viernes, 14 de octubre de 2011

Realidades y percepción

Arturo Reyes González
Burladero

Leí por la tarde de este miércoles a Ciro Gómez Leyva, en el portal de Milenio México, su columna “La Historia en Breve” cuyo título fue “¿Eso es el exterminio de los ‘hijos de puta’?” donde, palabras más palabras menos, narra que su hijo iba a venir a Jalcomulco como parte de un campamento de otoño, junto con sus compañeros de tercero de secundaria de la escuela donde estudia.
A final de cuentas, “la sensatez” de los padres de familia involucrados –cita él– se impuso y los adolescentes de entre 14 y 15 años de edad decidieron cancelar este lunes pasado el viaje; “ganó el miedo y es comprensible”, señala.
Líneas adelante agrega: “Aunque la matazón esté teniendo lugar en el puerto, Veracruz es el nuevo sinónimo del horror. Cuatro cadáveres ayer, siete el domingo, 36 el jueves, 35 el 20 de septiembre y sólo Dios sabe cuántos mañana, o en el lapso en que tendría lugar el campamento”.
“Pasan las semanas, los cadáveres se amontonan, Veracruz se desploma y nada se aclara, no se sabe quién está matando a quién. Lo único cierto es que, nunca como hoy, los veracruzanos habían lucido tan vulnerables y sujetos a los azares de una violencia que ni siquiera saben si es gratuita o planificada”.
Creo entender el tono en que el reconocido comunicador lo escribe y la circunstancia del momento, cuando se refiere a que “Veracruz es el nuevo sinónimo del horror”; probablemente, como padre de familia, si estuviera en el lugar de los padres que se negaron a enviar a sus hijos, reaccionaría igual. Recuerdo que hace poco no dejé que mi hija la mayor fuera a una reunión de su grupo de Pandillas de la Iglesia a algún punto de Tamaulipas, pero me atrevo a afirmar en lo personal que nuestra situación no se llega a comparar, menos a asemejar, con lo que ha pasado en el norte del país. ¡No! En lo absoluto.
Sí, ha sido una importante cantidad de cuerpos, de personas, de ciudadanos los aparecidos en Veracruz. Dejando por un momento de lado si eran o no culpables o víctimas de algún ilícito, a final de cuentas eran seres humanos.
Pero la situación del norte, por ejemplo Chihuahua, Sonora, Tamaulipas, no tiene comparación, insisto, allá han sido cientos y cientos de ejecutados y de todas las maneras, pero quizá como se han dado en una proporción diaria menor, esto es, de a uno, dos, tres o cuatro muertos por día y en distintos puntos de dichas entidades no causan el mismo impacto.
Aunado a lo anterior, hoy somos objeto de una excelentemente atención mediática a nivel nacional en horarios estelares en diversos medios de comunicación que nunca antes tuvo Veracruz, que necesariamente causa daño, desprestigio, lo que acentúa en demasía, creo, la mala imagen que nos endilgan.
Si es por motivos políticos, como algunos aducen, o no, la realidad es que las victimas colaterales son los ciudadanos honestos, los prestadores de servicios que se preparan, esmeran, capacitan y cubren impuestos como los de Jalcomulco, que sin deberla ni temerla deben pagar un muy alto costo.
La realidad, nuestra realidad es otra y es urgente y necesario que todos, literalmente todos, lo sepan por el bien de nuestra economía, por el bien de nuestros prestadores de servicios, por los buenos veracruzanos.
Para empezar, Veracruz no es sólo el puerto y después, en el resto del Estado no estamos tan afectados como para algunos parece. Desde cualquier espacio que tengamos tenemos que decirlo, que revertir la mala imagen que tenemos ahora. Tenemos que unirnos todos, gobiernos, medios, iglesias y ciudadanos para rescatar a Veracruz. Nuestro estado, con tantas riquezas, lo merece.

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