras bibliotecas y mucho menos que leamos a lo pendejo. Como escribió Juan Domingo Argüelles: “Es bueno leer libros, con tal de que los libros agucen nuestros sentidos y nuestro pensamiento, activen y reactiven nuestro cerebro, para pensar en lo que estamos leyendo o en lo que ya hemos leído, y enriquecer esa experiencia de la lectura con nuestra propia reflexión autónoma. De otro modo, leer es sólo un buen pasatiempo que, en su peor extremo, puede hacernos creer que somos sabios. Los libros deberían enseñarnos a dudar, incluso de los libros, pues nada se compara con la experiencia propia de hallar respuestas, no necesariamente escritas, a lo que nos inquieta, nos perturba o simplemente nos interesa. Hay que dudar incluso de la duda, es decir del propio pensamiento”.
Lo que me recuerda un hermoso cuento, “Cero en Geometría”, de Frederic Brown, y que aquí se los dejo (porque no hay mejor manera de celebrar que leyendo):
“Henry miró el reloj. Dos de la madrugada. Cerró el libro con desesperación. Seguramente que mañana sería reprobado. Entre más quería hundirse en la geometría, menos la entendía. Dos fracasos ya, y sin duda iba a perder un año. Sólo un milagro podría salvarlo. Se levantó ¿Un milagro? ¿Y por qué no? Siempre se había interesado en la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones sencillísimas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había hecho la prueba. Era el momento, ahora o nunca.
Sacó del estante el mejor libro sobre magia negra. Era fácil. Algunas fórmulas. Ponerse al abrigo en un pentágono. El demonio llega. No puede nada contra uno, y se obtiene lo que se quiera. Probemos.
Movió los muebles hacia la pared, dejando el suelo limpio. Después dibujó sobre el piso, con un gis, el pentágono protector. Y después, pronunció las palabras cabalísticas. El demonio era horrible de verdad, pero Henry hizo acopio de valor y se dispuso a dictar su voluntad.
-Siempre he tenido cero en geometría -empezó.
-A quién se lo dices… -contestó el demonio con burla.
Y saltó las líneas del hexágono para devorar a Henry, que el muy idiota había dibujado en lugar de un pentágono”.

Hasta la próxima
jarl63@yahoo.com.mx

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