Salvador Muñoz
Los Políticos
Quién sabe cuándo, pero a la mujer se le metió entre ceja y ceja que quería una tina... no sé usted, caballero, pero creo que los hombres somos más simplistas y prácticos. Vaya, al menos yo soy feliz con un retrete limpio y una regadera para bañarme. ¿Una tina? La idea de la mujer ya en sí conllevaba un problema serio: un día lo iba a hacer.
Créanme que no basta decir: “vamos a comprar la tina” porque ello contrajo cambiar el azulejo, piso, techo y un mundo de aditamentos que giran en torno al baño que los ojos simples de un hombre que se precie de serlo, jamás vería.
Llamó a los albañiles, preguntó costo, material y cuanta cosa se le ocurrió. Y empezó el martirio... “vamos a escoger la tina”... después la frase se tradujo a “vamos a escoger el azulejo” y por último: “vamos a comprar material” que en esas palabras encierra cajas de azulejo, cemento, crest, arena, tabiques, etcétera, que me costaron una torcedura en mi muñeca izquierda, una cortada en uno de mis dedos y saber que simplemente nunca nací para cargar cosas pesadas...
Bueno, hay que verle el lado bueno al asunto... cuando subimos los azulejos, disfruté ver a mi yerno cargando como mula... esa imagen nadie me la quita... jejeje...
II
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