domingo, 26 de junio de 2011

Cansados de estar muertos

Una voz en la conciencia


Laura Bibiana López Contreras

La muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios, los consume y los deshace, para finalmente negar que alguna vez existieron. La muerte nos devora, nos inunda de dolor, pero a la vez, nos confunde y asusta.
Para algunos, la muerte no representa la ausencia de la vida o el miedo a dejar de existir, sino que simboliza el fin del sufrimiento y el comienzo de una paz inexplicable.
Para otros, la muerte no tiene significado alguno. Ni se desea ni se maldice, simplemente es otro ciclo, otra etapa que cierra un periodo. Y aun así, están aquellos que no cuadran en ninguna de estas clasificaciones, porque es inconcebible el que puedan arrebatar de manera voluntaria la vida a un niño, un bebe, un joven o un anciano con navajas, machetes, pistolas o con el simple puño que se forma en sus manos de asesino.
No logro entender lo que yace en sus mentes. No logro comprender si su alma pueda sentir, pueda aprehender algún sentimiento.
Nos hemos convertido en bestias. En horribles y espantosas bestias. Ya casi no queda humanidad en nuestra esencia. Nos transfiguramos en sombras y cuando vemos una luz encarnada en hombre, tratamos de apagarla de cualquier forma posible.
Ya me cansé de estar muerta. De que me miren como si mi existencia fuera nula. Soy por lo que valgo. Por lo que ocupo en este triste planeta. La vida es manifestación, expresión, asomo al exterior. Estamos muertos si no levantamos nuestra voz o cualquier forma que diga ¡aquí estoy!
No podemos seguir siendo ignorados. Desde todos los rincones de las etnias mexicanas, desde todas las trincheras que se pintan al calor de la frontera norte y sur de la república, desde todos los escondites en donde yacen las culturas más gigantes e impresionantes del mundo entero, desde todas las aristas debemos de gritar que seguimos con vida y que nuestra palabra cuenta como tal.
El día lunes de esta semana, pasaba por Palacio de Gobierno cuando me percaté de un gran tumulto de gente gritando “¡JUSTICIA!” a las autoridades correspondientes. Y entre el disturbio y la lluvia que no cesaba, me percaté de personas llorando, de pidiendo esa justicia por la muerte del joven de 16 años Manuel Alejandro Portilla Vargas, quien fue apuñalado en Los Lagos por un delincuente que le exigió la cartera y su celular. Observé a sus compañeros de escuela gritando desesperados que no querían palabras sino hechos. Fue entonces cuando me encaminé por la lluvia pensando en qué justicia se le podía hacer al joven. El despiadado, la bestia, no es el Gobierno, sino todos aquellos malvivientes que sin piedad asesinan al rojo vivo a nuestros jóvenes con aspiraciones, con sueños y un porvenir. Es cierto que se necesita seguridad y vigilancia en un parque muy transitado como Los Lagos, aquí en Xalapa, pero la responsabilidad debe de ser de nosotros también. Sabemos que es de mucho peligro andar en las calles por la noche. Sabemos que nunca tendremos la certeza de con quien podemos toparnos a la vuelta de la esquina, pero hay que evitar esos encuentros.
Debemos de ser muy precavidos. Que la muerte de Manuel Alejandro, al igual que de otros cientos y cientos de jóvenes, no sea en vano. Hagamos valer esta realidad. Si no manifestamos algún indicio de que seguimos en este mundo y que queremos vivir bien y en paz (si es que realmente existe este concepto), no hagamos parecer que estamos muertos, porque incluso estar sin vida ha llegado a cansarnos. Levantemos nuestra voz. Destaquemos nuestras acciones. Hagamos valer cada segundo que vivimos. Por las miles de familias que aun dolidas por la pérdida de un ser querido, sobreviven esparcidas en algún retiro de este pueblo, por todos ellos y por nosotros, dejemos a la muerte que representa nuestro silencio, que ya habrá tiempo para ella en un futuro que espero, se encuentre lejano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EXCELENTE ARTICULO, MUY LLEGADOR Y MUY CIERTO SOBRE TODO