miércoles, 4 de mayo de 2011

Verdades que matan

Miguel Ángel Gómez Polanco
Vía Crítica

Hoy en día, hacer de la verdad un estandarte es un reto inquisitorio que debe permanecer como el objetivo único de la responsabilidad informativa.
Por esta razón, única y fundamental para la comprensión y práctica de la labor periodística, es pertinente que, como reacción al 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa, tal vez reflexionemos sobre la necesidad que tenemos como ciudadanos, para hacernos partícipes de la opinión pública y propiciar con ello cambios tangibles que respondan a nuestras necesidades como sociedad.
Curioso es que, como se define líneas arriba, la tarea de hacer fluir la información indispensable para alcanzar niveles dignos de una verdadera democracia, en la actualidad resulta un verdadero peligro que debe considerarse un riesgo imperioso en la búsqueda de formas de expresión y, por ende, de libertad.
Y es que, aunque en el informe “Signs Of Change Amid Repression” (Signos de cambio en medio de la represión), elaborado por la organización Freedom House, México sea catalogado como país “no libre”, después de 30 años de no hacerlo; la importancia del dato tiene que ir de la mano con la meditación.
Es comprensible que, ante el deterioro de la humanidad, la información se perciba como un privilegio, tanto para los que la generan como para los que la consumen. No obstante, la oportunidad que tenemos frente a nosotros para, aún en crisis, poder canalizar el desgano en desfachatez y el miedo en reclamo de justicia e igualdad, es algo que ni los peores lastres mentales de los mexicanos –llámese colores políticos o narcotráfico– pueden ni deben obstaculizar.
El primer paso: abatir la corrupción que nosotros mismos generamos. ¿Cómo reclamar a un gobierno que nosotros, cuales artesanos, hemos moldeado según nuestras cotidianas “urgencias”?
Una mordidita no le hace mal a nadie, dirán algunos. Pero si esta “insignificante” expresión la transportáramos a la famosa parábola china del elefante, en la que un grupo de ciegos tocan al animal sin saber de qué se trata, aunque son conscientes de qué parte le están tocando, entenderíamos los alcances que podemos tener si antes de una mordidita imagináramos la bestia que tenemos enfrente y cómo la estamos provocando.
No olvidemos que estamos en posibilidad de exigir la información que queremos y, al hacerlo, comprobaremos cuál es nuestra verdadera intención como ciudadanos.
Ahora que si usted es feliz viendo telenovelas, le encanta la grilla, los reallity shows o cree en pseudo líderes de opinión que hacen su agosto con la ignorancia, haga de cuenta que no leyó este molesto panfleto. No vaya a suceder que, tal como a muchos de los que se dedican al difícil negocio de la comunicación, vayan a toparse con una verdad que los mate.

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